Capítulo 27: Cuando un niño nace

70 13 15
                                    

NOTA: el nombre del capítulo hace referencia al primer interludio de esta tercera y ultima parte

_______________________________________________

PARTE III

«Cuando te hayas consolado (uno siempre se consuela) estarás contento de haberme conocido»

El Principito

_______________________________________________

Capítulo 27: Caminos de sal.

Dicen que vamos evolucionando conforme pasa el tiempo. Dicen incluso, que maduramos. Que crecemos. Siempre he dudado de ello. Hay personas que nunca crecen. Hay personas que siguen estancadas en la misma laguna maloliente. Yo era una de ellas. Aun con los golpes que había recibido persistía estar en la misma peste. Huía con insistencia. Cerraba los ojos esperando que el mal trago pasara. Me tapaba los oídos para no oír nada.

Porque así somos muchas veces. Creemos que tapándonos los ojos, cubriéndonos los oídos, ocultándonos del mundo, lograremos que la realidad se disuelva.

Y es un error.

Porque lo único que se disuelve con facilidad es la sal.

Y suele pasar que cuando la sal se disuelve en una herida, escuece terriblemente. Antes de desparecer nos hace agonizar un poco. Y tal como la sal cura, hay también caminos que curan. Caminos llenos de espinas que te lastiman antes de llegar a la meta, pero una vez que llegas al final te das cuenta de que has crecido. De que has cambiado. Yo sentía que todavía no había llegado a ese camino. Sentía que aun con todo lo que había pasado con Luzbel, no maduraba del todo. Seguía siendo una manzana verde que se negaba a caer al suelo.

Dice un dicho que... no es culpa de la manzana que se pudra con el tiempo...

Y yo, tarde o temprano, me iba a pudrir.

Pero uno no piensa en esas cosas con detenimiento. Y mucho menos cuando una oscuridad espesa se posa sobre tus ojos. Sobre los míos había una laguna negra en donde apenas recordaba quien era. Lo que existía en la laguna era más bien un sonido. Un tic que se repetía con insistencia, taladrándome los oídos, haciendo vibrar el agua.

Nada existía en realidad... hasta que abrí los ojos y sentí los labios secos.

—Se ha despertado, Doctor —oí que susurraban, demasiado lejos. Sus voces eran un eco lejano aunque estuviesen en la misma habitación.

Una luz blanca y cegadora obligó a mis pupilas contraerse. Aumentaban el dolor de cabeza. Cerré los ojos y respiré tan fuerte que sentí que el aire me iba a romper los pulmones. ¿Dónde estaba?

—Vaya, muchacho. Pensé que te perderíamos

Una cabellera canosa salió a mi encuentro y su sonrisa era muy luminosa. Lo reconocí en seguida; era el doctor que me había atendido en un principio. El doctor Novelli. ¿Estaba en el hospital?

¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? Pero más importante, ¿Dónde estaba Luzbel?

Esa última pregunta hizo que me incorporará de una vez en la cama. No pude llegar demasiado lejos, me dolía todo.

—Ey, tranquilo. Tranquilo —Novelli me obligó, amablemente, a acostarme otra vez—. Todavía no estás en condiciones de abandonar la cama. Relájate y descansa un poco.

—No puedo. No puedo. Nopuedo.

—¿Y por qué no? Tu cuerpo está demasiado mallugado. Llegaste hace dos semanas y...

La miserable compañía del amor.Where stories live. Discover now