Ella se rió conforme peinaba con una mano los mechones sueltos de su recogido, pues se notaba que tampoco había pausado sus labores por unos minutos para descansar. Dejó la cesta que contenía las sábanas de los camastros en el piso y se acercó a la mesa para también robar una de las galletas con un guiño juguetón.

—Solo digo que últimamente estás comiendo más y a deshoras —comentó, tomando otra galleta que devoró con la misma rapidez que la primera— Si sigues así acabarás engordando.

Su vista bajó hacia tu regazo, dándote un repaso de arriba abajo mientras ella se pellizcaba las caderas y sus propios michelines debidos a la edad, la falta de ejercicio y que también le gustaba zampar. Le hiciste un puchero ofendido y le sacaste la lengua antes de agarrar la última galleta para mordisquearla con un mohín en tus labios al escucharla reír. Tal vez tuviera razón en que estabas comiendo un poco más, pero era lógico si necesitabas nutrirte para tener la suficiente energía durante todo el día para limpiar, cocinar, ir al pueblo y demás tareas que ella te imponía.

Aun así, miraste tu abdomen cuando ella se marchó de la salita, solo para comprobar que tu vestido de primaveras pasadas estaba un poco más ajustado en esa zona. Bien podría ser tu postura desgarbada y dejada sobre la silla, porque al sentarte con la espalda recta y como una perfecta señorita las arrugas y la tela suelta del vestido volvieron a aparecer como si nada la rellenase.

—Solo me tiene envidia porque ella engorda un montón y yo no porque soy joven —comentaste en voz alta mientras devolvías el tarro de galletas a su estante.

—¡Te he oído, niña insolente! —tu madre asomó la cabeza por la ventana de la cocina, pues había salido al patio a terminar con la colada. Estaba fingiendo que se sentía ofendida cuando arrugó sus cejas y te señaló con un dedo acusatorio, pero no podía ocultar su sonrisa torcida porque sabía que tenías razón— Y corrígete porque todavía eres joven, (Nombre). Ya quisiera verte a mi edad y tras un embarazo como el que tuve contigo... ¡Rodarías colina abajo de lo oronda que estarías!

Ella comenzó a divagar mientras lavaba las sábanas en una tina hecha de madera y llena de agua tibia que esa mañana trajiste del río. Usó el jabón elaborado con grasa animal y hierbas para paliar el olor y perfumar las telas, así que ella continuó con su monólogo quejándose de lo mala hija que eras, el embarazo largo y fatigoso que tuvo que soportar contigo y de lo desagradecida que eras con ella por preocuparse por tu salud mientras restregaba con ahínco las sábanas sobre una tabla corrugada. Tú rodaste los ojos al escucharla, haciendo oídos sordos cuando se ponía de esa forma porque te dabas cuenta de que sus palabras no iban como mala intención ni para hacerte daño, si no para mantenerse entretenida de algún modo conforme realizaba una de las labores más tediosas de la casa.

No sería una madre si no estuviera criticando todo lo que había a su alrededor y exagerando también lo que ella hacía perfecto.

Pusiste los ojos en blanco conforme te alejabas del ruido monótono de su voz para tomar la escoba y ponerte a barrer por la planta baja, viendo como pequeñas nubes de polvo en suspensión se creaban alrededor de tus zapatos cuando barrías bajo el sofá tras desplazarlo a un lado. Tu madre podía decir lo que quisiera de ti, pero no podía justificar su maldita manía de esconder los montoncitos de pelusa y suciedad bajo el mobiliario con la excusa de "ojos que no ven, corazón que no siente", como solía decir cuando le increpabas su modo de limpiar.

Negaste con la cabeza, dispuesta a dejarlo pasar cuando un grito desgarrador llegó hasta ti, congelándote en tu lugar. El alarido denotaba puro terror, ahogándose casi al final cuando el fuerte estallido de madera y algo volcándose te hizo reaccionar y correr tan rápido hacia tu madre como tus piernas te lo permitieron.

My little red temptation (+18) [Katsuki Bakugou x lectora]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن