III

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Dedicado a KiKaLoBe

III

Charles Xavier regresaba dentro de su carruaje, satisfecho por el viaje y aliviado de llegar a su casa. No había nada como el hogar y él sintió que el aire cambiaba cuando el coche apenas pasó el portal de Westchester. Todavía debía transitar un largo recorrido para arribar a la mansión pero ya casi estaba en ella. Se arregló el paño de seda blanco que rodeaba su cuello y se acomodó en el mullido asiento para observar el paisaje a través de la ventanilla. No se cansaba de admirarlo porque él adoraba su casa. Estaba orgulloso de encargarse de estas tierras, cuidar de su madre y proteger la herencia de sus ancestros. Su padre se había esforzado en alzar por lo alto el nombre de los Xavier y él seguiría su legado. Charles amaba su hogar, amaba su familia, pero no se decidía a conseguir una esposa para agrandarla. Ofertas le sobraban y él era todo un galán. Le gustaban las mujeres divertidas como Moira y algunos hombres, aquellos decididos que tenían en claro lo que deseaban de la vida. Charles se preguntaba por qué si Moira era su tipo de mujer, no la elegía como esposa. Se llevaba bien con el general MacTaggert, obviamente escondiendo su mutación, conocía su finca desde niño, pero ella, Moira, no lo convencía y él no entendía por qué. Su madre se culpaba argumentando que ella le había leído en la cuna las novelas románticas que tanto la fascinaban y que por eso Charles, siendo un bebé, se había formado una imagen idealizada de la persona con quien debía casarse. Todo era culpa de las novelas rosas y la adicción de su madre a ellas.

Charles reía. Solo a Sharon se le podía ocurrir una suposición tan ridícula. Tal vez se culpaba a sí misma para no culparlo a él por ser un indeciso, vaya uno a saber el motivo.

Pensó que quizás el problema no era Moira sino su padre, el general, encargado de la patrulla para cazar mutantes en Escocia. Recordó la plática que habían tenido esa mañana durante el desayuno en Edimburgo, antes de que Charles emprendiera el viaje de regreso. El militar estaba preocupado porque se comentaba que Magneto había sido visto cerca de la ciudad. Se creía que hacía ocho meses que había cruzado del continente a la isla y los asesinatos de los últimos tiempos eran prueba suficiente de que estaba en Gran Bretaña. MacTaggert estaba inquieto porque Magneto podía tener como próximo blanco a un amigo suyo que Charles no conocía, el doctor Bolivar Trask. Este científico, apasionado con el progreso de una forma que rozaba la locura, tenía fama de experimentar con los mutantes que la patrulla escocesa le proporcionaba, con métodos sádicos y perversos. Se contaba de muchos mutantes desaparecidos que podían haber llegado a su laboratorio. MacTaggert tenía fundadas razones para creer que Magneto merodeaba cerca de Edimburgo para cazarlo y cobrarse venganza.

Charles suspiró y trató de pensar en asuntos más placenteros como la fiesta de disfraces que iba a dar en un mes y a la que Moira estaba invitada. Si las cosas resultaban bien esa noche, podría plantearse proponerle matrimonio de una buena vez.

De repente, vio que su amigo Logan llegaba cabalgando a todo trote hacia el carruaje. El chofer detuvo el coche y Howlett se acercó sin descender del caballo hasta la ventanilla.

─Baja, Charles ─ susurró la orden ─. Tenemos que hablar.

Tanta discreción hizo que el duque lo estudiara. Sin embargo, Logan no estaba para exámenes.

─En serio, apúrate ─ ahora alzó la voz.

Charles bajó. Howlett desmontó y llevando al caballo de las riendas, guio a su amigo hacia unos árboles para alejarse del coche.

─ ¿Qué pasó que te tomas tanto trabajo para que el cochero no te escuche? ─ interrogó el duque ansioso.

─Mira, Charles, me equivoqué en grande. Tu madre está bien, mi hija está bien, la servidumbre está bien, pero Magneto está en la mansión.

El Misterioso Visitante. (Cherik - Wolvesilver)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ