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Fue un viaje largo de Japón a Corea, más específicamente a Seúl, una ciudad que está por el centro del país.

Mis padres se encuentran en esta ciudad, aunque no en el epicentro, viven en las afueras, debido al trabajo de mi padre, trabaja en el ejército, el general Minatozaki, y esa es la razón por la cuál viven aquí, órdenes de sus superiores.

Yo no considero este mi hogar, no me gusta, mi vida está en Japón. Pero como tengo 19 años y no puedo decidir por mí misma hasta que sea mayor, o hasta que tenga un marido, claro, no me queda otra opción que aceptar los deseos de mis padres.

Mi familia es adinerada, o de alta sociedad, como prefieran llamarlo, la humildad no está en su vocabulario, parece que ser indiferente es una competencia entre los de igual rango.

Por supuesto yo no soy así, no me importan ese tipo de cosas y nunca me importarán, me parece que hay cosas más importantes que vivir comparándote con los demás.

—Señorita Minatozaki, hemos llegado. — me indicó el chófer mientras aparcaba el auto en la mansión de mis padres.

—Gracias. — me limité a decir mientras bajaba del auto. Sí, como dije, mi familia es adinerada y teníamos auto, de los primeros para 1916. Y aunque quisiera no me podía librar de los lujos.

Ya una vez abajo del auto, me dirigí hacia la casa y entré, fui directamente hacia mi habitación y dejé todo el equipaje que había traído en un rincón, después lo acomodaría.

Cuando estaba bajando las escaleras para buscar a alguno de mis progenitores una mujer me habló. —Señorita Sana, los señores Minatozaki no están, su padre debe estar en el cuartel, y su madre fue a hacer compras.

Asentí y le agradecí a Jeongyeon, ella es un poco mayor que yo, es una criada en la casa y se encarga de limpiar y estar a nuestro servicio las 24hs. Más bien del de mis padres porque yo no le pido nada, puedo arreglarmelas por mí misma.

Dicho esto, fui en dirección a la puerta principal, y la abrí para ir a recorrer la ciudad, aunque no me guste vivir aquí debo admitir que Seúl es muy bello, es un tanto parecido a Japón, pero el ambiente es diferente. Y la verdad, qué se puede esperar cuando tu país está siendo ocupado por personas extranjeras, y hay oficiales merodeando por las calles todo el tiempo.
Sin embargo, yo no podía hacer nada y debía aceptar la realidad.

Caminando por la calle no podía evitar mirar a todos lados, a la gente, los negocios, los animales, como dije no vivo en la zona más poblada, por eso camino bastante hasta llegar a dónde hay más vida.

Recordé que hay un lago cerca que es muy hermoso, no lo pensé dos veces y fui hacia allí. Me encanta quedarme parada mirando el lago y la belleza de su alrededor, los árboles de cerezo, las flores, todo, esto es lo que más me recordaba a mi verdadero hogar. Por eso me quedé un largo rato admirando el panorama que tenía frente mío.

Había pasado al rededor de una hora, no quería irme pero debería volver, ya estaba atardeciendo, y además debía encontrarme con mis padres.

De camino a casa hice el mismo recorrido, tardé un poco más en llegar porque iba más lento, no quería ir a mi casa. Ya en la puerta pude divisar a mi madre, que apenas me vio vino corriendo a abrazarme.

—Sana, hija, al fin llegas, te extrañamos mucho con tu padre.

— Sí mamá, yo también. — dije esto mientras me libraba de su agarre y me alejaba un poco, me estaba asfixiando.

En realidad, a mi madre si la quiero, ella siempre está presente para mí y no va en contra de mis deseos. Al que no tolero es a Amida, mi padre, ese hombre se cree que puede controlarme la vida, porque es general se piensa que yo soy uno de sus soldados a la que le puede dar órdenes.

—¿Cómo te fue cariño? — dijo mi madre interrumpiendo mis pensamientos.

—Bien, aproveché el poco tiempo que estuve allá para estar con mis amigas y divertirnos, sanamente obvio.

Mi madre solo asintió y me dio una leve sonrisa, sabía que ese no era el tema que le interesaba, pero seguramente me lo preguntará en la cena, ya que ese momento es más personal, porque no estamos rodeadas de los empleados que trabajan en el palacio japonés, así le llamo yo sarcásticamente.

—Está bien. — escuché decir a mi mamá. — Ve a tu cuarto a arreglarte, y cuando la cena esté lista le diré a Jeongyeon que te avise.

No esperé ni un minuto, que comencé a subir las escaleras, ya en mi habitación me tiré en la cama a mirar el techo, preparándome para las preguntas que me haría la mujer que me dio la vida, no puedo mentirle, pero tampoco va a ser muy placentero decirle la verdad.

Pasó aproximadamente una hora cuando oí a alguien tocar la puerta. —Señorita Sana, la cena ya está lista.

—Gracias Jeongyeon, en un instante bajo. 

Entré al comedor, y mi mamá ya estaba sentada en la mesa, tomé asiento frente a ella y me dijo. —Tu padre no podrá acompañarnos, le surgió un problema en el cuartel y tendrá que quedarse. —No quería mostrarme feliz ante lo que acababa de escuchar, así que solo dije “está bien”. Mi madre sabe que no soporto a Amida y eso le causa tristeza, por eso decidí no reaccionar.

Jeongyeon no tardó en traer los platos de comida, y nos dejó a cada una el suyo arriba de la mesa. —Gracias Jeongyeon. —hizo una reverencia y volvió a la cocina.

Y la pregunta no se hizo esperar. —¿Cómo está la abuela? — hesité un poco ante lo directa que fue. —La verdad Sana.

—Está bien, no hay mejoría, pero tampoco está empeorando, está en un estado nulo.

—Bueno, yo le diré a tu papá. —solo asentí y empecé a comer.

El resto de la cena continuó en silencio, un clima tenso, lo que siempre ocurre cuando se saca a relucir el tema de la abuela.

Ella tiene 75 años y sufre una enfermedad terminal, sus días están contados, y esa es la razón por la que voy seguido a Osaka, mi ciudad natal, a visitar a mi abuela. Es la mamá de Amida, pero por suerte no tiene nada de parecido con él, y esto lo agradezco, ya que, Hiriko, mi abuela, es sumamente importante para mí, creo que es la persona que más me entiende, y esto me hace ser muy allegada con ella.

Una vez terminada la cena, Jeongyeon levantó los platos, se retiró, y con mi madre nos despedimos, yo me fui a mi habitación, y ella a la suya. Mañana sería un día largo.

Culpable de amarte || SaidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora