-Lo dejaré estar y no me entrometeré. -le respondí con sinceridad- ¿Trato?

-Claro.- dijo apretando la mano que le tendía y sin dejar de sonreír- Perdón por la conversación del otro día. Intentaba asustarte y quitarte de mi camino. Pero supongo que no eres de esas que se asustan a la primera -mentalmente imágenes de mi pasado volaron por mi mente. Tenía razón. Una niña rica y mimada no iba asustarme. No después de todo lo que había pasado- Y yo que pensaba que eras una mosquita muerta.

-Supongo que las apariencias engañan. -dije mirando su rostro angelical y sintiendo un escalofrío por todo mi cuerpo.

Después de pactar esta tregua, volvimos a clase instante antes de que lo hiciese la maestra

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Después de pactar esta tregua, volvimos a clase instante antes de que lo hiciese la maestra. Durante toda la semana nos habíamos dedicado a practicar la coreografía básica, y si debía ser sincera, ya estaba aburrida de repetirla. Las horas fueron pasando y las clases llegaron a su fin. Al llegar a mi casa, y tras haber comido, me dediqué a ordenar y limpiar todo. Tan metida estaba en mi tarea que no me di cuenta que el reloj ya marcaba las siete menos cuarto ¡Tenía quince minutos para cambiarme de ropa y llegar al trabajo a tiempo! Tan alterada estaba ante la idea de llegar tarde, que no me di cuenta de las nubes negras que cubrían el cielo. Más tarde lamentaría haber dejado mi paraguas rojo en la entrada de mi casa.

-Na- Nathaniel -saludé a mi jefe entre jadeos y bufidos- Siento lle-gar tarde.- dije intentando recobrar el aliento tras haber corrido diez minutos sin parar.

-Débora llegas cinco minutos antes de tiempo- me hizo saber Nathaniel dando varias palmaditas a mi espalda- Anda melodramas, ves a preparar las mesas. -mientras me dirigía tras la barra, me cogió del hombro para detenerme- Este domingo me pasaré por la mañana a tú casa para lo de las clases esas que me pediste.

-¡Perfecto! Gracias.- dije dándole un abrazo que le dejó sorprendido.

Fue una tarde tranquila, sin muchos clientes y con la televisión encendida de fondo a bajo volumen. A medida que se acercaba el final de mi turno, fuera del bar empezó a llover. Al principio era una suave llovizna. Esas que sin darte cuenta te van mojando poco a poco. Pero a medida que avanzaba el tiempo, se convirtió en un diluvio. Mientras atendía a una de las mesas maldije no haber cogido el paraguas.

-Débora -me llamó uno de los clientes más mayores del bar. No había día que no lo viésemos en por el lugar.

-Dime Juan. ¿Qué te traigo? ¿Otra caña? -le pregunté.

-Nada, nada. Era si podrías subir el volumen de las noticias.- me preguntó él señalando la televisión con su dedo calloso.

-Claro.- una vez tras la barra, cogí el mando y subí el volumen. Estaban hablando de la tormenta y como esta iba a durar toda la noche y parte del día siguiente. Era una de las más grandes en los últimos años, y recomendaban no salir en coche para evitar posibles accidentes. Genial... Magnífico Simplemente, maravilloso. Estaba tan metida en mis pensamientos que al principio no me di cuenta de la nueva noticia que estaban dando. No al menos, hasta que lo que la presentadora estaba contando activo un recuerdo de mi memoria que creí haber cerrado bajo llave.

La Perdición del Lobo [1] ✔Where stories live. Discover now