Capítulo 22 - Parte 2

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"La mejor manera de librarse de una tentación es caer en ella"

-Oscar Wilde

Capítulo 22- Parte 2

No podía quitar mis ojos de él. Simplemente no podía, y no quería intentarlo.

En mi cabeza se recreaba una y otra vez los acontecimientos de la noche anterior, y no podía dejar de pensar que aquel hombre había sido el protagonista.

De verdad, era tan atractivo...

Su cabello rojo estaba revuelto por la noche de ayer, desordenado y desatado, era tan singular y distinto, era tan diferente al paradigma de belleza clásica, que... que me resultaba aún más hermoso.

Su rostro mantenía un leve sonrojo casi angelical, aunque hace no mucho había descubierto que también podía volverse de todo excepto angelical, y no en un mal sentido, sino... un sentido mucho más divertido.

Mordí mi labio sin querer, o queriendo, después de hoy ya no tenía claro muchas cosas...

Su boca soltó aire despacio, la misma boca que asaltó mi cuerpo sin contemplaciones, que jugo con mi razón y que puso en un enloquecido ritmo mi corazón, parecía tener magia en los labios.

Me removí en la cama, y apreté las sábanas contra mi cuerpo desnudo. Aquello debía avergonzarme o algo parecido, pero yo lo único que deseaba era despertarlo y descubrir más, volver a sentir más que en toda mi vida junta...

Alejandro me asombraba, estiré mi mano con un poco de temor, quería acariciar su perfil, su rostro, necesitaba tocarlo...

Alejandro volvió a soltar aire, pero se removió con sueño, me congelé un segundo y al siguiente me reía como una tonta...

Estiré mi brazo con un poco de nervios, ¿Y si despertaba y se asustaba?

Olvidé aquella estupidez, la necesidad de tocarlo era más fuerte.

Así que, con cuidado acerqué mi mano a su rostro, un simple roce, una pequeña caricia...

Pero aquella electricidad que parecía emanar de su toque me cegó...

Las imágenes y sonidos pasaron por mi cabeza mientras mi cuerpo reaccionaba solo...

Tome aire y aleje la mano. ¿Qué sucedía conmigo?

Era incluso vergonzoso necesitar tanto de alguien, y de una forma tan específica...

Con cuidado de no despertarlo, salí de la cama desnuda, la luz del sol entraba suavemente opacada por las cortinas, y me estiré hasta retener el albornoz que habían dejado tendido encima de los muebles, me dio miedo pensar en cuando paso eso, así que ignoré el detalle. La servidumbre solía ser discreta, pero empezaba a temer de cuánto.

Cuando la tela se movió entre mis dedos, algo cayó al piso, casi me da un patatús al reconocer el trozo de tela demasiado sugerente que la noche anterior había resultado como detonante de mucho...

Bueno, de mucho.

Suspirando, me envolví en la bata y apreté con fuerza el nudo para ocultar mi cuerpo, me sentía cansada y había lugares que me dolían... aquello seguía siendo nuevo y un pleno recordatorio de...

Con prisa tomé aquel trajecito, y lo escondí en un bolsillo del albornoz. Mire nuevamente a la cama, para poder saber si Alejandro había despertado de su sueño profundo, me parecía hasta gracioso, ya que hace no muchas horas había jurado que la que terminaría sin fuerzas ni energías era yo, creo que se había equivocado al medir la resistencia del otro...

Negué mientras ocultaba una sonrisa, y me levanté a buscar sandalias de dormir, aunque no encontraba nada, la ropa que había en el suelo, tirada y arrugada, dificultaba el trabajo.

Tomé el armador de la falda vaporosa que ayer me acompañó al altar, y continué en mi camino, a saber, quién dejo una bata, era ilógico que no me dejara también unas sandalias.

Tomé de nuevo un pantalón que en este caso no era mío, y lo levanté con una sonrisita igual de traviesa.

Y entonces, algo cayó al piso.

Dejé la ropa que había tomado con suavidad en el suelo, y con el ceño fruncido tomé el papel que parecía mirarme de manera retadora desde el suelo.

¡No podía ser verdad!

Cerré y abrí los ojos, para confirmar si en verdad no estaba soñando o algo parecido y miré de nuevo a la cama, dónde Alejandro seguía acostado plácidamente sin dar señales de vida...

Pero allí estaba, el dibujo que en un inicio había causado una tremenda y persecución y al cabo una discusión bastante grande, estaba ante mí.

El dibujo que tenía su firma, y mi retrato...

¿Por qué lo tenía?

Giré el papel, y entonces todo se volvió aún más confuso, sobre todo porque la primera vez que vi este papel no tenía nada escrito...

<< Te culpe de muchas cosas, bella Anahela. Te culpe de pecados que no cometiste y que ciertamente el único culpable de dicha transgresión era yo mismo, y aunque nunca te lo he dicho cuando estabas conmigo, te pido perdón. Sobre todo, porque en un viaje dónde esperaba venganza encontré redención. Te dejo ir, hermosa. Por fin, después de tanto... te dejo ir>>

Escuché un sonido roncó, como un gruñido al levantarse y levanté la vista con la mirada borrosa, estaba por llorar.

Alejandro se removía en la cama mientras susurraba cosas que mis oídos no podían captar, escondí la foto en el mismo bolsillo del albornoz con bastante rapidez y le di la espalda.

Tenía que respirar, aunque ya no tenía aire.

Tenía que sostenerme, aunque parecía que todo mi alrededor se derrumbaba.

Tenía que sonreír, aunque lo único que me apetecía era llorar.

Tomé aire, me limpié las lágrimas y traté de sostenerme o controlarme...

—¿Leah? —fue el primer susurro que pude interpretar —¿Dónde estás, belleza rubia?

Y esa era el problema, yo ya no estaba allí.

Y esa era el problema, yo ya no estaba allí

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