Un ceño marcado adornó el rostro de Seokjin al darse cuenta de que Jungkook no estaba en el último lugar donde lo había visto. El joven se había desvanecido como por arte de magia, justo cuando él había relajado su vigilancia en medio de la conversación con Seung. Era raro en él, siempre atento, dejar pasar algo así.

—¡Dónde está! ¡Habla ya, no estoy para juegos! —exclamó Seung, acercándose a Seokjin con la furia pintada en su rostro, agarrándolo por la camisa con un puño demandante.


—¡No sé dónde diablos se encuentra! ¡Suéltame o voy a matarte!


Su captor, irritado, estrechó aún más su sujeción. —¡Juro que acabaré con los tres!


Con abrupta violencia, lo arrojó de regreso al sofá. Namjoon, acosado por el miedo y la confusión, posó su mirada en Seokjin, invadido por la esperanza de que estuviera bien.


—¡Hey! ¡No vuelvas a tocarlo, desgraciado! —exclamó Namjoon molesto, retorciéndose en su lugar mientras la cuerda que lo mantenía como rehén le lastimaba aún más las muñecas.


—¿Y qué pasaría si lo hago? —apuntó con el arma, su mirada llena de ira hacia Namjoon. Este se quedó en silencio, apretando los dientes frustrado por su impotencia—. Ten cuidado con tus palabras, o lo mataré delante de ti.


La voz de Namjoon se afilaba para un nuevo desafío, pero una mirada categórica de Seokjin lo detuvo en seco, aplacando el ímpetu de su próxima provocación. Un ruido súbito y atronador irrumpió entonces, llenando el ambiente de tensión, el eco del segundo piso se hacía sentir como si alguien se abalanzara con violencia contra las puertas. Namjoon enarcó una ceja, sorprendido al notar la ausencia del más joven, su mente apenas registraba la desaparición acontecida entre el caos.


—Ve y tráelo.


Su compañero asintió con un gesto firme, acariciando la fría superficie de su arma antes de desactivar el seguro en una provocación silenciosa dirigida a Seokjin y Namjoon. Su sonrisa desafiante era una máscara de burla, y con un giro teatral, se encaminó hacia su presa. Las escaleras adoptaban un tono amenazante bajo sus pisadas cautelosas, cada paso resonaba en el silencio, preparándolo para el inevitable encuentro. El corredor se extendía ante él, un pasillo apenas perturbado, lo que obligaba a sus sentidos a agudizarse en la espera vigilante de cualquier sonido revelador que pudiera delatar a Jungkook.


—Sabes que este juego termina aquí... —murmuró con una voz que rozaba el silencio, una promesa velada entre las sombras—. No hay rincón donde ocultarse que yo no descubra, te encontraré... y ahí te mataré.


Los últimos vestigios de la luz del día habían sucumbido a la oscuridad, y solo una habitación ofrecía algún refugio con su puerta abierta de par en par, como una especie de convite mudo a la fortuna y al peligro. Con una sonrisa de certeza anticipada, cruzó el umbral de la habitación, su arma se deslizó adelante, preparada para consignar el destino con un solo disparo. Pero lo que encontró fue un espacio desprovisto de vida, una habitación vacía que desafiaba sus expectativas y alimentaba la trama de la cacería.


—¿Dónde mierda estás? —exclamó, en su voz un matiz de molestia, anhelando una respuesta sin demora—. No tengo tiempo para juegos tontos.

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