Capítulo 98

67 3 0
                                    

—Max, despierta.

Solo... un momento más. Me quejo, hundiéndome en la almohada antes de apartar la cobija, sé que ha sido una buena noche de sueño porque, al sentarme en la cama, siento como todo mi cabello está revuelto. Bueno, siempre duermo bien cuando Darrell pasa la noche conmigo. Ni siquiera me importa que mi primera acción al levantarme es sonreír, porque fue como si despertara en un increíble lugar en el cielo, con un gran ventanal frente a mí, y toda la ciudad mostrándose tan bella. Sí que ha sabido escoger el lugar, y detesto, un poco amando, que siempre sepa como escoger un hotel.

Dejo caer la mirada en el castaño, que además se verse algo emocionado por el día, se nota que no pudo arreglar lo desordenado que se ve su cabello, pero no importa, él se ve bien, da igual lo que sea esté usando, o cualquier mal día de cabello, eso solo lo hace parecer algo rudo. Y que yo esté apreciando eso en la mañana, debe ser todo un problema.

—Buenos días, Darrell.

Me sonríe, y dejando de lado los dos últimos botones de su camisa, pronto sus manos están en mi rostro, junto a un beso en mi frente. Oh... Dios, cuánto daría para que todas mis mañanas fueran así. Levanto mi cabeza, como si fuese algo magnético yo también sonrío.

—Tardes, Max — ¿Por qué lo dices? Aún debe ser temprano, no creo haber dormido tanto —. Son más de la una.

—¡Darrell! — me quejo, en seguida saliendo de la cama, en verdad el reloj marca más de mediodía. Esta diferencia de horario va a terminar por matarnos —. ¿Por qué no me despertaste antes? ¡Perdimos medio día!

—Está bien, hace poco desperté — pues no me calma el tono de tranquilidad que está utilizando, porque aún no acordamos qué día volveremos a casa — Cámbiate, te esperaré en el restaurante del hotel, después vamos a nuestra primera aventura.

Quizás esté exagerando, se supone que es un viaje a nuestro ritmo. Cruzo mis brazos, mordiendo mi labio inferior al escuchar su comentario de que debo estar muy desesperado de pasar el día con él. Le lanzo una almohada antes de que desaparezca por la puerta. Qué desastre, en serio, debo amarlo demasiado.

Lanzo un quejido, hundiendo mi cabeza entre mis manos, pero por más que me obligo no soy capaz de deshacer esa sonrisa. Creo que no desaparecerá en un buen tiempo. Suspiro, observando por toda la habitación, buscando mi mochila, y al encontrarla me dejo caer de nuevo en la cama, para buscar un poco de ropa más limpia. Ah, es cierto, no tengo mi celular... bueno, qué más da, no lo necesito para pasar un buen día con Darrell, y estoy seguro que todas las fotografías estarán por su cuenta.

De lo que sí estoy por completo seguro, es que necesitaremos la guía turística de la ciudad, ahí marcó todo lo que quiere ver conmigo. Qué horror, en verdad está tan decidido a que sea un buen viaje, sé que las notas adhesivas con una estrella dibujada son las que quiere ver primero, y no tuvo necesidad de decírmelo. Sonrío, lanzando la mochila sobre la cama, para salir de la habitación, y bajar a donde me ha pedido.

No me importa, realmente, si solo caminábamos por las calles, sin algún plan, porque es suficiente el que ambos estemos aquí, y si es tomados de las manos, nada puede ser mejor. Lanzo un quejido, dejándome caer en una de las paredes del ascensor, ignorando la mirada de varias personas, Darrell me produce un maldito sentimiento cálido, acompañado del que no tiene nombre, y se nota, mi felicidad se siente tan extraña, pero, al mismo tiempo, se siente como algo que me cuesta dejar ir.

Nadie, nunca... me había hecho sentir de esta manera. No quiero dejar de reír, de pasar tiempo con él, o... quiero ser un poco egoísta, quiero que siempre este junto a mí, ser la persona que amará toda su vida.

¿Por qué me siento de esta manera? Es tan... diferente.

Idiota. Al abrir las puertas lo primero que hago es salir, me confunde un poco hacia dónde debo dirigirme, por lo que, notando hacia qué lugar desvían las personas sus miradas, pronto encuentro el camino al restaurante, sin poder evitar burlarme al abrir la puerta, porque no hace falta ser un genio para saber que todos los susurros, y suspiros, son producto de tener a un hermoso castaño y de piel morena, sentado en una mesa central, con una taza de café, además de leyendo la maldita carta, como si fuese una imagen que Miguel Ángel organizó para ser perfecta.

El Chico de las 6:30pmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora