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Desperté el domingo temprano por culpa de unos ruidos de algo rompiéndose en la cocina. Maldije entre dientes apartando la sabana hasta que caí en la cuenta.

Me levanté de un salto de la cama y corrí por el pasillo hacia la cocina.

—¡Mamá! —exclamé sonriendo lanzándome a abrazarla.

—Cuidado cariño —me gritó para que frenara y luego señaló el suelo—. Te vas a cortar. Sal ahora mismo.

Miré el suelo y estaba lleno de cristales y yo estaba descalzo, siempre suelo dormir solo con calzoncillos y al salir corriendo no lo pensé.

Di pasos hacia el pasillo mientras veía como pasaba la escoba para quitar los cristales. En cuanto terminó no le dio tiempo a dejar la escoba que ya me lancé sobre ella para abrazarla.

Mi madre río entre mis brazos:—Yo también te extrañé mi vida.

—Te quedarás, verdad?

—Solo un tiempo pero el suficiente para pasar tiempo contigo.

Eso me desanima un poco pero me alegro de que por lo menos esté aquí unos días. Podría ser peor y cuando te crías con un solo progenitor aprendes a valorar el tiempo que pasa contigo.

Nos preparamos un desayuno digno de reyes de tortitas con nata, fruta y nunca olvidarse del café.

Mamá y yo nos acoplamos en el salón el resto de la mañana y tarde. Pedimos comida china y nos tumbamos juntos a ver películas. Al tener a mi madre apoyada en mi brazo mi cabeza solo pensaba en una cosa, o más bien en una persona. Una morena de ojos océano con curvas de infarto, el culo perfecto y esos preciosos pechos que pagaría por ver sin ropa.

El olor a frambuesa que desprende mi madre no se compara al dulce olor a rosa fresca de Erin.

Creo que tengo un problema con la vecina. La vecina que es amiga de mi madre y me saca veinte años, pero a nadie le importa porque es tan jodidamente ardiente que me quemaría a gusto.

Mi madre se despierta bostezando y me mira con una sonrisa:—Ya es tarde cielo.

Nos levantamos del sofá y cada uno entra en su cuarto. Me tumbo en la cama cuando de repente aparece mi madre por la puerta. La observo atentamente cuando entra y se acerca a mi y sacar las llaves de mi moto.

—Un pajarito me ha dicho que has sido obediente esta semana —murmura dejando las llaves en mi mesilla.

Me da un cálido beso en la frente y se marcha apagando la luz.

Miro las llaves sobre la mesa y sonrío antes de dormirme como un tronco. Tengo que darle las gracias a ese pajarito.

A la mañana siguiente despierto de buen humor, el desayuno con mi madre es tranquilo y cuando bajo en el ascensor después de una larga semana sin mi moto me subo en ella y le doy un beso. Disfruto del sonido al arrancarla y como ronronea al acelerar suavemente hasta arrancar fuera del edificio. Al llegar al instituto Kenneth baja del coche de su padre al mismo tiempo que yo bajo de la moto. Me sonríe levantando el pulgar y camino hacia el para entrar a clase.

Por el pasillo veo a Lyd aparecer hacia mi. Cuando sus ojos se posan sobre mi y una sonrisa se forma en sus labios pintados de marrón entro en pánico y por un momento pienso en empujar a Kenneth hacia otro pasillo para evitar que diga nada.

Tengo la sensación de que no recuerda el trato que hicimos sobre no mencionar nada de lo que pasó en los baños de aquella casa. Se me corta la respiración cuando pasa por mi lado rozando mi brazo pero sin decir nada, solo me guiña el ojo.

Atracción ✔️Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ