Capítulo 40

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Espero que os guste este capítulo. Yo me lo pase genial escribiéndolo.

¡Disfrutar!

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Amoos

-Por favor madre. Te lo suplico e imploro de rodillas si así lo deseas, pero vámonos ya a casa.- llevábamos toda la tarde del lunes recorriendo cada tienda del centro comercial. Decir que estaba exhausto era quedarse corto. Mi madre, por contra, estaba a rebosar de energía. Parecía un colibrí inquieto en un campo de amapolas. Pensaba que esta vez, al haber estado en un vuelo de más de cinco horas, llegaría agotada pero no, tenía la misma vitalidad y ganas de moverse que siempre.

-¿Ya estás cansado hijo?- me pregunto cargada de bolsas mientras se giraba a mirarme. No pude evitar poner los ojos en blanco exasperado. Después de tanto tiempo debería comprender de una vez por todas que mi madre era una adicta a las compras. Si por ella fuese no se iría jamás del centro comercial.- Es broma. -me dijo al ver mi cara- Tranquilo, ya nos podemos ir a casa si quieres.- me dijo entre risas. Sacudiendo la cabeza divertido por lo infantil que podía ser mi madre, le cogí las bolsas que llevaba y nos dirigimos al aparcamiento. Al ver todo lo que mi madre estaba comprando, decidí que lo más prudente sería llamar a mi chofer para que viniese con el coche. No había manera posible de poner tantas bolsas en mi moto. Al ver el coche, mi madre fue corriendo a sentarse en el, mientras Dylan se encargaba de colocar todas las cosas en el maletero. Preocupado mire el reloj de mi muñeca derecha. Las nueve y media pasadas. Quedaban aproximadamente diez minutos para que Débora saliese de trabajar. Si salía ahora mismo, cabía la posibilidad de que llegase a tiempo al trabajo de Débora.

-Madre. - la llamé asomándome por la ventanilla del coche- Yo me marcho ya. He de ir a ver a Débora.- me excusé rascándome la cabeza con nerviosismo. No quería que mi madre se sintiera abandonada.

-Anda ve -me animo ella agitando las manos- Pero no tardes en llegar a casa. Hoy hay cena familiar -me recordó seria, mientras me señalaba- A las once en casa jovencito.

-Lo que usted diga madre -dije en tono jocoso mientras me dirigía a la moto. A veces me preguntaba quién de los dos era realmente el niño y quien el adulto.

Tras más de veinte minutos recorriendo calles atestadas de vehículos, por fin logré llegar al local. Al quitarme el casco, comprobé la hora. Las diez y veinte. Mierda. Había llegado demasiado tarde. Antes de dirigirme a su casa, entre en el local para comprobar que no estuviese dentro esperando. Nada. De vuelta a la moto fui a su casa y la observé a través de su ventana peinándose. Al verla a salvo me tranquilicé. Sacando el móvil de mi chaqueta la llamé para disculparme y explicarle lo sucedido, pero no sonó ningún teléfono dentro de su casa.... raro. Tras asegurarme por última vez que estaba bien, me fui hacía mi casa rápidamente. Puede ser que me hubiese burlado de la amenaza de mi madre, pero no entraba en mis planes tentar a la suerte y no llegar antes de la hora que me había dicho.

Al llegar no me dieron tiempo ni a dejar mis cosas en mi despacho. Nada más pasar por el arco de la puerta principal, mi hermana y mi madre, me arrastraron hasta el comedor donde los miembros más importantes de la manada nos esperaban. A pesar de que cierta seriedad se notaba en el ambiente, la cena fue fluida y sin complicaciones o tensiones. Nos dedicamos a hablar sobre el viaje de mi madre o sobre temas políticos de la manada de menor importancia. Ya a las doce, cuando el último de los invitados de mi madre se hubo marchado, me pude ir al fin a mi habitación a descansar.

La Perdición del Lobo [1] ✔Where stories live. Discover now