Capítulo 69

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La dirección que Simon me había enviado se trataba de un conjunto residencial tranquilo al norte de Los Angeles. Las calles estaban mayormente oscuras y solo sonidos tenues flotaban por la noche, que fueron perturbados por el sonido acelerado del auto.

Mi cabeza y mente se sentían pesadas, como si todo lo procesara de manera lenta pero nada progresiva. Todos mis sentidos se sentían apagados, aun así de igual manera el ambiente a mi alrededor rezaba un aura de infinito desastre y dolor. Que todo se estaba cayendo a pedazos.

Me estaba engañando a mí mismo al pensar que Thomas no se enteraría jamás de esto. Mis errores siempre me alcanzaban y yo no era tan fuerte como quería. Permití que se lo llevaran de mi lado, que pasara peligro y miedo. Todo era mi culpa y debía al menos, si ya no tendría a la persona que más a amaba a mi lado, terminar con el enfermo círculo en el que me había visto envuelto durante demasiado tiempo.

El carro procedió con un gran ruido por las tranquilas calles hasta dar con la casa indicada. Las luces dentro de la casa estaban encendidas y dentro de ella no se apreciaba ningún movimiento. Apagué el motor y me baje, comprobando una vez más el número de la casa antes de caminar hacia la entrada.

Antes de tocar la perilla de la puerta se escuchó movimiento dentro de la casa y la puerta se abrió, mostrando a un hombre grande y robusto que conocía.

—Anthony —gruñí por lo bajo.

El susodicho me devolvió la mirada cargada de despreció y se cruzó de brazos intentando mostrar una apariencia aún más amenazante.

—Nathaniel.

Anthony Cacioppo, el guardián de Simon. Era un hombre alto, incluso más que yo, con el cabello castaño oscuro al igual que sus ojos, piel muy bronceada y limpia, tenía un rostro con el que te miraba como si quisiera partirte todos los huesos. Y él podría. Era, como se imaginaba de una puta mafia, de una familia menor que se dedicaba a servir a la familia Giaccobeti.

Me odiaba.

La única razón por la que no me mataba era porque Simon se lo prohibía.

—¿No pudiste mantenerlo en Italia? —le escupí irónico.

Sus ojos flamearon.

—Yo solo sigo las órdenes del señor Giacobetti. No dirijo sus acciones.

Anthony estaba bloqueándome la mayoría de la entrada, pero de igual manera entre chocándome contra la mitad de su cuerpo mientras sentía su mirada de desprecio. Iba a seguir de largo cuando su mano me tomo del brazo y le hizo una presión lo suficientemente fuerte para que doliera.

—Tócale un solo cabello y te partiré todos los huesos del cuerpo. No me importará que el señor grite que me detenga.

Me detuve y le volví a mirar, sintiendo las sienes a punto de explotar. Mi voz salió densa y peligrosa, mi rostro no podía ser muy diferente.

—¿Tú tocaste a Thomas?

Él ni siquiera parpadeó, solo soltó mi brazo y cerró la puerta.

—Te está esperando en la sala de al lado.

Pase de largo y entre en la habitación. En ella había una mesa simple con unos platos de comida, uno a medio comer y el otro intacto. La pared blanca estaba manchada y había unos cuantos cristales rotos en el suelo. Un miedo me volvió a correr por la espina dorsal. No había visto ningún daño visible en Thomas, pero ciertamente no había acercado así que no podía estar completamente seguro. Escuche los pasos de Anthony justo detrás de mí, entonces por impulso me giré y de manera rápida lo empuje presionando mi antebrazo contra su cuello y lo estampé contra la pared húmeda. Lo tomé con la guardia baja, por lo que sus ojos me vieron con sorpresa y luego con rabia mientras tomaba mis hombros y los apretaba de manera dolorosa, pero apenas lo sentí.

La Sorpresa Dell'amoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora