Capítulo 7: Bola loca.

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En la calle todo parece normal,  hay mucha gente paseando, y yo saludo a todo el mundo. Pero nadie me responde, como si no existiera. 

Llego a una parada de autobús interurbano, miro en la marquesina un panel con las lineas y sus trayectos. A fin de determinar cual es el mejor opción para llegar a mi casa. 

No había tardado nada en el coche de Pablo,...  Pero el viaje no fue lo grato que me hubiera gustado. En verdad pienso, que es mejor un placentero y tranquilo viaje en autobús que ir con cierta gente, aunque tengan un coche de lujo tuneado.

Me decanté por el autobús, pero también pude contratar Cajacar: Un servicio de transporte moderno, gestionado por una aplicación de telefóno, donde los pasajeros viajan en cajas de carton que los supermercados donan. Estas se recogen por los conductores que participan en los puntos cajientes, que son zonas donde el coche que efectuará este servicio, es acondicionado para tal servicio, mediante el siguiente sistema:

1) el coche entra en el circuito cajiente.

2) Llega a un torre con una plataforma de altura regulable mediante un motor de ascensor, pudiéndose así hacer el montaje de una baca(una vez un novato que entró por primera vez a trabajar, instaló una vaca, y el conductor se enfadó mucho porque hundió su techo, y no paraba de mugir,...), y la correspondiente caja dependiendo de las medidas del pasajero, que ya se han transmitido anteriormente mediante la aplicación.

3) Cubrir exteriormente la caja con paneles de fibra de vidrio, para garantizar su estabilidad.

4) El coche sale de ese punto de acondicionamiento, dirigiéndose raudo y veloz al lugar donde espera el pasajero.

Una vez que llega donde está la persona contratante, después de los respectivos saludos. El conductor saca de su maletero una escalera portátil, la sitúa en un costado de su automóvil, y el pasajero sube por ella, hasta poder entra en la caja, una vez en su interior, cierra las solapas, y no las abre hasta que llega a su destino, bajando de la misma forma de como subió.

También hay un servicio Deluxe, pagando un poco más puedes tener cajitas comedero con algún aperitivo variado.

Antes  la gente podía compartir el coche en los trayectos, pero la ley se modificó, por la presión de los taxistas, conductores de autobuses, y todos los que se pudieran ver afectados, por este tipo de competencia, que ellos catalogaban como "desleal". 

Esta fue la forma en que la compañía se adaptó para cumplir con las leyes, y seguir en el negocio, que se convirtió en transporte de  "humanos objetos".

Si utilizas mucho Cajacar, puedes ganar en su rifa anual, un collar desparasitador último diseño, que nunca viene mal.

El autobús llegó interrumpiendo mis pensamientos con Cajacar. Es la linea C4S4, saqué mi bono conmemorativo de insectos que se pueden comer, lo pasé por la maquina, y entré hasta el fondo sentándome en unos asientos situados bajo la luna trasera.

 Antes de  cerraran las puertas, vimos subir a una madre con un chaval de unos 5 años de edad, que poseía una pelota roja pequeña, que tras aproximadamente 10 minutos de trayecto, escapó de sus manos y empezó a golpear el suelo, el techo, los cristales, a algunos pasajeros incluyéndome a mi (menos mal que me dió en la cabeza y tengo la cabeza más dura que el acero de los buques),...

La gente corría por el pasillo de un lado a otro tratando de capturar la pelota, pero no era fácil,... Un hombre alto con bigote retorcido como el de Dalí, consiguió atraparla por unos instantes, pero poco le duró la dicha, al pasar en ese momento el vehículo por una calle llena de baches muy pronunciados. El hombre en ese momento tuvo que elegir entre soltar la pelota y agarrarse a las barras de seguridad, o terminar comiéndose el suelo,...  Su reacción instintiva fue agarrarse, así la pelota volvió a golpear todo lo que se topaba a su paso. 

El conductor estaba muy nervioso, se había desviado de su ruta habitual, por mirar demasiado en el espejo central, a las personas que se movían como locas tras la pelota. Quería parar, pero podría ser peligroso, ese barrio eran difícil,... Se veía a la gente traficando con cristal, algo muy desagradable, podías observar a los cristaleros más chungos, con fogatas gigantes, más grandes que las que se organizan en las fallas de Valencia. Ese tipo de barrios eran literalmente un infierno. Se fundían grandes cantidades de cristal, que se vertían en moldes de todo tipo, para lograr figuras que se venderían en el mercado negro artesanal.

Las ruedas traseras reventaron por el calor, pero también se vieron afectados los mecanismos de frenos, porque no se podía parar,... El tripulante hizo todo lo que se le ocurrió en esos momentos críticos, para intentar solucionar el problema. Con mucha maestría, consiguió no chocar contra las fogatas(lo que hubiera significado nuestra muerte), y sacarnos de ese lugar, aunque terminara estrellándose contra una tienda de golosinas, que estaba cerrada(quizás porque sus dueños habían ido a comer), atravesando su escaparate, y volcando de lado, provocando que palomitas, gominolas, caramelos,... Ante tal impacto salieran en todas direcciones disparados.

Abandonamos el vehículo como pudimos, por los huecos de las ventanas rotas.

No hay que lamentar victimas, pero no estamos perfectos,..

Con los nervios, tomamos algunos refrescos que habían quedado intactos, y nos pusimos a comer gratis, de lo que allí había, mientras que un ruido de sirenas de policía empezaba a hacerse más y más cercano.

Estamos sangrando, arañados y golpeados, pero llenos de azúcar. 

LOCAMENTE PERDIDO. (Completo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora