—No podías, era una prueba... —dije mientras mi tono de voz se quebraba, pensando lo peor—. Espera, ¿cómo sabes que fue horrible? ¿No se supone que solo estuvo en mi mente?

—Claro que estuvo en tu mente, pero no es difícil adivinar lo horrible que fue cuando te vimos retorcerte de dolor en el suelo—aclaró con tristeza, haciéndome soltar un suspiro de alivio—. Tampoco me es difícil imaginar lo que viste, considerando que gritaste mi nombre y pareces feliz de verme con vida.

—Siento que hayan tenido que ver ese espectáculo —murmuré con tristeza, pensando en si debería compartir lo que había visto. Me di cuenta de que en realidad, aquella visión me había recordado que la vida era muy corta para evitar conversaciones tan importantes—. Yo... tuve que dejarte morir, Alhaster. Y aunque estés aquí no sabes cómo lo siento... quise morir contigo, pero sabía que no era lo correcto y yo...

—No tienes que explicar nada, sé que solo era un truco. Te entiendo.

—Sí, solo fue eso... —susurré, a la vez que los recuerdos de su muerte regresaban a mí, y trataba de abstenerme de pensar que, un día, esa situación podría no ser ficticia.

—No llores —pidió, sorprendiéndome. Ni siquiera me había dado cuenta de que estaba llorando, por lo que solo limpié mis mejillas y sonreí para mostrarle que estaba bien. Que podía seguir, a pesar de todo el miedo que me consumía y la rabia y frustración que necesitaba liberar. ¿Cómo había sido capaz de dejarlo morir? Aun podía sentir en mi mano la sensación de dejarlo caer a su suerte—. No te sientas culpable por hacer lo correcto, ¿sí?

—¿Por qué se siente tan mal si es lo correcto? Me duele haberlo hecho... ¿Y me estás diciendo que de verdad no te molesta ni un poco que te haya dejado morir?

—No lo hiciste, y no, no me molesta nada. Tú elegiste la mejor opción y esa era salvarte, no podíamos morir juntos. Eso habría sido patético —bromeó, pero yo no reí.

—¿De haber sido al contrario me habrías soltado? —cuestioné en voz baja—. Si tú hubieras estado en mi lugar, ¿hubieras elegido salvarte?

—Te explicaré algo, Ilora. Los dragones somos protectores. Nosotros no elegimos serlo, nacemos siéndolo. Desconozco las razones por las que estamos ligados con los hechiceros, pero comprendo que de elegir una vida, siempre serán las suyas primero —iba a hablar, pero él continuó—. Somos entrenados para ello, para ser todo lo que nuestro protegido o protegida necesite. Si estuviera en tu situación te salvaría a costa de mi propia vida, por ello no me cuesta comprender el que eligieras vivir. Habría sido equivocado morir juntos, porque entonces significaría que yo no cumplí mi misión.

—Entonces solo soy tu deber —lo interpelé, apretando mis labios. Sus palabras habían sido sinceras, pero no era lo que yo quería escuchar.

—Sí, Ilora, eres mi deber —reconoció y sentí como si un balde de agua cayera de lleno sobre mi cabeza—. Pero debo reconocer que, en este momento, no estoy siguiendo ningún código. La única y verdadera razón por la que haría todo por ti, es porque así lo quiero, te seguiría a donde fueras sin dudarlo y nada tendría que ver con mi entrenamiento, porque ahora no estoy siguiendo a la razón, sino a mi corazón. Nada ni nadie nos separará, a menos que tú lo desees.

—¿Lo prometes? —cuestioné, sintiendo a mis ojos aguarse. Había sido lo más hermoso que me habían dicho en toda mi vida.

—Te juro, por el honor de los dragones, que así será. Al menos mientras tú quieras que así sea.

Ni siquiera respondí a eso, ya que sonaba imposible, así que solo rodeé mi cuerpo con mis brazos y me recosté más en su cuerpo. Por supuesto que no haría nada para alejarlo. Pareció entender mi silencio, pues elevando un poco su cabeza, juntó su hocico contra mis mejillas, haciéndome sonreír ante el gesto.

CDU 2 - El legado de Faedra [GRATIS]Where stories live. Discover now