Epílogo

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Titanium - David Guetta

-Epílogo-

Para Olimpe Beneres, esa historia siempre estaba incompleta. Frunció los labios y cruzo los brazos encima de su pecho, antes de resoplar tan fuerte que los labios le temblaron.

—No. No. No. —murmuró, enfurruñada —No puede terminar así. Ósea... el abuelo pierde, la abuela gana... se van de viaje y... ¿y ya? —ni su voz lograba interpretar lo indignada que se encontraba.

Su hermano no estaba muy interesado en la historia, sino en la espada de madera que blandía haciendo chasquear el aire de un lado a otro. No tenía ritmo y era más que seguro que si ella tomara la espada lo golpearía muy fuerte, tan fuerte como Hades jamás podría.

Pero eso a papá jamás le importó, Hades siempre iba primero. Hades necesita centrarse más en clase de latín, pues papá se las daba después, y aunque la invitaron ella no necesitaba clases de latín. ¡Ella quería que le prestasen atención a ella!

Y ahora... ahora solo quería que papá terminara de contarle la historia de la abuela.

Toma... toma... eso... muere... muere... —miro a su padre en busca de una explicación que la convenza, y él le hecho una miradita cautelosa a su hermano, ignorándola. Oli se levantó, aún más enojada, no valía la pena el esfuerzo. Siempre recibía más atención el tonto de Hades.

—Hades, cuida tus palabras —murmuró papá, apenas mirando como Oli se levantaba sin explicación, enfurruñada y con una mueca digna de retrato—Oli, ve en busca de Dezza, dile que prepare la habitación, los abuelos vienen y...

—¡Que lo haga Hades! —gritó Olimpe dando un pisotón contra el suelo de mármol y saliendo de la habitación como un ventarrón.

Olimpe salió tan deprisa que no le importo cuando Dezza trato de llamarla en vano, la casa era gigante, por lo que encontrarla era a un más difícil. Ella pasó por el mural de las sonrisas, donde su padre y abuelo habían pintado rostros llenos de felicidad. Se paró y les sacó la lengua, echando la culpa a todos esos niños que le robaban la atención de papá, del abuelo y la abuela.

No tenía sentido, meditó. Y volvió a correr en dirección a las escaleras amplias, tomó fuerza y saltó, cayendo con un golpe un poco incómodo en el filo de las gradas, abrió las piernas y se deslizó hacia abajo.

Casi nunca usaba vestido, porque esa cosa incómoda le impedía saltar y deslizarse como le gustaba, con las piernas abierta, así que no tuvo problema para cuando llegó al gran salón de la planta baja. Corrió de puntillas, sabiendo que varias personas se habían ofrecido a acomodar la casa grande para la celebración de la noche.

El Aniversario de los Guerreros.

Serpenteó las mesas y los sillones hasta encontrar la puertecita de la cocina, estaba tapada por la harina blanca y varias cajas que lanzó antes de escabullirse detrás.

Estaba cansada, por lo que jadeó para recuperar aire y después estiró el brazo hasta rebuscar en la esquina, su dedo gordo topó con algo, y para cuando agarró el bote tenía una sonrisita ansiosa en el rostro.

Por lo menos, si estaba sola y escondida nadie le reclamaría comer las galletas que eran para Hades, ella comió su parte de chispas y harina hace ya tiempo, y Hades las guardaba como un tesoro. Ella era más lista. Ella se robaba el tesoro.

Las galletas eran deliciosas. Por las que las disfrutó mientras reflexionaba en la historia que su padre le había contado hace un momento.

No es que no hubiese escuchado la historia antes, sino que siempre era el mismo final aburrido y repetitivo: Llegaron a América y fueron felices para siempre.

Por Un Arrebato © |COMPLETA|Where stories live. Discover now