Parte 1

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Carla no quería oír lo que su amiga le confesaba, la escuchaba con ojos cubiertos  de preocupación y angustia, sabía todo, conocía como nadie la historia, y el motivo que había desencadenado la ruptura -…pero no es esta la solución, no... Aún hay amor entre ellos – pensaba.

Laura seguía explicándole a Carla como se sentía y porque tomaba la decisión que tomaba.

-Ya no podemos seguir intentando Carla, nos lastimamos mucho, cuando decidimos esta separación sabíamos que podría no haber vuelta atrás, o por lo menos yo lo sabía.- Sentenció Laura. –Le voy a pedir el divorcio. Ya estamos grandes, nos conocemos demasiado y no podemos seguir haciéndonos daño, pasamos por algo terriblemente doloroso y no pudimos superarlo. Listo, borrón y cuenta nueva, es muy difícil, para los dos, nos queremos mucho y nuestra historia es hermosa, pero debajo de una terrible desgracia que no pudimos superar, necesitamos recorrer el camino separados, tengo veintinueve años, aún puedo intentar una nueva pareja, él también. Quiero tratar de recuperar algo de la felicidad que perdí, los dos nos merecemos volver a intentar enamorarnos, intentar sonreír otra vez, ¿no te parece que tengo derecho? – le preguntó a su amiga con angustia y la voz quebrada por el llanto reprimido, sus palabras estaban más orientadas a auto convencerse de su idea qua intentar hacerlo con Carla. Hizo una pausa para tomar un sorbo de agua.

 – En el último tiempo de convivencia,  cada vez que hablamos era para discutir, nos mirábamos  con bronca, ya ni compartíamos la cama... –dijo rompiendo en llanto mientras  Carla  trataba de consolarla.

Carla conocía a Laura como nadie, se hicieron amigas de niñas, cuando la familia Cosi se mudó al barrio donde ella vivía. Laura y su mamá estaban solas, su papá había muerto en un accidente dos años antes de la mudanza. Compartieron  navidades, cumpleaños, vacaciones… eran como hermanas de la vida.

También conocía a Javier desde esa época porque era el mejor amigo de su primo Federico. Los cuatro eran inseparables desde la infancia.

Había sido testigo del amor de Laura y Javier, desde el comienzo, había presenciado el primer beso, sabia de su primera relación sexual y todas las dudas que Laura tenía sobre eso, de la emoción de ambos al escucharse decirse “te amo” por primera vez, de los celos indomables de Laura, del apoyo de Javier cuando la mamá de Laura enfermó y murió y del de ella cuando Javier perdió a sus padres en ese accidente, de la ilusión de vivir juntos. Había sido testigo de todas las cosas por las que habían tenido que pasar en sus vidas, pero siempre el amor los había guiado y ella sabía que esta vez así sería también. No dudaba  del amor que sentía el uno por el otro, incluso después de tantas idas y vueltas, de tantos problemas y tanto dolor por la desgracia más absurda que tuvieron que vivir. Por eso no compartía la idea de la separación definitiva, creía en el tiempo, el único capaz de curar heridas y hacer cambiar de parecer. Carla no era de las personas más enamoradizas ni románticas, aun así confiaba en el amor de Laura y Javier.

Mientras volvía a su casa, después de la charla con su amiga,  recordó ese cumpleaños, aparentemente tan lejano, cuando comenzó el noviazgo.

Una semana antes del cumpleaños número diez y seis de Laura, ella, Federico, Javier y un grupo de amigos del colegio habían organizado un festejo, nada especial, al estilo de Laura. Saldrían juntos a bailar al boliche de siempre.

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