Capítulo 28

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Narra Kian.

Despierto y veo que Gin no está a mi lado. Desconcertado, la busco por la habitación con la mirada y caigo en que la luz del baño está encendida, por lo que debe estar dentro. Cojo mi teléfono y miro la hora: 10:27. En la pantalla aparecen varios mensajes, entre ellos uno de Izan diciendo que si se algo de Gin, que no le contesta y luego otro diciendo que lo olvide y que ya ha hablado con ella. Otros del grupo de todos donde así por encima veo que preguntan por Gin y ella cuenta lo que ha pasado, ellos aseguran venir hoy. Algunos mensajes más de gente del gimnasio y poco mas que decido contestar mas tarde.

—Buenos días, bello durmiente —me dice Gin saliendo del baño.

—Buenos días, enferma —digo ayudándola a subir a la cama otra vez.

Me hace gracia que no llegue, la cama está muy alta y ella no mide demasiado, además con el gotero y todo lo tiene un poco jodido.

Una vez está subida, me da un beso.

—¿Cuánto llevas despierta? —le pregunto.

—Han venido a hacerme pruebas a las ocho y media así que un poco más.

—¿Te has tomado las pastillas?

—No, se me ha pasado —dice ella vergonzosa.

—Mal, Gin... —me levanto de la cama y cojo la mochila— ¿Dónde están?

—No lo se, es una caja con un nombre raro —dice ella encogiéndose de hombros.

—¿Te las tienes que tomar con comida? —pregunto al encontrarlas y ella asiente.

—Da igual, en serio. Ya me las tomaré a la noche —habla ella.

—Voy a la cafetería, compro un café para mi y a ti te traigo unas galletas.

Sin darle tiempo a decir nada más salgo de la habitación y recorro el pasillo hasta llegar a los ascensores. Una vez allí pulso el botón y un ascensor se abre frente a mi a los pocos segundos, entro y pulso la planta baja mientras me entretengo en ponerme el pelo y la ropa más o menos presentable. Cuando llego a mi planta, bajo y me acerco a unas máquinas dispensadoras, una de comida y otra de cafés, chocolates, etc. Cojo un café con leche y luego un paquete de galletas Oreo. Vuelvo a la habitación y me encuentro a Andrew, Izan y Blake dentro junto a Gin.

—Apareciste —dice Andrew mirándome.

—¿Tú por qué no estás en clase? —le pregunto a Izan.

—Creo que es obvio, porque estoy aquí —me contesta.

—No seas gruñón —me dice Gin.

La miro y me guiña un ojo, sonrío sin poder evitarlo pero es que ¿como hacerlo si hasta con la más mínima tontería hace que se me dispare el pulso?

Me acerco a ella y le extiendo el paquete de galletas. Ella lo mira dudosa pero al final lo coge y lo deja a su lado, no lo abre.

—El médico ha dicho que tendrá mis resultados esta tarde casi por la noche. No hace falta que os quedéis, tendréis cosas que hacer —habla ella mirándonos a todos.

—Yo me quedo, cúbreme en el gimnasio —hablo a Andrew y él asiente.

Entre todos hablamos de temas triviales y hacemos un poco el idiota. Sobre la hora de comer, una enfermera trae una bandeja a Gin y se va diciendo que volverá en una hora a recogerla.

—Joder, yo eso no me lo como —dice destapando la comida.

—Pero si tiene una pinta buenísima —le contesta Blake irónico.

—No, en serio, tiradlo por el váter o algo pero no me lo voy a comer —sentencia ella.

Tras unos minutos de discusión entre nosotros y ella, acaba ganando e Izan va a tirar la comida por el retrete. Un par de minutos después, la puerta de la habitación se abre y entra Danielle.

—¿Se puede saber por qué cojones no me has llamado? Ayer, Max me dijo que me llamarías hoy. Hoy, Ginger, pedazo de puta ¿Sabes lo preocupada que estaba, so inútil? —habla ella alzando la voz a su amiga.

—Perdón, cuando te iba a llamar he pensado que estarías en cla...

—Ni en clase ni en mi puta casa. No me vengas con excusas de críos. A la próxima te mato, ¿estamos? —dice otra vez la morena y Ginger asiente con la cabeza.

Segundos después, Danielle se abalanza sobre la pelirroja quien, como siempre, le da un lametón en la mejilla.

—Eres una puerca —dice ella limpiándose con la sábana de la cama.

Empezamos a hablar todos hasta que los chicos se van y Dani hace lo mismo. Tras despedirse de nosotros, sale de la habitación y Ginger estira de mi hasta tumbarme con ella en la cama. Su cabeza se apoya en mi pecho y mi brazo la envuelve por la cintura.

—Al fin paz y tranquilidad —dice respirando hondo.

—Al final no te has tomado la pastilla —digo mirando las galletas a su lado.

—Se me ha pasado —se excusa evitándome la mirada.

Miente.

Sus dedos juegan sobre mi abdomen y yo miro embobado como se comporta, la luz que desprende, como si nunca nada malo la hubiese atormentado, como si nunca nada la hubiese destruido. Pero ella sonríe, sumida en sus pensamientos y yo solo deseo que esté pensando en mi porque esa sonrisa es la más sincera y bonita que he alcanzado a ver en veinticinco años.

En un rápido movimiento, sus labios atrapan los míos y sus manos envuelven mi cuello. Las mías viajan de su cintura a su culo donde dan un pequeño apretón. Comienza a besarme el cuello, a lamer y succionar, pero la paro cuando intenta quitarme la camiseta.

—Gin, no vamos a hacerlo en un hospital —le digo.

—Va —dice besándome la mandíbula.

Unos leves toques en puerta hacen que nos separemos y tras Ginger decir un simple "adelante", un doctor aparece por la puerta.

—Buenas noches, traigo los resultados ¿Quiere que los lea con él delante?

¿Y éste de qué va?

—Sí, claro —contesta la zanahoria asintiendo con la cabeza a la vez.

—Bien —hace una pausa—, lo que le pasa según sus análisis es que padece una desnutrición, más concretamente, una anorexia. No es algo avanzado por lo que puede curarse si empieza a comer con normalidad y utilizando una buena dieta, de otra manera, solo conseguirá empeorar la situación hasta que tenga que ser alimentada por una vía.

¿Anorexia? ¿Ha dicho anorexia?

No puedo creer que esté oyendo esto, ahora que lo pienso, comparando la primera vez que la vi con su estado físico actual es cierto que ha perdido muchísimo peso pero jamás pensé que pudiese tener un trastorno de este calibre. Joder, está desnutrida y no me he dado cuenta.

—Eh, Kian, di algo, por favor —me pide y ahí me doy cuenta de que el doctor ha salido de la habitación.

—Yo... Esto... Joder, Ginger, joder —le digo sin saber que decir, que hacer.

—Lo siento...

—¿Por qué? O sea, joder Gin, tenías un puto cuerpo de infarto.

—¿Ya no te gusto? —pregunta y veo sus ojos llenos de lágrimas.

—¿Qué? Sí, joder, claro que me gustas, Ginger. Me cago en la puta, te quiero joder y más de lo que me gustaría admitir.

Ella me mira y seco las lágrimas que caen. Sus ojos reflejan todas las inseguridades que tiene, lo rota que se siente y yo solamente puedo besarla.

—Estoy aquí ¿vale? —le digo y asiente.

Juro que voy a reconstruirla.

The middle of the chaos. [TMC#1] Where stories live. Discover now