Capítulo 35

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Advertencia: Tu corazón se romperá.

"¡No me subestimes! Sé más de lo que digo, pienso más de lo que hablo, y me doy cuenta de mucho más de lo que crees."

—Anónimo

Capítulo 35

Estaba impresionada. No. La palabra era incrédula.

La pequeña cueva se abría como un canal lleno de luz. De hecho, la luz se filtraba como si se dilatara de la gran abertura en el risco hasta desaparecer en la diana más lejana, que no veía por la oscuridad. Atravesaba la oscuridad natural de la cavidad rocosa, y la llenaba de pequeñas y parpadeantes centellas de iluminación.

Escuchaba sonidos de animales, pero no podía concentrarme en aleteos o pasitos casi insonoros, simplemente observé con admiración la colección de arcos y dianas colgadas hasta el fondo. Las flechas de madera se alargaban hasta las puntas de metal brillante, y que, sin duda alguna, la punta afilada podría cortar el corazón de quien sea. Se alzaban afiladas y gloriosas en el extremo rocoso justo frente a los altivos arcos con diferente ángulo y belleza. Caminé casi segura de que era un sueño y acaricié la punta afilada de acero, la gota de sangre mojo el plateado diseño, y se escurrió hasta tocar el suelo igual de natural y negruzco.

Me acaricié el dedo lastimado, y miré con más admiración las flechas. Jamás había visto algo parecido.

Era impresionante. Plateado y arte.

—¿Qué demonios es este lugar, Alicia? —pregunté y mi voz sonó tan incrédula como suponía me encontraba.

—Es el lugar donde mi papá entrenaba —su voz es suave, y no me quita la mirada mientras habla —Era arquero, nunca pudo enseñarme ya que creía que las mujeres, bueno... —cuando la miro parece retorcerse los dedos con nerviosismo. Menea la cabeza como si el recuerdo no quisiera revivirlo y continúa después de suspirar con pesadez —el punto es que te vi cargar con el arco y... quisiera que me enseñaras.

Cuando Alicia había saltado corrí como si jamás nadie me hubiese enseñado a parar, asomé mi cabeza a la nada para encontrar la expresión risueña y burlona de una perfecta Alicia sobre una roca sobresaliente.

Era la entrada a este lugar tan perfecto y especial.

Como repito, no sabía que demonios era donde me encontraba. ¿Un lugar de entrenamiento? ¿La cueva de las flechas? No, no, podía hacerlo mejor... uhum, "La Caverna del Arco". Sí, perfecto.

—Yo... no tengo idea de que decir —hablé finalmente —No soy tan buena como crees, hace mucho que no practico y mi puntería... —me mordí el labio, la verdad era que podía defenderme con un arco, pero, ¿enseñar a alguien más? Nunca lo había hecho. Fue mi turno de apartar la mirada.

Su gesto se endureció, se cruzó de brazos y alzando el rostro de manera altanera, me interrumpió.

—Lo prometió, marquesa.

Era cierto, y por alguna razón me sentí con una chispa que hace mucho no sentía. De repente me sentí así por mí, y no por alguna influencia externa. No por mis sentimientos ni por un hombre. Por mí, por una pasión que me pertenecía al entero y completo. Y me sentí un poco más mujer que ayer.

No sabía que sucedió, pero supe con certeza que una partecita pequeñita, pero importante, que había escapado de mi alma y se había puesto en manos de Alejandro ... me volvió a pertenecer.

***

Traté de mezclarme con las sombras de las paredes, sorteando jarrones o adornos que nunca me había tomado el tiempo de estudiar y giré el rostro hacia ambos lados para mirar el corredor desierto.

Por Un Arrebato © |COMPLETA|Where stories live. Discover now