Capítulo 29

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Salseo del bueno... solo diré eso...

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Débora

Lo que iba a ser una breve ducha de diez minutos acabó convirtiéndose en una de treinta. Supongo que inconscientemente no quería salir de la seguridad del baño. Sabía que al salir, la seguridad que me proporcionaban estas cuatro paredes desaparecería y tendría que enfrentarme a Amoos. Y para qué mentir, no me apetecía lo más mínimo recordar el ridículo que hice ayer. Pero no podía encerrarme en el baño para siempre. Quería, pero no podía. Como un animalillo asustado, abrí lentamente la puerta y asomé mi cabeza. Mi única vestimenta era una toalla, la cual agarraba con desespero. Muchas películas había visto yo, donde la protagonista por no sujetarla como toca, acaba en pelota picada frente al chico. No señor, no. Eso a mí no me pasará. Mirando la cama, me sorprendí verla vacía. Con lentitud salí del baño muy atenta. Bien. No estaba. Más tranquila me asomé al pasillo y en silencio escuché. Por lo que pude captar, debía de estar en la cocina. Volvía a entrar en mí cuarto y tras cerrar la puerta, fui al vestidor. No me preocupe mucho en arreglarme. Estaba en mi casa y no tenía pensado salir con el diluvio que caía, así que me decante por una sudadera y unos pantalones de chándal. Antes de ir a desayunar, recordé que él iba sin camiseta, así que cogí la sudadera más grande que tenía y muy a mi pesar se la di al entrar en la cocina.

-Amoos, ¡piensa rápido! -le dije al mismo tiempo que se la lanzaba. No me esperaba que fuera capaz de cazarla, pero lo hizo. A pesar de estar de espaldas a mí y con una sartén en la mano izquierda, no se le escapó.-Por dios, increíbles reflejos Amoos.

- Gracias ¿Y esto? -preguntó mirando, como si fuera una bolsa de basura, la sudadera gris que le había lanzado.

-Se le llaman sudadera.-dije con sarcasmo y entre risas- Sé que es algo muy distinto a tus trajes y corbatas, pero oye, era lo único que tenía.

-No era esa mi pregunta.- comentó poniendo los ojos en blanco y sujetando la sudadera como si fuera algo radioactivo- ¿Cómo es que tienes una sudadera de chico?

-Ah. Era de un amigo mío de Londres. Lucas, mi vecino. Me encantaba esta sudadera, así que antes de escaparme me la dio como regalo de despedida. -le confesé con tranquilidad.

-Con que un amigo eh... Bueno, muchas gracias, pero no me vale. -dijo encogiendo los hombros- Supongo que Luke era un tirillas porque con esta talla...

-Lucas. No Luke -le recordé ignorando sus pullitas a mi único mejor amigo- Y te recuerdo que me la dio hace tres años. Quien sabe, lo mismo ahora está más fuerte que tú. -le solté mostrándole la lengua y defendiendo a Lucas. Al instante se puso a reír. Como si mi comentario fuese el mejor chiste jamás inventado.- Ajj. Cállate ya.

-Lo que usted mande reina mía.- dijo guiñando el ojo- Y por lo de la ropa no te preocupes, tengo más camisetas en el maletero. Cuando acabe el desayuno voy a por una. Venga, a la mesa. Aquí tienes.- frente a mí coloco un plato lleno de pancakes y un bol lleno de fruta. No puede ser ¿También sabe cocinar?

La Perdición del Lobo [1] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora