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Yoongi articuló las palabras con esfuerzo, sintiendo que su cuerpo se iba rindiendo, cada intento de moverse era una batalla perdida. Namjoon, incrédulo ante la escena, fijaba la vista en la hoja metálica incrustada en su amigo. Aturdido, sin saber cómo actuar, su mente desesperada deseaba la presencia de Seokjin, quien sabría cómo resolver aquella crisis.


—¿Taehyung? —Jungkook irrumpió de nuevo, colocándose la mochila. Namjoon lo miró lleno de reproche, pero este se mantenía sereno—. Taehyung no te pertenece... —proclamó con una sonrisa provocativa dirigida a ambos.


—¿Tienes el descaro de sonreír ahora? —replicó, la irritación era palpable en su voz—. Yoongi no representa una amenaza. ¿Cuál es tu razón para atacarlo?


—No va a morirse.


La sonrisa se borró de su rostro tan rápido como había aparecido. Los reproches de Namjoon le eran indiferentes; su relación nunca había sido buena, y tener que escucharle en aquel momento lo irritaba en extremo. Podría deshacerse de él, inventar una historia diferente y escapar solo con Yoongi, pero atraer la ira de Seokjin era lo último que quería.


—No extraigas la cuchilla; está previniendo que se desangre más. Queda un largo camino hasta llegar a donde está Seokjin —indicó Jungkook—. ¿Podrías llevar a Yoongi tú mismo?


—¿Por qué no te haces tú mismo responsable de tus actos? —demandó, la molestia teñía cada palabra.


Jungkook rodó los ojos en señal de exasperación, asintiendo con reluctancia mientras se acercaba a Yoongi. Aun con su fuerza menguante, Yoongi repelió la mano del más joven. Por más que el abismo del desmayo amenazara con engullirlo en cualquier instante, sus sentidos permanecían alerta, incapaz de comprender la naturaleza dual del ataque y la posterior oferta de ayuda del joven de cabellos oscuros.


—No me toques —su voz tensa era una clara advertencia.


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