A su amiga no le gustaba festejar sus cumpleaños, desde que su papá había fallecido, pero habían pasado ya diez años y Carla creyó que era tiempo de dejar que el pasado la atormente y pueda disfrutar de su día sin tristezas.

-Te prometo que va a ser una noche especial – le dijo Carla a Laura el día de la invitación, cuando ya estaba todo organizado.

 Laura a los quince era en chica muy dulce y divertida, siempre sonriente. Alta comparada  con chicas de su edad y delgada, con buena figura, su cabello color miel, largo y brillante enmarcaba  su hermoso rostro, con labios carnosos y sensuales, ojos marrones  muy expresivos y sinceros, tanto que le era difícil mentir u ocultar algo a quien la conocía, sus ojos reflejaban lo que ella pensaba. No se reconocía ni bella, ni sensual, pero lo era y todos los muchachos  se daban vuelta al verla pasar. Era muy atractiva. No le gustaba maquillarse, porque no  quería convertirse en otra persona frente al espejo, era natural y así quería verse.

Javier era dos años más grande que Laura y Carla, compañero de colegio y aventuras de Federico, primo de Carla. Le gustaba mantenerse en forma,  corría  cada vez que tenía tiempo y practicaba muchos deportes. Su  cabello corto de color caoba hacia que resalten sus pequeños ojos verdes, tenía labios gruesos y una nariz que sin ser pequeña era perfecta para su rostro haciéndolo lucir masculino. Siempre estaba prolijo, nunca se lo veía desaliñado y le gustaba oler y vestir bien.

Estaba enamorado de Laura desde hacía tiempo, pero nunca se había animado a decírselo, primero por la edad de ella y después porque dudaba que lo mirase como a él le gustaría, pero su belleza y dulzura lo tenían cautivado y estaba cada vez más decidido a romper el silencio, hablar  con ella sinceramente y contarle lo que le sentía sea cual fuese su respuesta. No sabía qué pensaría ella ante su declaración pero la única forma de saberlo era diciéndoselo. Reconocía que su reputación de mujeriego le precedía, pero todo quedaría atrás si ella lo aceptaba, estaba dispuesto a dejar su libertad por esa niña dulce que no lo dejaba dormir invadiendo sus pensamientos.

 Ya no podía dejar de pensar en ella, no quería esperar más, si lo rechazaba, sabía que sufriría, pero ya sabiendo que no tendría esperanzas, buscaría la forma de olvidarla, tal vez con alguna linda chica intentaría pasarla bien, como siempre hacía y porque no, encontrar el amor.  No le era difícil conseguir quien lo mire, era muy buen mozo. Para él Laura era especial, no era una más,  le gustaba mucho, sus sentimiento por ella superaban los de la amistad, soñaba con besarla  y… muchas cosas más, pero su imaginación de lo que haría no era como con cualquier chica con la que se sueña, con ella era diferente, había dulzura en sus sueños, se sentía enamorado de Laura. Estaba inquieto porque por primera vez iba a conquistar a una chica, no solo era atracción física, sus deseos eran más profundos, no alcanzaría con besarla o simplemente tener sexo con ella, era mucho más lo que quería con Laura y por eso necesitaba que ella sienta lo mismo y formen una relación que perdure en el tiempo, él buscaba hacerla su novia.

Para ella era, Javier era como un imposible, lo miraba de lejos sin percatarse de sus sentimientos, siempre bien acompañado por chicas hermosas que lo rodeaban y lo abrazaban o besaban. Lo veía muy atractivo, tal vez  el tipo de hombre con quien le gustaría estar algún día, pero era “el mujeriego” Javier, ella no estaría en su lista, no era su target y tampoco quería serlo porque no compartía ese tipo de relaciones con los hombres. Simplemente por eso estaba descartado. Aunque a veces se descubría observándolo y pensando cómo, a futuro, le molestaría le presente una novia oficial, la sola imaginación de esa situación la incomodaba y la ponía de mal humor, pero sabía que algún día pasaría y tenía que aceptarlo. Él era  más grande, guapo e imposible.

Volver a Intentar (Completa y en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora