Capítulo 55

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—Bueno Lizzy, hemos terminado. Los dientes se te estarán moviendo bastante, por lo que puedes estar adolorida un par de días —dije a la niña con brackets de zafiro, a la que le acababa de colocar unas ligas. Sus ojos humedecidos se abrieron con miedo mientras Beky la terminaba de limpiar— No te preocupes, te daré algo por si el dolor es muy malo. Te aliviara.

Me gire en mi silla quitándome los guantes de látex y desechándolos en una papelera con un pequeño cartel de desechos peligrosos. La madre de Lizzy esperaba sentada en una de las sillas frente a mi escritorio, se levantó inmediatamente al verme acercarme y me sonrió ladinamente con labios pintados de un fuerte rojo mientras sacudía su melena rubia hacia atrás.

—¿Qué tal ha ido, doctor?

Me saque el tapabocas y le sonreí de vuelta con amabilidad. Me senté detrás de mi escritorio y comencé a escribir una receta de calmantes no tan fuerte.

—Muy bien Señora Ross. Pero como le explique esto va a ser quizás un poco más doloroso que la última vez. Ajuste los frenillos y puse nuevas ligas. Le prescribiré esta receta por si el dolor es muy fuerte. Una pastilla cada seis horas.

—Gracias doctor. Y le dije que me llame Tina, por favor. Aun soy muy joven —dijo y soltó unas carcajadas coquetas.

Por mi cabeza paso mi pequeño ojiazul. Sonreí al recordar que de seguro si estuviera aquí me miraría con cara de "Te lo dije".

—Lizzy seguramente se queje, pero no es nada grave. Recuerde que sus dientes se están moviendo —enfatice, intentado evitar el otro comentario— Los primeros días siempre son los más molestos. Después ella estará bien.

Quería dejárselo bien claro, esperando que esta vez no me mandara varios mensajes diciéndome que Lizzy decía que le dolía la cabeza o en otros que le dolía la las muelas al comer. Lo que era claramente obvio que sucedía.

—Claro, por supuesto. Entiendo —afirmo, mirando enfáticamente mis brazos en lugar de mi rostro— Por cierto, doctor ¿Estará ocupado hoy de casualidad...?

En eso sale Lizzy procedida por Beky. Me levante hacia la niña y toque su cabeza con familiaridad, la niña se sonrojo mirándome desde abajo.

—Que tengan bonita tarde. Nos vemos el mes entrante.

Cuando ambas iban saliendo del consultorio la niña se detiene en la puerta y se gira. Mirándome con grandes ojos azules.

—Doctor Nathaniel, le quería preguntar ¿Ese es usted? —y señalo detrás de mí—¿Quién hizo eso?

Mire hacia donde su dedo me decía y vi el muro donde la gran figura negra alada compuesta con muchas líneas estaba. Me había acostumbrado a la pintura, pero aun así mi corazón se llenaba de orgullo al verla o cuando alguien me la mencionaba, diciendo algún cumplido. Me encantaba tener algo de Thomas aquí, en mi trabajo.

—No lo sé —dije sonriendo. La miré de vuelta y me incline hasta llegar a la altura de su rostro— Lo hizo alguien a quien quiero mucho. ¿Tú qué crees?

Lo pensó momentáneamente y luego respondió:

—¡Definitivamente es usted! —exclamo convencida.

Reí cerrando los ojos.

***

Cuando todas mis citas programadas para ese día terminaron ya eran casi las tres de la tarde. Había quedado a las dos en casa de Thomas, pero algunas consultas se habían alargado y le había mandado un mensaje avisándole que llegaría tarde. Despedí a Beky y esta se inclinó formalmente antes de irse. Le caía muy bien y era muy responsable aunque más sería de lo que habría esperado, seguro que pronto le daría un bono por un buen trabajo duro.

La Sorpresa Dell'amoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora