Capítulo 31

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Alba


Todo se había derrumbado.

Me desperté de la misma manera en la que me acosté: llorando. La imagen fría y dura de Natalia no salía de mi mente, sus crueles palabras se repetían constantemente en mi cabeza. Ni siquiera recuerdo en qué momento me dormí, puede que lo hiciera debido al cansancio que me provocó el llanto.

Me sentía fatal por Marta, compartía habitación con ella y, desde que me había visto llegar en ese estado, se pasó toda la noche consolándome. El problema era que las horas pasaban una detrás de otra y seguía sin tener consuelo alguno, así que mucho no es que hubiéramos podido descansar, solo espero que ella lo hiciera más que yo porque no tenía nada que ver en todo esto y teníamos un día completo por delante que requería muchísima energía. Por la mañana, le pedí que me dejara sola cuando sonó el despertador y me rogaba que bajara con ella a desayunar, logré convencerla de que lo haría más tarde. Sin embargo, no contaba con que ella subiría unos minutos más tarde con María, a la cual es imposible decirle que no.

Se quedaron ambas conmigo, acariciándome el pelo y haciéndome cosquillas mientras yo seguía llorando, hasta que la rubia se cansó de verme así y me obligó, literalmente, a levantarme e ir a desayunar. Pese a mis suplicas y repetirle ochenta veces que no tenía ganas y que después comería algo, consiguió lo que quería y salí de mi habitación arrastrada por ellas. ¿Lo peor de todo? Que esperando a que subiera el ascensor y mientras rezaba porque Natalia estuviera ya en su habitación y no tuviera que cruzarme con ella hasta llegar a los ensayos, las puertas se abrieron y apareció ante mí, con el pelo recogido y una camiseta blanca junto a un peto beige que le quedaba de lujo. Radiante, como si nada de lo del día anterior hubiera ocurrido, como si no le hubiera afectado en absoluto. Justo todo lo contrario a mí, que iba con unos vaqueros y una sudadera ancha, el pelo recogido en un pequeño moño y los ojos más hinchados y rojos que nunca. Devastada, como si me hubiera pasado un camión por encima, como un alma en pena, tocada y hundida por ella.

Esa imagen de mí fue la que vio. Y vaya que si la vio porque desde que me vio no apartó sus ojos de mí en ningún momento, fui yo la que desvió la mirada al suelo, aterrada ante la frialdad que exponía. No mostró ningún tipo de empatía o preocupación por verme así, todo lo contrario, después de quedarse unos segundos mirándome sin decir nada desapareció de allí, pasando por nuestro lado e ignorando todo lo que me rodeaba.

Esto iba a ser más duro de lo que me podía llegar a imaginar.



***



Si me preguntaran cómo me había imaginado este concierto hace unos meses, mi respuesta sería muy diferente a lo que en realidad había sido. Tenía una sensación agridulce, había sido un concierto increíble, a pesar de los errores que había habido en algunas actuaciones, la gente lo había disfrutado muchísimo, se notaban las ganas que teníamos todos de retomar la gira. Sin embargo, no podía evitar sentir que no estaba del todo satisfecha, que me faltaba algo. Estaba bastante claro qué era ese algo.

No obstante, verla a ella tan feliz, emocionada y pletórica ante lo que acababa de vivir, hacía que a mí se me olvidara todo. Me alegraba mucho, sabía que este concierto significaba mucho para ella y no era para menos, se merecía todo lo bueno de este mundo. Es que, además, que lo hiciera allí, delante de su familia, de sus fans y, sobre todo, delante de todas aquellas personas que habían intentado hacerla caer y que ahora solo les quedaba resignarse a verla más levantada que nunca con absolutamente todo el Navarra Arena rendido a sus pies, coreando su nombre y alabándola. No me imagino lo que debe de haber sido para ella haber cantado Seven Nation Army, pero en mi cuerpo no cabía más orgullo.

¿Y ahora qué? || Albalia  [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now