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Abro perezoso la puerta de mi habitación bostezando mientras me rasco mi bonito culo porque me pica. Ayer volví tarde a mi habitación por estar con Erin en su cama venerado su cuerpo hasta acabar los dos muy satisfechos y muertos de cansancio.

—Eres una pedazo de guarra, tía —frunzo el ceño ante el vocabulario de mi madre—. Me parece fatal que sigas sin contarme —escucho que sigue diciéndole a la persona con la que habla—. Después de lo que oí esta noche necesito detalles y no te irás sin contarme.

—No hay nada que contar —me quedo quieto al oír la voz de Erin.

—¿Como no va a haber nada que contar? —exclama mi madre—. Tus gritos se oían desde aquí por lo que hay mucho que contar sobre ese hombre misterioso.

La risita de Erin me hace sonreír y aunque es un poco desagradable que mi madre nos escuchara estoy orgulloso de saber que soy tan bueno en la cama que hice gritar tanto a Erin que se oían sus gemidos en todo el edificio.

—Háblame de él —insiste mi madre y decido aparecer en la cocina para salvarla.

—Buenos días —digo con una sonrisa que me tiembla al ver que Robert también se encuentra allí sentado al lado de mi madre demasiado cerca para mi gusto.

—Hijo por dios, ponte ropa que hay visita —me regaña mi madre.

Siempre duermo en calzoncillos

—No creo que les moleste como vaya en mi casa —replico encogiendome de hombros—. Dudo que los asuste.

Y en caso de Erin no verá nada que no haya visto, pero obviamente eso no lo puedo decir en voz alta.

—Aiden —amenaza mi madre.

Pongo los ojos en blanco y vuelvo a la habitación a vestirme. Ya no podré disfrutar de las reacciones de Erin y de la forma en que sus ojos me escanean y de cómo se muerde el labio reprimiendo el fuerte y grande deseo que tiene por mí.

Me peino el cabello con los dedos delante del espejo. Después me pongo las cadenas en la cintura y el colgante sobre mi camiseta de cuello redondo de color gris. Me dejo las mangas largas hasta el codo y salgo de nuevo notando mi estómago rugir.

Me sirvo una gran taza de café observando a mi madre hablar con Erin y como a ella se le van los ojos a mi dirección aunque trata de evitarlo para que mi madre no se de cuenta.

Le doy una sonrisa traviesa moviendo las cejas y usa la taza de café para cubrirse el rostro llevándola a los labios. Le hago un gesto obsceno con los dedos y mi lengua y ella se atraganta sorprendiendo a mi madre y a Robert que se mueven preocupados cuando mi Erin comienza a toser.

—Traele un vaso de agua, Robert —le ordena mi madre al hombre que se levanta encontrándose conmigo en la cocina.

—Estoy bien, tranquila —murmura Erin echándose el cabello hacia atrás aniquilandome con la mirada.

Robert llena un vaso con agua de la jarra de la nevera y antes de volver junto a mi madre y Erin me sonríe con amabilidad.

—Te he traído gofres recién hechos con chocolate —señala la mesa de desayuno detrás nuestra—, tu madre me dijo que son tus favoritos.

Miro hacia atrás una caja de plástico llena de gofres con una pinta deliciosa y me mosquea porque quiero odiar a este hombre pero mi madre supo como conseguir que compre mi cariño a base de masa dulce con chocolate caliente.

En cuanto Robert vuelve al salón no contengo las ganas de ir hacia la mesa con cuchillo y tenedor en mano devorando sin respirar los gofres.

—¡Aiden! ¿Te has comido todos los gofres? —exclama mi madre rato después entrando en la cocina poniendo las manos en las caderas.

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