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Estaciono su auto deportivo en una casa muy bonita, no estaba muy lejos de la mía, creo que son 10 cuadras de distancia o quizás un poco más, tenia una entrada muy lujosa, era de dos pisos como y había otro auto estacionado, supongo que era el vehículo de su madre. Baje las botellas que había comprado recién cuando pasamos por una vinoteca.

— Bueno, tu, no digas que vas a mi institución, a mi madre le daría un infarto. Con que digas que eres la sobrina de David, suficiente. —asentí, veo que le interesa lo que su madre piense. Y bueno tampoco quedaría muy bien que llegara a casa con una muchacha que es su alumna.

Su hogar por dentro era muy blanco, lo primero que ves al entrar es un living, con un piano negro, sillones blancos y un televisor enorme, demasiado grande. Había una escalera de mármol blanco con barandales de color oro, todo era muy lujoso y limpio. El espacio estaba inundado con el perfume de Wilhemina.

— Que linda tu casa. —Dije sorprendida por todo.

— Gracias, siéntate iré por las copas.

Si algo compartíamos con Venable era el amor por el vino, ella era demasiado alcohólica como yo y eso era muy bueno. De la escalera bajo una mujer, su piel era blanca, el cabello rojo oscuro, aunque sus cejas era de una tonalidad más clara y una sonrisa que su hija no tenía. Era su madre.

— Hola, soy Rose, madre de Wilhemina

— Un gusto. —salude levantándome y estirando mi mano para saludarla. —Soy Olivia, la sobrina de David. —me miro con duda y me tiro hacia su cuerpo para besar mi mejilla. Si era la madre de Wilhemina en definitiva. 

— Oh David, es un chico maravilloso, el si me ha hablado de ti.

— Espero que cosas buenas —Dije riendo nerviosa, ella acaricio mi cabello y rio

— Si, fueron cosas buenas. ¿Eres amiga de mi hija?

— Eso intento.

— Te va a costar tanto, desde que nació no ha tenido amigos, David es el primero y bueno ahora tu. —¿Por qué Wilhemina se alejaría tanto de la vida social? ¿Acaso era su escoliosis lo que le temía tanto?

— ¿Ya estas aquí? —Dijo Venable con las dos copas en la mano.

— Si y no me voy a ir —La mujer se acerco a su hija y con mirada desafiante tomo aquellas copas y las dejo en la mesa. —¿Quieres que me vaya? —Venable me miro a mi para esperar una respuesta y yo negué, a mi no me molestaba la presencia de su madre.

— No, está bien, te traeré una copa

— Deja iré yo —Rose desapareció tras una puerta

— ¿Qué te dijo? —Pregunto, la tome del brazo cuando casi resbala con el pequeño escalón del living. —Gracias. —agradeció un poco incomoda ante la situación.

— No hay de que, no me dijo nada solo se presentó.

Miro con duda mi cara, ella temía que su madre haya dicho algo más, pero no dijo nada que yo no supiera.

Descubrí que su madre era muy buena, ¿Por qué la odiaría tanto? Venable no dijo absolutamente nada en toda la noche, Rose hablaba sin parar y me contaba de todo, yo le seguía la conversación no iba hacer mal educada. Pero podía notar lo incomoda que estaba Wilhemina con la situación, no le gustaba que yo me relaciones con la madre y para tranquilizarla o incomodarla aún más, coloque mi mano en su rodilla. Todo su cuerpo se tensó, se removió un poco en el asiento tratando de zafarse de mi tacto, era como si mi toque la quemara.

— Las voy a dejar niñas, estoy muy cansada —comento Rose, para luego perderse en las escaleras y luego en un extenso pasillo. La casa era enorme se podía hacer una fiesta sin problema aquí. Mire a Venable que miraba intensamente mi mano en su rodilla y la quite, para que finalmente todo el aire que tenia contenido lo suelte en un largo y profundo suspiro.

— ¿Te sientes bien? —pregunte acercándome a su rostro. El alcohol había tomado mi cuerpo, ya no era yo. Me arrodille en el sillón para poder mirarle bien los ojos.

— Si estoy bien. —murmuro petrificada ante mi mirada. —¿Me contestaras mi duda? O ¿Evadirás el tema? —Me tire hacia atrás rodeando los ojos y ella me tomo de las manos atrayéndome de nuevo hacia ella. ¿Qué sucedía?

— ¿Puedo ver tu espalda? —Solté así sin más. La expresión en su rostro había cambiado, genial había arruinado el momento.

— No. —contesto firme y levantándose del sillón para luego juntar las copas. —Creo que te llevare a tu hogar, has bebido muchísimo.

— Lo siento, espera, no quise incomodarte.

Me levante y la tome del brazo, ella sin poner resistencia me dejo que la guiara nuevamente al sillón y tome aquellas copas que había levantado de la mesa para volverlas a su lugar.

— Estas igual que yo, no puedes manejar

— Esta bien, vamos te dejare en mi habitación, yo dormiré con mi madre. —Se levanto nuevamente y subimos las escaleras.

Su habitación estaba impecable, nada que ver con la mía, esta era muy espaciosa, no tenía absolutamente nada tirado en el suelo.

— Buenas noches y no toques nada. —advirtió intentando escapar, pero no lo permití y la atraje a mí.

— Quédate conmigo. —ella negó con la cabeza e intento desligarse de mis manos que habían aprisionado las suyas. Acaricie su mejilla, y aquí íbamos otra vez, a la nada misma. Dejo que su frente chocara con la mía y las respiraciones se volvieran una sola, podía sentir como sus lagrimas caían y tocaban mi piel. — ¿Qué sucede? —pregunté preocupada y cerré la puerta de su habitación para arrastrarla a la cama. Una vez allí, me desligue de su bastón colocándolo en la esquina de la habitación.

No obtuve respuesta alguna. Solo veía como las lágrimas caían de aquella mujer, ni si quiera había abierto los ojos.

— ¿Existe la posibilidad de que yo te atraiga? —pregunto en susurro, esta era una pregunta que temía demasiado. —Esta bien, lo entiendo. —Hablo nuevamente, autocontestándose, su hermano y ella tenían la costumbre de sacar respuestas de mi boca sin si quiera hablar.

— Si, pero no es una posibilidad. —Ella abrió lo ojos, tratando de entender aquellas palabras que salieron de mi boca. — Realmente me gustas. —No iba a decirle que me había enamorado de ella, aun no obtenía respuesta que me indique que también sentía lo mismo y hasta no estar segura, debía hacerme la idea de que Venable ya sabia mi gusto hacia ella.

— ¿Por qué? —Pregunto como si yo tuviera la respuesta a esa pregunta. —No soy atractiva, casi que te doblo la edad y desde que llegaste solo te he tratado mal.

— Soy una persona masoquista. —Ella rio, esa risa era la que me había enamorado. — Y si eres muy atractiva, no lo quieres ver que es otra cosa.

Por primera vez ella era la que acariciaba mi mejilla, en una tierna y cálida caricia. Nos acostamos una al lado de la otra y cuando estaba apunto de dormirme escuche muy de lejos.

— También me gustas. 

 

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