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10 años atrás.




Las estridentes carcajadas de cuatro muchachos resonaban por todos los rincones del recinto, ahora un campo de juego no autorizado. Taehyung había orquestado esta dulce anarquía como un guiño travieso a la rebelión contra su hermano mayor. Jungkook, el más pequeño de los cuatro, fruncía el ceño en desapruebo.


Deberíamos marcharnos antes de que él vuelva del colegio —murmuró, pero sus palabras se perdieron en el torbellino de la diversión. Sus cómplices continuaban sus piruetas en el lecho, ahogados entre risas. Jungkook hablaba en serio, la ira de Yoongi era bien conocida por todos.


Taehyung captó la angustia en la voz de su amigo y decidió salir del remolino de risas. Se acomodó al lado, que ahora parecía empequeñecerse bajo la sombra de la expectativa. Taehyung envolvió las mejillas de Jungkook con un calor fraternal, ofreciendo consuelo.


—No te preocupes, Kook. Convenceré a mi hermano de que tú no tuviste parte en esto —le aseguró con una sonrisa persuasiva, procurando que Jungkook prolongara su estadía en esta pequeña aventura—. Le echaremos la culpa a Jimin, dirá que todo fue idea suya.


Una complicidad juvenil se pintó en sus rostros. Jimin, al escuchar la estratagema, los miraba con los labios entreabiertos, acercándose a ellos con pasos regañones y los brazos en jarras, imitando el gesto de una madre preocupada.


—¿Por qué tengo que ser yo? Fue tu idea —protestó, entrecruzando los brazos con gesto desafiante.


—Porque para mi hermano eres el favorito. Si sabe que la idea fue tuya, no nos reprenderá en absoluto —replicó con una sonrisilla astuta. En el fondo, le resultaba indiferente la reacción de su hermano; enfadarlo era parte de su plan.

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