Capítulo 32

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Estaba tomando jugo mientras miraba a mí alrededor. La habitación pintada de colores suaves y amueblada de manera muy moderna me traían una ligera satisfacción personal, aunque no fuera propio, este lugar era de alguien que amaba. Era el consultorio de Nathaniel.

Había un montón de personas vestidas de manera elegante por doquier, con copas de champagne. Divise a Nathaniel hablando con una pareja mayor mientras reía de manera educada.

Suspire.

Llevaba un traje, tenía su cabello corto otra vez rubio y se había afeitado... Se veía hermoso. Pero él había hecho eso para una ocasión especial y esa era la inauguración de su pequeña clínica privada. Mire nerviosamente la puerta de su consultorio que se encontraba firmemente cerrado, se expondría en algún momento de la noche, el mural que había realizado en su espacio. Me encontraba muy nervioso.

Tome otro trago de jugo (que creo era de Dante, porque todas las demás bebidas eran alcohólicas). Mi novio me había prohibido tomar cualquier cosa que tuviera alcohol y no le reproche. El viernes habíamos salido y recordaba lo suficiente, sobre todo la parte donde lo había dejado plantado, y el sábado había despertado con una resaca demasiado perra. Él me había cuidado en casa de los D'angelo de manera muy atenta mientras yo tenía ganas de morir.

Y no solo por las náuseas y el dolor de cabeza, sino por mi estúpido comportamiento de borracho. Sabía que me comportaba algo estúpido, pero era divertido y nunca le encontré tanto problema, pero no tenía idea de que me volvía una puta. Nate solo había reído mientras me disculpaba (con una almohada sobre la cabeza porque la luz dolía).

–Solo me preocupaba que dijeras algo de lo que te pudieras arrepentir después frente de tus amigos –su mano estaba bajo mi camisa acariciando mi estómago, eso me hacía sentir mejor– Y que se te saliera que querías tener sexo conmigo.

–Uhg –me lamente mientras retorcía mis pies.

Aún estaba en la habitación de Aless pero estábamos solos, yo era el único con resaca. Malditos.

–No es la manera en la que quisiera que mis hermanitos supieran sobre nuestra relación –dijo con diversión.

Y no, definitivamente no era la manera en la que quería salir de mi closet.

Hoy era domingo y mañana comenzaba oficialmente a funcionar el consultorio, pero ya tenía varios clientes en fila, lo que era de esperarse viniendo de una familia altamente conocida como la suya.

Nathaniel había hecho esas cosas conmigo. Esas cosas que parecen típicas de los odontólogos y que hacen con todo el que se los permita. Abrir la boca para revisar los dientes.

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–Déjame ver.

–No.

–Vamos, abre. Déjame ver.

–Te he dicho que no.

Nathaniel se levantó sobre mí y me apreso bajo su cuerpo. Estábamos en su departamento, en la segunda ocasión desde que había perdido mi virginidad que nos habíamos podido escapar. Lo habíamos hecho dos veces y mi cuerpo dolía de una manera que gustaba.

–¿Por qué no? ¿Tienes caries?

–Si las tuviera sería malo para ti. Sé que se pasan las caries mediante los besos, y tú y yo nos hemos besado bastante.

Frunció el ceño de una manera que me parecía tierna y a la vez divertida en él.

–Entonces no tienes caries porque yo no las tengo.

Sonreí malicioso. Envolví mis brazos por su cuello y lo atraje a mí, acariciando sus labios con los míos.

–¿Estás seguro?

La Sorpresa Dell'amoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora