Epílogo

248 24 2
                                    

Esa noche, Abraham y yo nos la pasamos completamente solos, en mi apartamento, despidiendonos de la única menera en la que podíamos hacerlos.

Con besos tristes - y feroces -, ojos llorosos, palabras no dichas y pequeños secretos murmurados con cada estocada, con cada caricia, con cada beso húmedo y roto.

Y luego, cuando todo acabó, llego la nada.

Nadie más habló, nadie más dijo nada, ni hizo nada.

Y cuando desperté al otro día, Abraham ya no estaba.

No dejamos de hablarnos de inmediato, no dejamos de querernos de inmediato, y sobre todas las cosas, no nos olvidamos de inmediato.

Fueron incontables las veces que estuvimos apuntó de volver. Fueron muchas las veces que nos acostamos, que nos besamos, que nos vimos y que nos extrañamos siendo nada.

Pero esta vez era diferente, era como si nos estuviéramos despidiendo una y otra vez. Ambos sabíamos que lo nuestro ya no funcionaba pero aún así intentábamos repararlo, pero al final terminábamos igual, en nada.

No sabía como sentirme ahora que estaba ausente. Los primeros días me sentí vacía, triste, luego me sentí enfadada, pero muy en el fondo y pese a todos esos sentimientos negativos que tenía me sentía aliviada.

Siempre creí que lo que Abraham y yo teníamos iba a ser duradero, que íbamos a estar juntos toda la vida. Él solía decirlo, decía que iba a permanecer a mi lado hasta que seamos viejos, y yo le creí.

Supongo que nada es para siempre.

La ultima vez que llore por Abraham, que llore porque lo extrañaba, que creí que iba a morir sin él, fueron unos meses después de que termináramos. Aún hablábamos pero no con tanta frecuencia como antes.

Ese día yo estaba saliendo de trabajar, encendí el estéreo del auto y ahí fue cuando lo oí.

Su nueva canción; "¿Qué ha pasao'? ".

Sabía que era por mi, por ambos. Sabía que era por nuestra historia, pero sobre todo sabía que era su manera de decirme adiós. Para siempre.

Y pesé a que era lo correcto, a que había pasado tiempo desde que hable con él, desde que lo bese, desde que vi su cara, dolió.

Pero aún así, seguí adelante.

Algo muy dentro de mi sabía que era lo correcto. Abraham y yo nos habíamos confiado demasiado, habíamos dado por hecho que el amor que sentíamos era tanto y tan verdadero que no nos paramos a pensar en los pequeños detalles, que no le dábamos demasiada impotencia al dolor. Nos gustaba la forma en la que ambos adormeciamos todo el dolor del otreo que nunca nos paramos a pensar en que tal vez, lo único que hacíamos era acumularlo.

Y así fue, el dolor creció tanto que un día simplemente estalló y ambos no pudimos seguir más.

Mentiría si dijera que no seguía extrañandolo, porque si lo hago. Mentiría si dijera que ya no lo quiero, porque aunque sé que esta mal, todavía lo quiero.

Dejarlo ir fue una de las cosas mas difíciles que he hecho, fue de hecho, la más difícil.

Pero lo hice por mi, por él, por ambos.

Ahora, unos cuantos meses después, me siento un poco mejor, no es demasiado, pero tengo fe en que pronto lograré recuperarme del todo -o al menos, la mayor parte.-

Respecto a mis problemas, estos estuvieron abarcando tanto mi cabeza, estuvieran dañandome tanto, que estuve apuntó de recaer. No porque odiaría mi cuerpo -con el cual, seguía sin sentirme demasiado agusto- si no porque necesitaba de alguna forma u otra calmar todo ese dolor, sacarlo de alguna manera de mi sistema, y en mi retorcida y trastornada mente, esa era una buena solución.

Tras La Pantalla ||Abraham Mateo|| COMPLETA.Where stories live. Discover now