—De hecho, estás en lo cierto. Me agradas, Ilora, puedo ver hasta en la forma que posas a la reina que crece dentro de ti. Y puedo asegurarte que pronto saldrá y será algo nunca antes visto en Umbrarum.

—Muchas gracias, su majestad —respondí haciendo una pequeña reverencia.

—Ahora, volviendo contigo, mi no tan fiel Castiel —habló el rey mirando al elfo que se había quedado rezagado a unos pasos de mí, junto a Cassie. Como aquella vez en que le corté el pelo, volví a ver la incertidumbre brillando en sus bellos ojos.

—Se lo suplico señor, no diga eso de mí, sabe que si hay un elfo que le es fiel a la corona, ese soy yo —dijo en voz baja pero audible y repleta de dolor. La verdad es que me partía el alma verlo así.

—A pesar de que lo que hiciste fue por una causa entendible y que comprendo lo que la princesa Ilora aquí me ha planteado, no puedo dejar de lado los acontecimientos. Castiel, tu cabello, aquello que más nos representa en este mundo y lo que nos enorgullece cada día, lo que cuidamos con clemencia y honor para que su belleza permanezca intacta, ha sido perdido. Y aunque volverá a crecer en poco tiempo, no cambia el hecho de que ha pasado. Y de esa forma, me veo obligado a castigarte.

—Querido, no seas muy rudo con él... —pidió la reina Yunna, colocando una mano sobre el hombro de su esposo, y este la miro un segundo para luego volver a posar su mirada sobre Castiel.

La sala estaba en silencio, todos aguantábamos la respiración, mientras el rey meditaba su decisión, y la presencia de los elfos caídos solo empeoraba las cosas, poniéndome mucho más nerviosa de lo que ya me encontraba. Sobre todo Liatris, que no dejaba de mirarme con esa horrenda sonrisa sangrienta y esos ojos —si es que se le podían llamar así— rojo carmesí. Me sentía incómoda y no veía la hora de salir corriendo, pero no podía.

—Castiel, eres uno de los elfos en los que más confío, y aunque deberías tener un castigo que se iguale a tu impertinencia, he decidido ser indulgente. De modo que tu penitencia será la de realizar trabajo comunitario, recogiendo y limpiando las heces de todos los acompañantes de los elfos cazadores.

—¡¿Qué?! —gritó Castiel, haciendo que su voz retumbara en las paredes de la sala

—¿Qué te sucede? —susurró Cassie con los ojos abiertos. Pensé en cientos de atrocidades que podrían haberle impuesto, más viendo lo egoístas y descarados que son los elfos, y al escuchar el ''castigo'' que le fue impuesto a mi amigo, me sorprendí al notar que no era para nada severo.

—¿Acaso te molesta? —preguntó el rey con la boca fruncida en disgusto.

—Mi señor, con todo el respeto, no puede hacerme eso. Mis manos no están hechas para tocar excremento, en absoluto.

—No es negociable, Castiel —aclaró el rey—. Harás lo que se te ha ordenado.

—De acuerdo, su majestad, gracias por su benevolencia... —murmuró Castiel hincándose sobre su rodilla.

—Basta de teatro. Mientras tú cumples tu castigo, Ilora comenzará sus pruebas en el reino élfico.

Había olvidado las pruebas, ¿cómo era posible? Sacudí mi cabeza para aclarar mis ideas y respirando hondo, miré hacia el frente, con en el mentón en alto.

—Estoy preparada para lo que me ordene —afirmé con franqueza.

—Verás, Ilora, lo que antes sucedió con Liatris era en realidad un indicio de la prueba que deberás pasar. Evaluaremos tus prioridades, Ilora.

—¿A qué se refiere?

—Quiero saber, tal como Liatris, qué eres capaz de sacrificar para conseguir el éxito. A qué estás dispuesta para lograr lo que se necesita.

CDU 2 - El legado de Faedra [GRATIS]Where stories live. Discover now