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La ansiedad de Jungkook por ayudar y la parálisis del terror que invadía su cuerpo eran una combinación que detestaba intensamente. Mientras Seokjin derribaba con determinación al quinto infectado y Namjoon escudriñaba alerta los alrededores, él solo se limitaba a observar, inerte, con Eddy a su flanco. La idea de que era otra mascota que necesitaba ser protegida comenzaba a afianzarse en su mente.

El ardiente deseo de asistir era tangible, pero su inmensa fobia a los infectados le encadenaba; cualquier intento resultaría en su propio cuerpo traicionándole en una congelación de terror, lo que finalmente le convertiría en un sujeto de rescate más. La autodefinición como una carga para sus mayores se hacía más certera con cada momento inmóvil.

Seokjin, sin un ápice de preocupación por el gesto de disgusto en la cara de Namjoon, limpiaba la hoja de su cuchillo contra el tejido de sus pantalones. No había lugar para remordimientos en el apocalipsis, ninguna acción podía ser juzgada en tales circunstancias. Asegurándose de que el infectado ya no representaba amenaza alguna con una patada final al cráneo inerte, se dirigió hacia Jungkook, quien se mantenía con los brazos cruzados y un puchero apenas disimulado adornando su rostro.

No se engañaría a sí mismo diciendo que Jungkook le desagradaba completamente, pero tampoco le tenía especial afecto. Aun sin conocerse profundamente, se mantenía cauteloso; estaba bien consciente de que, por propia experiencia, a menudo los de apariencia inocente resultaban ser los más peligrosos.

Era incapaz de interpretar aquel semblante que oscilaba entre la solemnidad y el asombro. Había en aquel chico un aura de peculiaridad, enmarañada con destellos de un temor palpable. La certeza se ancló en su mente como una revelación sombría: ese niño se convertiría en una fuente de complicaciones. Aun así, no se atrevió a oponerse a Namjoon.


—¿Así que estás sorprendido? —lanzó la pregunta con un tinte de arrogancia que inflaba su ego al notar el efecto intimidante de sus palabras—. ¿Qué sucede? ¿El niñito está atemorizado?


—Por supuesto que no —contestó, más su tono sugería lo contrario, y Seokjin no era ajeno a esa mentira—. Tratabas la situación por tu cuenta, ¿por qué había de entrometerme? Además, estoy al cuidado de Eddy.


—Entonces, la próxima vez te toca a ti —replicó con una sonrisa astuta, su reflejo bailando sobre la hoja de la navaja.

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