Capítulo 20

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Débora

-¿Débora? ¿Qué...?

La sorpresa en el rostro de Amoos no tenía precio. 

No era algo que no me esperase. Al acabar de comer, alrededor de las tres y media, ordené toda la cocina y me fui a mi habitación. No tenía que ducharme, ya lo había hecho en la Academia, y no tenía otra cosa que hacer que tumbarme a leer o descansar. Y francamente, la idea de esperar a que alguien me sacase de casa, no estaba en mi lista de prioridades. Siempre había tenido el carácter inquieto. Ya desde pequeña, me costaba quedarme quieta y ver la vida pasar. Siempre me había gustado tener el control y saber que iba a pasar. Por eso la huida de mi madre me pilló por sorpresa. Era algo que no se suponía que iba a suceder. Al menos no tan de repente... Pero eso no me impidió reponerme. Tras mi primera golpiza, reorganicé mis esquemas. Cambié mi rutina para saber que iba a pasar antes de que sucediese. Por eso estaba tranquila cuando mi padre llegaba a casa. Cuando Arthur levantaba su mano, ya sabía que iba a suceder a continuación: golpes, gritos, lágrimas, vasos rotos, curarme las heridas en silencio, dormir y finalmente despertarme temprano para poder maquillarme y así ocultar su rastro. Era una rutina sencilla a la que me había llegado a acostumbrar. Me costó mucho deshacerme de ella y del miedo que la rodeaba. Recuerdo que durante los primeros meses en Limerick, cada vez que escuchaba un ruido en mitad de la noche simplemente se me paraba el corazón durante unos instantes. Luego lloraba. No sabría decir si de pena o de alivio. Pero lloraba. Toda la noche. Hasta que llegaba un nuevo día y caía rendida.

Por eso lo sucedido el domingo fue tan traumático para mi. Había logrado olvidarme de esa rutina. La mañana del lunes, justo antes de ir a clase, me costó la vida no derrumbarme mientras cubría los golpes con maquillaje. Supongo que mi mente había asumido que jamás tendría que volver a hacer eso. Pero ya ves tú las vueltas que da la vida. De golpe te despierta nunca mejor dicho. Tras esquivar varios días a Abigail, hasta que los golpes fueron menos visibles, me di cuenta de que no me gustaba para nada haber vuelto a mi antigua vida. Estaba decidida a no dejar que me volviesen a tumbar de aquella manera. Era una superviviente y por lo tanto me protegería.

No sé cómo sucedió, pero el martes por la noche, al llegar a casa, apareció la idea en mi cabeza. He de aprender a defenderme. Así que me dirigí a la casa de mis vecinos, llamé a la puerta y le pedí a Nathaniel si me podía enseñar a pelear. El solamente me miró a los ojos. Como si pudiese ver a través de todo el maquillaje. Como si pudiese ver mi miedo y todo lo que había sufrido. Asistió con la cabeza. Eso fue suficiente. Aunque llevaba poco tiempo con ellos, había aprendido rápidamente a comunicarme con él. Supongo que las almas silenciosas se comprenden...

Así que ese iba a ser mi nuevo plan: adelantarme. Coger las riendas de mi vida y no dejar que nadie decidiera por mi. Así que ante el dilema <¿A qué hora va a venir?> decidí no quedarme quieta. Me vestí con una sudadera, blanca sin letras, y con unos pantalones vaqueros. Para terminar me calcé unas botas negras estilo militar. Sencillo, mono y seguro. Así que en esos momentos, lo más sensato pensé que sería, llamar a un taxi e ir a su casa.

La Perdición del Lobo [1] ✔Where stories live. Discover now