Capítulo 59

10.3K 871 484
                                    

—Recuerda que sigues castigado. Te espero en casa a las diez y media, jovencito. Ni un minuto más tarde.

—Sí, mamá.

— Si llegas tarde espero que te prepares para el encierro más largo de tu corta vida.

—Sí, mamá.

—Espero que sepas lo indulgente que estoy siendo contigo aun cuando estas castigado. Espero que esto te haga reflexionar sobre tus acciones y tengas más consideración con tus padres, como nosotros lo estamos siendo contigo.

—Sí, mamá.

El sermón continuo dándose durante todo el camino de casa hacia la escuela, donde se realizaría el juego. Eran casi las cuatro y media de la tarde y el juego comenzaba a las cinco, por lo que llevábamos buena hora, lo que fue beneficioso para mi madre porque estaba conduciendo muy lento y aprovechando todo este tiempo para recordarme que aunque me había permitido venir hoy al juego yo aún seguía castigado. Yo sabía que ella ya no estaba molesta, pero era una madre bastante testaruda, así que mi castigo no acabaría hasta que ella sintiera que yo había aprendido la lección. Por lo que mis castigos aun no siendo frecuentes, si eran algo extensos.

No contradecirla y no discutir.

Si me portaba bien y yo decía lo mucho que me arrepentía por escaparme por las noches sin avisar y pasar algunos días fuera de casa sin contestar el teléfono, tenía esperanza de que me levantara el castigo dentro de una o dos semana.

Llegamos al estacionamiento de la escuela y este estaba bastante abarrotado, y en el fondo cercano a la escuela se encontraba el autobús escolar de la Lake View High School, la escuela que jugaría hoy contra la nuestra. Mamá nos dejó casi en la entrada, sin querer entrar en el estacionamiento abarrotado y nos despidió cariñosamente después de todos los regaños. Una actitud que solo las madres y las personas bipolares podrían lograr.

Mientras caminábamos hacia la entrada de la escuela Hanna se iba carcajeando de mí. Había varias personas rodeando el lugar y saliendo de los coches, padres, jóvenes y estudiantes. Al acercarnos a la entrada vimos a un chico recostado casualmente a unos metros; llevaba una chaqueta azul cerrada y unos pantalones azules gastados. Miraba el teléfono de manera desinteresada hasta que levanto la mirada y en su rostro se formó una sonrisa torcida muy atractiva. Lo reconocí al instante.

—Noah —dijo Hanna, olvidando sus burlas a mi persona y acelerando su paso hacia el chico de chaqueta azul— No sabía que vendrías.

—Tenia días sin verte, mi hermosa guerrera —respondió él, con esa voz baja que siempre resultaba insinuante y atrayente. Se separó de la pared y abrazo a mi hermana con fuerza, besando su mejilla con suavidad— No iba a perder la oportunidad de pasar unas horas contigo. Las entradas no estaban agotadas así que conseguí una.

—Waoh, es... una sorpresa.

Hanna intento verse normal pero yo la conocía mejor, su sonrisa era algo incomoda, y podía adivinar porque. Todos habíamos venido a apoyar a Alessandro al juego, aun cuando él no iba a jugar, y darle ánimos. La presencia de Noah no sería muy grata para el rubio, porque con anterioridad había dejado bastante claro su ferviente desagrado hacia su persona. Era claro que Noah se había invitado solo y que Hanna no lo esperaba.

—Hola Noah —le salude yo.

El castaño me miro aun sonriente y me saludo devuelta extendiendo la mano para estrecharla, cosa que hice con naturalidad. Él era un chico bastante agradable. Y todo esto olía a desastre.

Caminamos por los pasillos de la escuela hacia el estadio. En las puertas para entrar había un par de chicos de último año que nos pidieron nuestras entradas para luego dejarnos pasar. En la parte trasera de las gradas había dos puestos que vendían salchichas, hot dogs, refrescos y demás comida deliciosamente grasosa que era vendida por parte del comité de la escuela en conjunto para recolectar dinero, y ya varias personas estaban haciendo fila. El campo de Futbol Americano de la escuela era bastante grande, con varias filas de gradas por todo el lado lateral del campo. Los asientos de las gradas estaban bastante llenos, la mayoría de las personas llevaban banderines o carteles con los colores azul y amarillo de nuestra escuela, y otro tanto sentados en el extremo más al norte llevaban los colores azul y blanco. En el campo estaban ya las porristas de cada equipo y entre las que vestían de azul y amanillo reconocí a Rebecca, guiando la rutina que estaban haciendo. Nos erguimos y miramos a todos lados para intentar conseguir a las personas de nuestro grupo, no fue muy difícil porque una de ellas ya nos había visto primero.

La Sorpresa Dell'amoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora