Capítulo 45

14.8K 1.1K 656
                                    

La lucidez del despertar dio bienvenida al dolor de cabeza. Me removí en busca de una posición donde el malestar general que tenía fuera apaciguado pero mi espalda choco contra algo, o tal vez alguien. Abrí los ojos y la habitación se encontraba a oscuras, con excepción de un trecho de luz suave que dejaba entrar las cortinas. No era mucho, pero distinguí la habitación del departamento de Nathaniel.

Un movimiento me hizo consiente de la mano colada bajo mi camisa, posada agradablemente sobre mi estómago, y el leve susurro de una respiración cerca de mi oído. Me gire y me acurruque más cerca de Nathaniel, enterrando mi cabeza en su cuello y abrazándolo por el pecho. Nathaniel tenía el sueño ligero, así que el movimiento lo hizo despertar.

Buongiorno, amore mio –susurro roncamente Nathaniel, acariciando mi espalda de manera perezosa– ¿Cómo te sientes?

–Un poco mal –admití.

–Bebiste demasiado anoche –regaño suavemente– Tuve que obligarte a vestirte, a subir...

–No me regañes –gimotee mientas me acurrucaba más junto a él– Era mi cumpleaños.

Nos acomodó en una posición en la que nos mirábamos, aun recostados sobre la cama. Tomo una de mis piernas y la subió sobre su cadera, colocándome muy cerca de él para acariciar mi muslo desnudo. Eche un ligero vistazo y me vi en una camisa azul demasiado grande, y bajo la sabana oscura seguro traía un bóxer que tampoco era mío.

–Cuando cortaron el pastel te veía bastante sobrio. Imagina mi sorpresa un par de horas después cuando te encontré en la piscina jugando al Tiburón tu solo y en ropa interior –lo mire avergonzado– Todo el mundo se había ido. Alessandro se había rendido en el intento de sacarte de ahí y las chicas ya se habían ido a dormir.

Recordé fugazmente a Aless gritándome que se iba a ir a dormir y que si despertaba y yo estaba en el fondo de la piscina, él gustosamente me enterraría junto a las rosas de su madre.

Era mentira, porque él solo se fue cuando Nate le dijo que él se encargaría de mí.

–¿A ti si te hice caso? –pregunte entre curioso y avergonzado.

Se vio pensativo.

–Sí y no. Al principio me dijiste que no saldrías a menos que nadara contigo, cuando lo hice te quitaste el bóxer y dijiste que yo era el tiburón y tenía que atraparte –puso sus ojos en blanco– Te termine arrastrando fuera de la piscina mientras pataleabas.

–Ya recuerdo, ya recuerdo. No digas más –cubrí mi rostro con mis manos– ¿Cómo terminamos en tú departamento?

–Oh ¿No lo recuerdas? Fue un agradable paseo en el que intentabas abusar de mí.

–Calla.

–Fue divertido, al menos hasta que te desmayaste. Roncas un poco cuando duermes borracho. Oh, y fue una total lucha quitarte los contactos.

–No volveré a tomar nunca más.

–Ah piccolo –quito una de mis manos y me dio un ligero beso en los labios– Sabes muy bien que eso es una mentira ¿Te sientes mal? ¿Te ayudo a darte un baño? Te sentirás más fresco.

No podía evitar preocuparme.

–¿Y los chicos?

–Acaban de tener una fiesta bastante movida que termino a las seis de la mañana. A mis hermanos medio zombis no les importara donde está su hermano mayor, y seguro Hanna se le ocurrirá como cubrirte si es necesario–se giró y prendió su teléfono– Son cerca de las doce de la tarde.

Él no tenía camisa. Pude distinguir su fuerte pecho y anchos hombros, la línea de su cuello y mandíbula. Su cabello algo más largo (pero aun siendo muy corto para mi) estaba hecho un desastre.

La Sorpresa Dell'amoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora