Nada más atravesar las puertas del comedor, el silencio se hizo presente en la sala. Todos los ojos de los presentes se giraron hacia nosotros. Hacia mí. Algunos de los presentes nos sonreían, mientras que otros nos juzgaban con la mirada. Mientras entrabamos pude contar unas quince personas, entre las cuales pude reconocer a David, Anabel y a un pequeño Thomas que no dejaba de toquetear la corbata azul que rodeaba su cuello. Junto a ellos había una mujer de cabellos rubios como los de Anabel y de mirada dulce. Ella me observaba con curiosidad. Su rostro era amable y su mirada transmitía sabiduría cualquiera pensaría que había vivido más de una vida al fijarse en sus ojos azules. Casi parecía que hablasen solos. Levantándose de la silla, agrandó su sonrisa y extendió sus brazos para darme la bienvenida con un abrazo.

-Hola Débora. -su voz transmitía alegría- ¡Al fin nos conocemos! -exclamó separándose de mí para mirarme- No te haces una idea de cuánto tiempo hace que espero a conocerte Débora. -sin saber cómo reaccionar ante tal amable bienvenida, sonreí aturdida y musticé un casi inaudible: gracias Catalina. Quise que me tragase la tierra- Sentaros a mi lado. -dijo ella llena de energía, mientras daba dos besos en las mejillas de su hijo- Débora, espero que te guste el cordero -me dijo susurrando una vez que me hube sentado junto a ella- Es la especialidad de la casa. Larisa cocina esta receta como si fuera un ángel. -dijo sonriendo y cerrando los ojos.

-Estoy deseando probarlo. -maneje a responder. Bajo la mesa, Amoos me dio la mano y comenzó a acariciarla. Enseguida me sentí más segura- Hace un tiempo tuve el placer de desayunar aquí y déjame decirle

-No me hable de usted Débora.- me dijo Catalina sonriendo- Somos prácticamente familia. Llámame Catalina o Lina.

-De acuerdo Catalina.- dije feliz- Como decía, hace un tiempo tuve el placer de desayunar aquí, y si el cordero del que me habla esta la mitad de bueno que las tostadas que me preparo Larisa, me casaré con su comida. -dije consiguiendo hacerle reír a ella y a Anabel.

-Esperemos que Amoos no esté muy celoso y acabe comiéndose tu cordero para evitar tal cosa. -exclamó Anabel burlándose de Amoos.

-Cállate ya -le exigió poniendo los ojos en blanco mi chico.

Mientras esperábamos a que llegase el tan venerado cordero, me presentaron a todos los de la mesa y charlamos sobre todo. Salieron temas de todo tipo, pero lo que más destacaba eran anécdotas vergonzosas de Amoos. Jamás en mi vida me había reído tanto. Amoos a mi lado no dejaba de gruñir cada vez que alguien me contaba algo sobre sus errores, lo cual hacía más graciosa la situación. La historia que más me hizo reír fue la del embarazo de Anabel. Nada mas escucharla contarme, como Amoos se había quedado blanco de la sorpresa y se había desmayado, empecé a reírme sin control alguno. En mi mente se repetía la imagen del fortachón y varonil Amoos cayendo al suelo cual princesita pija. Amoos por otra parte no dejaba de mirar mal a su hermana y madre. En un momento donde todos estaban distraídos por la llegada de la comida, Amoos se acerco a mi oreja y con la voz más seductora, que había escuchado jamás, me dijo: Ya veremos si te ríes tanto más tarde, amor. Instantáneamente tragué saliva nerviosa.

Tras devorar como lobos hambrientos el cordero, llegó a la mesa el postre. Se trataba de una tarta de zanahoria decorada con nata y una bola de helado. Sinceramente estaba tan llena que tuve que pasarle la mitad del mío a Amoos. No se quejo en absoluto.

-Bueno Débora, cuéntanos un poco más sobre ti. -dijo con una sonrisa en el rostro Catalina- ¿Qué tal fue tu infancia? ¿Veré a tus padres en la gala? -pude notar como Amoos a mi lado se tensaba al escuchar las preguntas de su madre. Yo sin embargo estaba tranquila. Sabía que debía decir.

-Mi infancia no fue la mejor. -le confesé sonriendo- Mi madre se fue de casa cuando era una niña pequeña y mi padre no era el mejor. -dije encogiéndome de hombros- Dudo mucho que aparezcan en la gala. -al acabar esperaba ver en el rostro de Catalina la expresión que todos ponían al escuchar mi historia, pero no. En lugar de hablar y soltar el típico: lo lamento, se acercó más a mi y me envolvió en un maternal abrazo. No me había dado cuenta de cuánto necesitaba ese tipo de abrazo hasta que Lina me lo dio.

-Bueno querida, y ¿Qué tal es tu vida ahora mismo? -me pregunto separándose de mí mientras pasaba una de sus manos por mi espalda. Mirando de reojo a su hijo respondí

-Maravillosa.

El resto de la velada la pasamos en el salón de al lado. Algunos sentados en los sofás y otros charlando junto a la ventana. Junto a mi estuvo en todo momento Amoos, quien no cesó de charlan con ninguno de los presentes. A pesar de que la reunión era supuestamente familiar, notaba en el aire la seriedad de una velada de negocios. El tiempo fue pasando, y para cuando el último de los invitados decidió marcharse, el reloj ya marcaba la una de la mañana. Agotada por lo intenso que había sido mi jueves, y lo poco que había dormido la noche anterior, me vi tentada a tumbarme en el sofá y dormirme delante de todos. Amoos al notar mi cansancio se acercó más a mí.

-¿Débora te apetece dormir hoy aquí? -me preguntó. A pesar de que la idea de dormir con él era muy tentadora, no sabía como se lo tomaría su madre. Catalina, como si hubiese leído mis pensamientos apareció de la nada y contesto en mi lugar.

-Eso ni se pregunta hijo. Ya he mandado a las chicas a arreglar tu habitación para que podáis dormir juntos. -luego se giró hacia mí para continuar su monólogo- He mandado a que te lleven un pijama de Anabel. Lo encontrarás sobre la cama de Amoos. Si te supone un problema dormir con él, podemos prepararte otra habitación, pero creo que los dos sois ya dos personas lo suficientemente adultas para decidir si queréis dormir juntos.

-No, no, no, tranquila. No tengo ningún problema. Muchas gracias. -respondí visiblemente sorprendida por lo bien que se había tomado la situación.

-Nos vemos mañana entonces Débora. -me dijo Catalina besando mis mejillas- Buenas noches querida. Y tú fiera, -dijo señalando a su hijo- pórtate bien. Que no me entere yo que roncas demasiado y mi niña no puede dormir bien. -sonriendo miré a Amoos que nervioso no dejaba de mirar a cualquier lugar menos hacia mi.

Tras dar las buenas noches a todos lo que quedaban en la casa, subimos las escaleras hasta el último piso donde se encontraba la habitación de Amoos. Nada más entrar en ella, me quité los zapatos suspirando aliviada.

-Estoy tan cansada que podría hibernar durante dos años enteros. -me quejé mientras me quitaba el vestido y lo colocaba doblado en una de las sillas de su habitación. Extrañada de no oír una burla por parte de Amoos me giré a mirarlo. Este estaba todavía con el pomo de la puerta en la mano. Sus ojos me miraban con deseo y su expresión era seria, como si estuviera conteniendose- ¿Pero qué te ...? -en esos momentos me di cuenta de que me había quitado la ropa frente a él con total naturalidad. Estaba ante él sin nada más que un sujetador rojo y unas bragas del mismo color. Lo había hecho sin pensar- ¡Perdón! -grité al darme cuenta de lo que había hecho. Estaba siempre tan agusto con él, que no me había dado ni cuenta de que me desvestía. Con prisas cogí la ropa de la cama y traté de correr hacía el cuarto del baño. A penas había dado un paso en esa dirección, cuando las manos de Amoos se cerraron en mis caderas. Un segundo después estaba tirada en la cama, con Amoos encima mío besando mi boca. Asombrada y aturdida por la velocidad de Amoos, manejé a agradecer mentalmente lo distraída que podía ser mi mente.

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¿Y bien? ¿Qué tal? ¿Os ha gustado?

Mañana creo que escribiré varios capítulos. Depende de cuanto tiempo me dejen para escribir podré hacer uno o cinco capítulos. Enseguida que acabé un capítulo lo subiré chiquis!

Nos vemos mañana!!!

La Perdición del Lobo [1] ✔Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin