Capítulo 18

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"Y su sonrisa... maldita sea

¿Alguna vez han visto un atardecer en la playa?

Pues, la misma calma, la misma magia, pero en su boca."

                                                                                     -Joaquín Sabina

Capítulo 18

Alejandro Miral

El hombre con la barba blanca y paciencia envidiable, extendió la leva, hacia mí. ¿De verdad iba a ser esto? ¿De nuevo?

Hace ya algunos años había aprendido que la belleza no lo es todo, puede ser incluso el arma mortal de la mujer. Tal vez por eso Eleanor no me generaba toda la confianza que debería... no, en lo absoluto era eso.

No quería, y estaba seguro que no podía volver a confiar en nadie.

Solo que aquella rubia, joder. Había conocido a su fiel copia, y había hecho más que solo conocerla, pero ahora, tenía esa estúpida sensación que me decía:

<<Era la equivocada, ella es la correcta>>

Era confuso, horrible, y... Dios, esperanzador.

Muy esperanzador.

Y la esperanza es el peor de los males en el mundo.

Metí mis brazos dentro de la tela, y me envolví dentro, Rony —el ayuda de cámara y mayordomo del lugar— se encargó de deshacer las arrugas existentes.

—Será muy afortunado de casarse con la señorita Leah, mi lord —había tensión en su voz. Fruncí el ceño.

—Será un beneficio mutuo —aunque claro, los beneficios estaban de mi lado.

Jamás lo puse en duda, negocios son negocios.

Eleanor era; extrovertida, pasional, atrevida y nada tímida. Y no lo iba a esconderlo, cada segundo a su lado me llenaba de una intriga sobrecogedora.

Aquella mujer no tenía igual, y aquello era tan contradictorio que parecía un mal chiste del destino.

Tanto así, que, en ocasiones al verla, me preguntaba que sería si Anahela y Eleanor supieran la verdad...

Si aquellas dos se hubiesen conocido.

Pero ahora era imposible, y me alegraba que las cosas se hallan dado de una forma desconcertantemente favorecedora a mi nombre.

Solo diré que, todas las piezas encajan en el rompecabezas correcto.

—No lo dudo, señor Miral —lo dijo con suavidad, como si tanteara el terreno.

Un poco molesto, pregunté:

—Parece que aprecia mucho a mi prometida, ¿Desde cuándo la conoce?

El hombre se giró, sonrió con ternura mientras extendía mi anillo de propiedad, lo tomé, aunque eso no evitaba que cada segundo este con más preguntas. Lo deslice a la vez que miraba fijamente al mayordomo.

—Es la niña más bella que he visto —se giró —Tiene ese algo inusual que no he podido encontrar en nadie. Y es muy buena, aunque su cabeza maquine ideas locas, a mí me parece que... la conozco desde que nació.

El hombre de repente se calla.

—...Pero usted ya sabe eso, ¿no?

Claro que lo sé, Eleanor es tan...

Por Un Arrebato © |COMPLETA|Where stories live. Discover now