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El humo entró en mis pulmones de nuevo, lo aguanté ahí durante unos segundos hasta no soportarlo más y lo dejé salir lentamente. Miles cogió el cigarrillo de mis dedos para llevárselo a los labios y repetir el mismo proceso que hizo yo. 

Mi mente comenzó a relajarse pero los pensamientos no se iban.

—¿Vas a contarnos que te pasa? —pregunta Miles.

—Ha tenido que ser algo malo para que nos pidieras venir a fumar a primera hora de la mañana.

Kenneth está sentado justo enfrente contra un árbol ya que él no quiere fumar con nosotros porque quiere estar complemente consciente a primera hora que toca con su amada profesora Kim.

No respondí. Solo cogí el cigarrillo de nuevo y volví a hinchar mis pulmones con todo el humo posible. Necesitaba relajarme, había pasado ya varias noches sin dormir pensando en Erin y en su precioso culo de melocotón. No nos cruzamos en días y como un idiota enamorado no dejé de salir al balcón encontrándome siempre las puertas de su habitación cerradas y las cortinas echadas.

Llevo varias noches durmiendo con mi madre para resistir la tención de cruzar el maldito muro que separa los balcones y colarme en su habitación para hacerle ver que cortar conmigo fue un error.

Extraño tanto estar cerca de ella, dormir con ella, besarla, tocarla y tener sexo, sus gritos de placer son lo mejor del mundo.

Pensar esto me hace ver lo jodidamente enamorado que estoy y lo jodido que estoy.

Esto es una mierda.

Las horas de clase se me hacen eternas, apenas presto atención porque no tengo ganas de estar aquí. Por una vez siento que soy el protagonista de una novela adolescente y en este caso no es la chica deprimida sino el chico porque los chicos también tenemos sentimientos, nos rompen el corazón, nos podemos deprimir e incluso llorar, no es agradable. Aunque yo no he sido capaz de llorar, supongo que tengo todo tan metido dentro que ya ni siento nada y el dolor en mi pecho debería salir para hacerme sentir mejor, pero no sé como liberarlo.

La única forma que se me ocurre viene a mi mente cuando veo a Miles a dos mesas a mi derecha escondido tras su libro babeando sobre la mesa.

Al terminar las clases cuando llega la hora de salida y después de recoger mis cosas salgo corriendo detrás de él antes de que se vaya.

—Miles, necesito un favor —lo alcanzo antes de salir—. ¿Puedes darme algo más fuerte?

—Aiden, ¿que te pasa?

—¿Puedes dármelo o no? —gruño con poca paciencia.

—Te daré solo uno pero cuidado que no estás acostumbrado —mete la mano en su mochila buscando algo, mira a todos lados y me entrega un paquete de tabaco.

Dentro hay un solo cigarrillo más grande de los normal hecho con papel de liar junto con un mechero.

Kenneth aparece a mi lado y agradezco que no haya visto nada de lo que Miles me acaba de dar, se pondría demasiado pesado con el tema y no estoy de humor para soportar una charla.

—¿Te vienes conmigo a casa? —me pregunta y niego con la cabeza.

Ambos se despiden y se van con sus respectivos padres lejos del instituto. Me quedo en la entrada del aparcamiento sintiéndome idiota porque mi madre aun sigue en cama reposando y ahora que no estamos juntos Erin no vendrá a por mi. Maldigo entre dientes porque sigo castigado sin las llaves de la moto, tomo nota mentalmente de hacerle un desayuno especial a mi madre para ablandarla y que me las devuelva.

Estaba a punto de emprender el camino a casa cuando una voz a mis espaldas me hacen frenar.

—¿Aiden? —me giro para encontrarme con Karla—. ¿Que haces aun aquí?

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