Capítulo 25

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Alba 


Jamás apareció.

Estuve esperándola en el hotel una eternidad. La llamé mil veces y nunca contestó. Desayuné sola, pensando que se habría dormido y ella lo haría por el camino. La esperé un rato más, con otros intentos de llamada que no dieron ningún resultado. Inocente de mí, le avisé de que me iba directamente al piso, enviándole la ubicación por si en algún momento se despertaba y quería acudir. Llegué diez minutos tarde y aun así seguía sin dar señales de vida. Desistí y comencé con el primer piso, y así con todos y cada uno de los que visité. Sola.

Me sentía decepcionada. Es cierto que no tenía ninguna obligación de acompañarme, ella no se iba a mudar, pero se comprometió, de hecho, ella misma se ofreció para ayudarme y evitar que fuera sola, que fue justo lo que pasó. De nada me sirvieron los mensajes que me envió después, las veces que intentó llamarme y dar conmigo. Ya era tarde.

Le comenté a Marta mis impresiones, solo uno había logrado llamar mi atención. Desde que salimos del concurso, nuestra relación se había estrechado mucho más que en la academia y ambas estábamos de acuerdo en irnos a vivir juntas, además de Marilia. Me dijo que dentro de nada vendría a Madrid y quedamos en visitar ese piso y ojear algunos más, ninguna quería coger el primero que nos llamara la atención y debíamos de tomarnos todo con calma. Algo de lo que justo hoy carecía.

Cuando llegué al hotel me encontré a Natalia en la puerta de mi habitación, esperándome. Supuse que como no le había contestado los mensajes había optado por presentarse aquí, sin tener en cuenta que en estos momentos yo no quería verla, y mucho menos hablar con ella.

—Alba, dios, perdóname por favor. —Se acercó a mí y yo seguí mi camino, ignorándola —. Me siento fatal, te pido perdón. No es lo que piensas de verdad, no me ha sonado el despertador y...

—No me importa—la interrumpí, hablando lo más borde posible.

—Déjame explicarme. —Intentó aproximarse más a mí y yo me aparté—. Alba, no quiero estar así contigo, escúchame por favor.

—No tengo nada que escucharte, Natalia. Te pedí que me acompañaras y no lo has hecho, por mi parte ya está todo hablado.

—¡Quería acompañarte! —gritó desesperada —. Te lo juro Alba, me siento muy culpable, pero es que me he quedado dormida, ayer me acosté tarde y yo juraría que me puse el desper...

—¿Me dejas pasar? —Volví a interrumpirla, lo que menos necesitaba ahora era escuchar que se lo había pasado tan bien ayer que se olvidó por completo de mí. Se echó a un lado permitiéndome abrir la puerta, pero colocó su brazo entre ella y el marco, impidiéndome entrar dentro.

—¿Podemos comer juntas? No puedo acompañarte al evento y no quiero irme así.

—Huy, me sorprende que te acuerdes del evento —ironicé.

—Alba... —resopló frustrada—. No me he olvidado de nada.

—Ya lo he visto.

—Por favor. —Esta vez sí que logró acercarse más a mí puesto que ahora fue su cuerpo el que colocó al lado del marco, donde antes estaba apoyada su mano.

—No quiero comer contigo, Natalia, y tampoco quiero hablar contigo en estos momentos —respondí duramente—. Estoy enfadada y lo que menos quiero es hacer el evento de esta tarde así, quiero disfrutarlo, porque, por si lo has olvidado, es muy importante para mí. Así que te pido por favor que me dejes.

—¿Podemos hablar después? —preguntó una vez se apartó dejándome el camino libre.

—No sé qué voy a hacer después.

¿Y ahora qué? || Albalia  [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now