Prólogo

4.2K 356 25
                                    

-Prólogo-

"Verte me resucita. Eso es todo lo que sé de la muerte."

-Anónimo

Alejandro aún se mantenía estoico, con el semblante perdido en recuerdos, y definitivamente sin ganas de hacer nada.

Era un caos.

Pero bueno, desprenderse del mar cuando por fin le resultaba suyo era difícil. Su padre había muerto hace un tiempo, y sentía que conectaba de alguna forma con él, cuando el viento rozaba su cara, cuando las olas rugían furiosas, o, al contrario, ... cantaban tranquilas.

Casi y pudo volver a la proa. Casi...

Abrió los ojos y miró la fría ciudad de Milán, no había nada. O, mejor dicho, no le interesaba nada, por más que la mirara durante horas.

Era tan correcta, que le aburría.

Pensó en la posibilidad de salir a ver algún burdel, hace mucho que no disfrutaba con una verdadera mujer, una que supiera lo que hacía y que lo sedujera con gran maestría. Sintió su cuerpo estremecerse, aunque se debía al frío más que a su lívido.

Pero parecía imposible. Aunque claro, Alejandro que coronaba mares, vencía tormentas, dirigía embarcaciones, y que aparte; desde el mar administraba las propiedades de los Miral, no podía darse por vencido.

Sin darle más vueltas, y con una sonrisa divertida en su atractivo rostro, salió derecho a colonizar la famosa Milán.

<<Así debí terminar aquí>> Pensó él.

Al ver la gran construcción perfecta y coloquial, si, ... definitivamente, eso no era un lugar de alegría femenina. O no como los que comúnmente visitaba.

Pero cuando preguntó por algún lugar, donde la belleza femenina sea libre y voluntariamente expuesta, lo condujeron directamente allí.

<<Debe ser algún error>>

A un Internado. Vaya mierda.

Pese a ello, y a regañadientes entró ¿Qué más podía hacer? Ya estaba allí. Tenía que ver lo que escondían los grandes bloques de piedra.

Entró casi a empujones, pues gente no faltaba, toda bien vestida, como si de una gala se tratase, claro que él no lo notó, solo pensaba en sí mismo, y en alguna aventura de faldas. Tal vez pueda hablar con algunos marineros por allí, siempre hay uno.

Pero encontró otra cosa... mucho más divertida.

Un salón iluminado, gente riendo, y bailando; la esperanza creció, tal vez no sea tan malo.

Quizá si pueda disfrutar de tierra, por lo menos, la mitad que cuando estoy en el vasto mar, pensaba el pelirrojo.

Y así fue. Disfrutó mucho, bebió, rio, y hasta compartía con alguna que otra fémina. Su exótico encanto, sonrisa cínica, y rebeldes cabellos rojos, lo hacían sobresalir.

Es que... con esos ojos esmeralda, esos labios voluminosos e intensos, y ese cuerpo...

De pronto, a eso de la media noche se anunció de lo que verdaderamente agolpaba a varios caballeros y damas, luciendo sus mejores galas, en aquel vistoso salón. Por lo que todos realmente estaban allí. Por la exposición y debut de las jovencitas que se presentaban ante sociedad.

La emoción lo invadió. Había oído hablar de ello toda la noche, y para que mentir, esta vez el cuerpo se le endureció y no de frío.

Eligió un lugar estratégico donde la tarima iluminada por velas y faroles le daba un aire romántico y seductor.

Y después de varios discursos de personas aburridas. La verdadera fiesta dio inicio.

Una a una, elegantes y jóvenes señoritas, con una sonrisa radiante desfilaban de un extremo a otro, tratando de sobresalir de la anterior, y que las recordaran antes de la siguiente.

Alejandro se removió, eso era incluso mejor que un burdel.

Finas...

Elegantes...

Dulces...

Delicadas...

Y luego, llegó ella.

Tenía él cabello rubio en un desordenado moño -primera diferencia, pues, el peinado de todas sus antecesoras era exquisitos y con una perfección sinceramente exagerada- pese a ello, para Alejandro, y para todos los hombres, la chica era excepcionalmente hermosa.

La musa más gloriosa que nunca haya visto.

Su cuerpo, era incluso más curvilíneo y simétrico que un reloj de arena.

Su cintura, era tan pequeña, que él corsé parecía engrosarla, en vez de hacer lo contrario.

Sus rasgos eran tan finos, elegantes y definidos a la vez, que Alejandro tuvo que respirar hondo para no tener un problema en zonas prohibidas.

Y la tela jazmín de aquel vestido, le caía como una gran cascada, desde los hombros hasta los pies.

Pese a ello, Alejandro notó como recorría con la mirada él salón, y aquella hermosa sonrisa se desvanecía.

La tristeza invadió su hermoso rostro, y un tierno y -excitante- puchero le cubrió los labios.

Eso afectó al pelirrojo, de manera súbita.

Entonces, la rubia volvió a esconderse detrás de los bastidores.

Alejandro sonrió, y en silencio prometió una sola cosa.

Frente al mar.

Sobre la Tierra.

En memoria de su padre.

Y a favor de su endurecido cuerpo.

<<Te encontraré, preciosa rubia>>

¡¡Quién más quiere gritar de la emoción!?

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

¡¡Quién más quiere gritar de la emoción!?

 O.M.G

Estoy la mar de feliz señorita, señorito. ¿Son nuevos por aquí, o están leyéndolo de nuevo?

Si eres nuevo, te recomiendo que vayas a la par de las actualizaciones. Estara todo corregido y más detallado. O como esto, totalmente distinto. No sé, la verdad. Solo sé, que me encanta estar un poco mejor. Escribir mejor, para ustedes. Dios, voy a llorar.

Amo esté Prólogo, digamos que aprendí un chingo.

Los amo-doro, you know.

Chicas, voten y comenten entre más lo hagan más pronto editare. 

¡¿Quieren conocer a los personajes?!  ¡E la siguiente actualización sabrán a quienes tenemos aquí!

Por Un Arrebato © |COMPLETA|Where stories live. Discover now