Capítulo 14: Medio corazón.

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Ya habían pasado varias horas desde que Ana se fue de mi casa, pude ver que mis heridas eran leves rasguños,  que no necesitaban ningún tipo de vendaje. Me había duchado y puesto mi pijama de dos piezas de color azul oscuro, con naves espaciales y marcianitos verdes fluorescentes.

Estoy en el salón mirando la televisión sin mirarla, es decir, la tengo encendida, pero estoy pensativo, me encuentro raro, como desestabilizado, el perfume de esa chica sigue suspendido en mi salón, haciéndome imaginar que el aire esculpe su retrato en el vacío. 

Me levanto rápido del sofa y me pongo de pie, siento enfado e ira, y  empujo el sillón donde ella se sentó arrastrándolo hasta la puerta, apoyándolo contra ella. He dejado el sillón y me muevo de un lado a otro diciendo en tono agresivo, -- "¡estoy seguro que Ana me ha drogado!,... Llevo años sin pensar en mujeres, desde que un amor de verano me dejó congelado varios inviernos, y decidí que las estaciones sólo serían mías, ¿Qué me pasa?, ¿por qué mi corazón trabaja a tantos latidos?, ¡Que la acabo de conocer!, ¡no puede ser que sienta algo por ella!"-- .

Estoy tratando hasta de justificar mi estado, inventando que ella traía virus, bacterias, insectos,...  o lo que sea, que me ha producido lo que siento, ¿podría ser una plaga de amorcitus tremendus?,...  Uff,... Mi mente es muy imaginativa, pero tampoco puedo engañarme ni echar de esto la culpa a nadie,  por más que lo intente,... Se que no son drogas las que me llevaron a este punto, ni sustancias u organismos que pudieran haber incidido en mi consciencia,... Sólo que algo tenía ella, que no había visto en nadie más, pero tampoco podía describir con exactitud que era, lo que tenía claro es que no quería intentar nada, no por el evidente rechazo que sería comprensible, si una mujer no siente atracción por hombres más maduros físicamente que ella, ni que no me encontrase guapo, ni interesante,... No era eso,... Aprendí en mi pasado que había que intentar todo lo que creyeras que valía la pena, sin preocuparse por el fracaso, el simple hecho de intentarlo es un logro, independientemente del resultado, pero aquí no quiero lograr nada, ya tengo 45 años, no deseo amores, ni complicarme la vida con nadie,... Creo que lo peor que me podría pasar al intentarlo, aparte de crear un mal clima en este trabajo que tengo que desempeñar con Ana y su familia, es que me pudiese aceptar por alguna escasa probabilidad, ¡que difícil sería todo para mi!, seguro que tendría que ser más moderno, y apuntarme a clases de Reguetón y Twerking, no ganaría para caderas de titanio, se me romperían cada vez que tuviera que bailar,...  También debería de comprarme una gorra hortera, que no me podría quitar ni en días nublados, ni dentro de los edificios, haciendo el ridículo, porque ni llevando la visera hacia adelante, hacia atrás, a la izquierda o la derecha, me iba a quedar bien,... Además debería adquirir camisetas, con frases como: "No te parto la cara, porque yo parto la pana", y ni hablemos del deber de modificar mi vocabulario, y modales,... Para ello tendría que recurrir al programa de asistencia social, adopta un pringado (el pringado se entiende que sería yo), una familia de moteros, me enseñarían lo más útil en estos tiempos,  guerra de insultos para hacerte respetar, tunear tu moto, como colocarte la bandana para cuando tengas la gorra lavándose, la manera más eficaz de destrozar bares,... Cosas útiles que a toda chica joven impresiona y admira de su hombre soñado,... Pero que a mi me podrían restar muchos años de vida,...

Tengo muy claro que esto que he empezado a sentir, debe de desaparecer como si nunca hubiera existido,... 

Fui a mi habitación, me agaché y de debajo de la cama saqué una carpeta azul, con medio corazón de color rojo pintado en la portada. Esta carpeta la utilizaba siempre que me sentía atraído por alguna mujer, y no quería que ella  fuese conocedora de mis sentimientos.  Esa ilustración  de medio corazón hecho con pintura al óleo, simboliza que dentro de mi, sólo quiero tener la mitad racional de mi corazón, y la otra mitad emocional relativa al amor de pareja, se debería quedar encerrada en forma de rimas libres (siempre escribo en rima libre porque aunque hay muchos tipos de poemas, como sonetos, tercetos, liras, odas,... Que son impresionantes, no quiero algo tan elaborado, mis sentimientos son fuertes, puros, pero muy sencillos), en esa carpeta, hasta  que no tuviera contacto con esa mujer que me gustaba, y así ese sentir, se apagase como velas, que consumen toda su cera. Cuando esto ocurriera, iría con esa carpeta y una cantimplora llena de agua a un parque cercano de mi casa, situado a escasos 500 metros, buscaría un rosal de rosas rojas, y cerca de su tallo, haría un hoyo con mis manos apartando y desplazando lentamente la tierra,  con mucho cuidado de no dañar ninguna de sus raíces, introduciría los folios doblados, y los sepultaría, para finalmente con mi cantimplora regar esa tierra que escondía mi secreto

No se trataba de enterrar palabras sinceras,... Al contrario, quería que todo respondiera a una cadena de  transformaciones,... Tal como dice la ley de conservación de la materia, o ley Lavoisier-Lomonoso, "la materia no se crea ni se destruye, tan sólo se transforma". Mi intención siempre fue transformar esas palabras que eran puro sentimiento, en alimento para esas plantas, que ellas transformarían después, en impresionantes rosas, del color de mi amor, que podría sentir cada persona que las mirase.

En el escritorio dejo un folio blanco, y a su derecha pongo la carpeta, voy a la cocina, y tomo de la nevera un bote con un líquido rojo,  una vez que lo tengo entre mis manos, vuelvo a mi cuarto, me siento en la silla y saco del cajón superior izquierdo una pluma, la rellené con esa tinta de remolacha, y empiezo a escribirlo trazo a trazo lo siguiente:

                VIENES ANA.

Vienes y me llenas de descontrol,

 sacas mi locura interior,

 tomas con tus ojos mi razón,

 desbordas mi paz superior,

  rompes mis esquemas,

   y aquí me encuentro yo,

   respirando tu ser,

   queriéndote sin poder,

   repitiendo en mi mente,

   lo que no debo ver,

   deseando besarte,

   en el próximo amanecer.

Abro la carpeta, tomo la hoja, y la introduzco dentro, la cierro y me levanto del escritorio colocándola en el mismo lugar que la obtuve.



LOCAMENTE PERDIDO. (Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora