Capítulo 16

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"-¿Y qué es el amor?

-Es verte todos los días, despeinada o maquillada, malhumorada o con una gran sonrisa, y que cada vez que te vea tenga las mismas ganas de verte de nuevo."

-Samy Jara

Capítulo 16

Medité todo eso en el almuerzo, era un hermoso día, y comer al aire libre solo facilitaba que lo piense una y otra vez, no tenía apetito ni ganas de hablar, porque estaba decepcionada, muy decepcionada de mí misma.

A lo largo de mi vida había hecho varias tonterías, pero ¿Enamorarme de un mentiroso? Eso sobrepasaba mis límites, porque sobrepasaba todos mis valores.

—¿Estás segura que estás bien? —preguntó Macarena, mientras me daba un abrazo —Estás un poco pálida, necesitas comer, y el pollo está buenísimo, Leah.

Le sonreí y negué, mientras tomaba una fresa de la fuente de frutas.

—¿Por qué no vas con las otras mamás? —cambie de tema —Estar sola no me matará.

Macarena no dio su brazo a torcer. Aun cuando las dos sabíamos que ella quería ir a hablar de cómo conseguir la última muñeca para Linet. Era una consentidora como madre.

—Pero guardártelo todo y no alimentarte como debes si lo hará.

Alcé la fresa. Contradiciéndola.

—Un secreto no es veneno.

Ella puso los ojos en blanco y me acercó el pollo asado que olía delicioso pero que no me daba hambre.

—Te equivocas, querida Leah. No sabes cuánto.

—Macarena...—

—No. No me lo debatas, vas a tener que aprender por ti misma, voy a ver cómo está tu sobrina, aquella niña parece más un huracán que un ser humano.

Me reí, divertida. Aunque no feliz, y asentí.

—No me voy a mover.

Macarena me miró con sus ojos sugerentes.

—Más te vale.

Sonreí de nuevo, y ella no tuvo más remedio que perderse por el sendero a los juegos improvisados que Linet había conseguido, era gracioso como una niñita de su tamaño manipuló con tiernos ojos al general del ejército de Inglaterra.

—Estoy seguro que él que estés aquí me da a entender que no escaparás de la boda —cerré los ojos mientras disfrutaba del sonido varonil de su voz. Me sorprendía que estuviera aquí, y me sorprendía el miedo que generaba.

No quería mirarlo a los ojos y vea a la patética que lo ama.

—Hay más de una forma de escapar, ¿Qué te hace creer que no he elegido la más humillante?

El sonido de la silla siendo movida, y luego su loción invadiendo mi cabeza, como un intruso me confirmó de su cercanía.

—Eso quiere decir que planeas dejarme en el altar, eso de verdad es cruel.

Pestañeé y lo miré, tenía miedo, sí. Pero no me amedrentaría, tener miedo no significa rendirse.

Lucharía hasta salir ilesa de esta guerra. Pero con el corazón no se juega, lástima que aún no lo sabía.

—Lo estúpido de esta conversación es que los dos sabemos que no tengo otra opción —Sus ojos analizaban cada parte de mi rostro, me acariciaba con la mirada, y me encantaba. Diablos, odiaba que me gustara su mirada.

—Eso es verdad, preciosa. Vas a ser mi Marquesa, al fin y al cabo —mi respiración se aceleró.

Su mano se colocó encima de mi falda, y yo me quedé estática, entre el nerviosismo y la sorpresa de su toque. Jesús, extrañaba tanto su toque.

—No completamente, recuerda que jamás seré tuya en...

El sonrío, con esa sonrisa que aseguraba una promesa. Temblé, oh sí que temblé, por dentro y por fuera.

—¿Eso es un reto?

—¿Mi cuerpo para ti es un reto? —de repente estaba furiosa —¿Te parece mi virginidad un reto? —la única razón por la que no gritaba era porque estábamos al aire libre y cualquiera podría oírnos.

Frunció el ceño, confundido por mi ira.

—No... para nada, solo que...

—Mira, Alejandro —gruñí, pero me contuve de lanzarle un buen puñetazo —Será mejor advertirte, para poder evitar futuras complicaciones, no soy nada fácil. Y si me haces enojar te la verás con mis caprichos y mal carácter, así que no trates mi dignidad de doncella como un simple reto, porque si no yo misma tendré el sagrado reto de cortar tu hombría. Soy una mujer que necesita ser valorada, no una princesa indefensa que se casará con su amor eterno. Así que te lo digo yo, que habla con el corazón cuando te digo, vete al Infierno, Alejandro Miral.

El suspiro, no había enojo ni nada por el estilo. Solo una desesperante y perturbadora tranquilidad.

—Gracias al cielo, pensé que te había perdido.

—¿Qué...? —

Pero apenas puedo hablar cuando sus manos se sujetan firmemente a mi cintura y me levantan con una facilidad aterradora hasta quedar sentada en sus piernas. Estoy tan sorprendida por el suceso que apenas lo proceso.

No soy mentirosa, por lo que lo confieso, esperé con ansias que su boca quemara la mía a besos, pero hizo algo mucho mejor.

Sus labios, con suma ternura y delicadeza, se pegaron a mi frente. Cerré los ojos, disfrutando del contacto, mi corazón se aceleró, mis pensamientos se hicieron un pequeñísimo nudo, y mi boca deseo amarlo con palabras.

—Por un momento, ya no supe que hacer...

Y entonces, allí una vez dicho eso, su boca se adueña de todo de mí, y aunque su beso es delicioso, excitante y exigente, sus labios se mueven con maestría y rudeza, su lengua me perfora y me explora con avidez, es distinto...

Es tan malditamente distinto...

Porque este es nuestro primer beso, conmigo amándolo con locura...

Y aunque sus labios se siguen registrando en mi corazón, yo no pienso olvidarlo. Esté debió ser mi primer beso, porque besar a alguien por experimentar y besar a alguien por amor, no es ni en mil años luz, algo comparable.

 Esté debió ser mi primer beso, porque besar a alguien por experimentar y besar a alguien por amor, no es ni en mil años luz, algo comparable

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