Capítulo 27: ¿Es el 112?

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Sofia llora desconsolada frente a mi, creo que está tan enferma, que llora porque su cuerpo expresa el dolor de la debilidad, no creí que empeorara tanto en un instante.

Sacó mi teléfono del bolsillo del pantalón del traje, y empiezo a marcar el número 1- 1- 2.

Automáticamente me lo cogen y digo hablando muy rápido:

- ¿Es el 112?, tengo una urgencia sanitaria, estoy con una mujer que tiene una alergia grave que hasta la ha modificado la personalidad, y está llorando ahora, ¡seguro que es por la fiebre!.

- ¡Estoy bien burro!, dice Ana a voces, mientras da un manotazo a mi teléfono y este queda bajo el asiento.

- ¿Qué pasa?, me estas preocupando, si no quieres que conduzca hasta el hospital, pues déjame que llame a una ambulancia para que venga a por ti - digo yo muy serio.

- ¿De verdad no sabes que me pasa? - ¿en serio? - dijo Sofía con cara de enfado.

- ¡Claro que lo se! tienes una reacción alérgica en la cara y en los labios, que parece que te ha afectado en más sentidos - contesté muy preocupado.

- ¡FUUUUU!, ¡que poco conoces a las mujeres!, veo que te voy a tener que hacer un dibujo, para que me entiendas,...

Yo me encojo de hombros y la miro con cara de no entender nada.

- Te voy a contar lo que me ocurre pero primero quiero que me hables sobre Ana con toda sinceridad.

Yo empiezo a contarla toda la historia de como conocí a Ana, y como mis sentimientos surgieron por ella, y ella mientras lo hago me pone cara de lo que interpreto podría ser sorpresa.

- Sofia ya te he contado toda la verdad, ¿Qué te ocurre? - dije yo con mucha curiosidad.

- Me encanta mi trabajo, pero suele ser algo pesado, la gente es muy indecisa, y puede llevarse horas eligiendo una simple camisa, sin darme algo de conversación. Pero cuando tu viniste, fue algo que no me viví nunca en ese centro comercial, tus palabras se enredaban con las mías, me hiciste reír, sentí que me gustabas, y ya cuando vi el registro de la llamada que tuvimos esa noche me dí cuenta de que nos habíamos quedado dormidos hablando, y entonces fue el momento  que admití que sabía que te quería.

Yo no puede evitar interrumpirla:

- ¿Pero si nos conocemos hace nada?, ¿cómo me vas a querer?, me cuesta creer que eso sea cierto - dije yo algo nervioso.

- ¡Cállate!, ¡me estas interrumpiendo!, cuando una mujer abre su corazón a un hombre, este tiene que ser respetuoso y no decir nada hasta que haya terminado, ¿comprendes?.

Yo afirmo con la cabeza sin decir ni una palabra.

- No obstante, te tengo que manifestar que me sorprende que me digas eso, cuando según lo que me has contado de Ana, no creo que hayas hablado más con ella que conmigo.

Me di cuenta que llevaba mucha razón,...

- Ana no se ha fijado en ti, por la razón que sea,... Pero yo sin embargo, tengo muy claro que me pareces un hombre muy inteligente, atractivo, considerado,... Porque aunque no te encontrabas bien porque te afectó ver a Ana con un chico en actitud cariñosa, has venido  conmigo.

- He sufrido una reacción alérgica, y no he estado esta noche en mis mejores condiciones de salud, pero yo estaba muy feliz de estar contigo, hasta que por casualidad he leído esa nota.

- ¡No creo que seas consciente de lo que me ha dolido!, ¡he sentido celos y envidia!, eso es lo que me ha hecho cambiar hasta el humor.

- No quiero que intentes consolarme, ni decirme las típicas cosas que se dicen a alguien que no te interesa de manera sentimental, ¡yo me bajo ahora y ya hablaremos!.

Sofia abre la puerta y desciende de manera apresurada del coche, da un grito y cae al suelo,... 

Yo me bajo rápidamente, para ver que ha ocurrido, y trato de levantarla con cuidado, mientras la pregunto qué ha  pasado

- ¡Creo que me he torcido el tobillo!, di un mal paso - me dice Sofia entre lágrimas de dolor.

Me coloco a su izquierda y ofrezco mi hombro para que se sujete, agarrándola yo con mi mano derecha por su cintura, de esa manera nos dirigimos a su casa con pasos lentos.

Ella saca de su bolso la llave, la mete en la cerradura y gira dos veces hacia la derecha. tirando después de ella despacio.

Tras un pasillo, llegamos a un salón muy amplio, decorado con  muchos cuadros y antigüedades.

La dejo tumbada en un sofá de color rojo, la quito el zapato del pie afectado, al examinar su tobillo parece que no esta roto, ni torcido.

- Sofia ¿tienes alguna crema antiinflamatoria?

Ella me señala un cajón de un armario que según mis conocimientos sobre historia, podría pertenecer a al siglo XV.

Abro el cajón y dentro hay un pequeño botiquín,  con varios tipos de cremas, y pomadas, leyendo sus etiquetas, veo que algunas son antiarrugas, otras para abrir poros, hasta que por fin encuentro la que pone antiinflamatoria.

Me echo un poco de crema en la palma de la mano izquierda, y froto mis manos, a fin de que ese mejunje no este tan frío, extiendo el ungüento con delicadeza sobre el tobillo, y su pie.

Cuando terminé de aplicar la crema, pregunté  por el baño para lavarme las manos, tras hacerlo  me coloqué cerca de la puerta.

- Sofia, ¿quieres que te lleve hasta tu cama o podrás ir sola? pregunto antes de irme.

- ¿Puedes quedarte aquí conmigo un rato más?- me contesta Sofia, levantando su torso, para indicarme que quiere que me siente allí.

- Ya sentado, ella apoya su cabeza en mis piernas, y yo la acaricio el pelo lentamente.







LOCAMENTE PERDIDO. (Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora