Capítulo 33

695 84 6
                                    

"Cuando la gente que amamos se encarga de abrir nuevas cicatrices, es el momento de dejar de amar."

-Samaí Jara

Capítulo 33

Tiré mi cabeza hacia atrás sintiendo los brazos del sol besarme el rostro, y me reí encantada al sentir que se me chamuscaban las pestañas.

Suspiré el aire fresco que me besaba los pómulos y me acicalaba el interior, recordé encantada el tentador aroma de las lavandas. El recuerdo de Luz en esa cabaña me llegó a la cabeza, pero lo hice a un lado con facilidad. Hoy no dejaría que ninguna cosa mala se acercara a mi pecho.

Miré de reojo a Alejandro, una camisa clásica y simple le cubría el pecho, pero apenas podía ver las costuras de arriba pues su torso estaba cubierto por un mapa sostenido entre esos dedos largos y curtidos por el sol. Aunque el retumbar del pequeño carruaje de lo más veraniego le alzaba con galantería, se mantenía como un hombre de rasgos salvajes y mirada oscurecida. Las botas negras ceñidas a sus pies terminaban el complemento perfecto, ya que el pantalón que se ceñía a sus caderas, por la existencia del cinturón, le conferían todo ese magnetismo y atractivo que le rodeaba siempre.

Me relamí los labios y cerré los ojos, regresando el rostro hacia el cielo azul y claro. Disfrutando del suave retumbar en mi pecho y la sensación cálida de una tarde perfecta.

—Estás loca —río mi marido. Y yo lo miré con una gran sonrisa. Deleitándome con la sonrisa tranquila, relajada pero no por ello menos impactante que pintaban sus labios.

Me volví a mi puesto, levantado mis faldas para que no se atasquen al sentarme. Y traté de colocarme mechones rebeldes tras la oreja, que se habían escapado al volver la vista hacia él. Pero no importaba lo que hacía, los mechones volvían a estar sueltos. Resignada, respondí, devolviéndole mi atención: —Todos estamos tan locos y es tan hipócrita que le juzguemos a alguien de demente, ¿no crees? —el pareció un minuto tenso, pero luego puso los ojos en blanco y volvió a reabrir el mapa, que había doblado con pericia para poder molestarme el orgullo.

—Ya nos salió tu parte filosófica —negué con la cabeza con la misma emoción candente en el pecho. Parecía que nada podía ensombrecer mi nube de felicidad.

Apretó los labios, y los curvó hacia arriba, dedicándome una sonrisa ladeada de ensueño y achicando sus ojos verdes y lúcidos.

—Será mejor que aprendas algo de ella, ¿No crees don me importa una mierda todo? —bajó el mapa de golpe y moviendo los labios en un mohín de lado me fulminó con la mirada. Estaba notando las constantes muecas que delataban sus sentimientos, Alejandro parecía no ser el hombre misterioso que pensaba que era si encontrabas sus pequeños pero delatores gestos.

Eso me lucía como un hecho demasiado atrayente para dejarlo pasar.

Volví al presente, donde sus ojos se doblaron en medias lunas y el verde se estiró de manera oscura. Su mirada simplemente es cautivante.

—A mi no me importa una mierda todo —susurra, y cuando me apresuro a refutar él me mira con picante perversidad y musita: —Me interesa desnudarte de mil formas. Me interesa pintarte de mil maneras aun no descubiertas. Me interesa oírte... —

Sus palabras paladearon directamente en mi piel, como una caricia. Y aguantando la respiración en un respiro, trato de ignorar las mil mariposas que despiertan de un pequeño sueño.

—Ya entendí. Ya entendí. —negué con la cabeza, y fingiendo que sus palabras no me habían afectado murmuré —¿Será que solo piensas en sexo?

Él se ríe, totalmente divertido. Yo no estaba para nada divertida, porque la forma íntima y suspicaz con la que hablaba me impedía ser burlona o sarcástica.

Por Un Arrebato © |COMPLETA|Where stories live. Discover now