Capítulo 50

3.1K 115 12
                                    


Alba


Las cosas estaban un poquito tensas.

Tras el suceso del cuarto del baño no había vuelto a repetirse un momento íntimo entre nosotras. Entre que Natalia se había vuelto a ir unos días a Pamplona para estar con su familia y amigos y que, en los pocos días que estuvo en el piso antes, nunca nos habíamos quedado las dos a solas, pues la situación no había mejorado mucho que digamos.

Siendo sincera, tampoco es que ninguna haya hecho algo por mejorarla. En un principio, tras nuestro reencuentro, pensé que todo estaba bien, que estar separadas nos había hecho disipar ese bloqueo y que ya se había superado esa fase de incomodidad, pues el sorprendente y espectacular corte de pelo con el que apareció en el concierto de Gijón tras su estancia por el norte había servido para que pudiéramos acercarnos un poquito más, compartir tiempo juntas mientras comparábamos nuestros peinados tan similares y llenos de piropos por ambas partes, para qué negarlo. Pero nuevamente me equivocaba creyendo que todo volvería a la normalidad tan fácilmente.

Cuando estábamos con más gente parecía ir todo genial, bromeábamos, charlábamos, nos sentábamos cerca... Eso sí, antes de que pudiera llegar a producirse algún encuentro sin nada de compañía entre nosotras, ella se adelantaba a los acontecimientos y se esfumaba lo más disimuladamente posible con alguna excusa. Y tampoco es que yo hiciera algo por impedírselo o tratar buscar otro acercamiento, si se producía bien, y sino pues también. Aunque me muriera de ganas por tenerla cerca, sentía que debía de darle un poquito de espacio.

Tanto espacio que prefirió sentarse con Marta en el avión antes que conmigo, que siempre había sido su compañera de viaje.

Gáldar había preparado un concierto de música en directo donde iba a participar Marilia acompañada de la banda de música municipal y el ayuntamiento del pueblo nos habían invitado a participar en una sorpresa para ella apareciendo sin que lo supiera al final de la gala para cantar Somos. Con lo ilusionada que estaba la pobre se iba a llevar la alegría de su vida.

Así que ahí estábamos todos, de viaje por nuestra bebe y a unos pocos minutos de despegar.

Sin Natalia no me quedaba más remedio que buscar sustituto entre todos mis compañeros. Si no me equivocaba en mis cuentas y obviando a las parejitas, la otra persona que también estaba sola sería María, que es con quien debería de haber ido Marta. Vamos, mi compañera ideal.

—Mari, ¿puedo ponerme contigo?

—Claro —contestó sorprendida—, ven. Pensé que te ibas a poner con Natalia.

—Eso creía yo...

—¿Qué pasa ahora?

—Tenemos un vuelo de casi tres horas por delante donde no vas a poder escapar, ¿estás segura de querer abrir ese baúl?

—Pensaba dormirme, así que... Adelante, ábrelo.

Y eso hice. Le conté todo lo que había pasado en este tiempo, desde Valencia hasta hoy, sin omitir ningún detalle y vaciándome por completo en el camino. María estaba totalmente en shock, anonadada por haberme guardado todos esos acontecimientos durante tanto tiempo. Me escuchaba atentamente y sin interrumpirme, guardando su opinión hasta el final, la cual parecía bastante obvia por las muecas que iba haciendo durante mi relato.

—A ver, resumiendo: la amiga te ha dicho que la otra se muere por estar contigo, pero ella no te lo ha dicho y tú quieres que te lo diga, pero tampoco sabes cómo sacarle el tema porque ella evita hablar de él y digamos que ahora las cosas están un poco tensas, ¿no es así?

¿Y ahora qué? || Albalia  [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora