Capitulo 15: Seguimos siendo mortales.

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 Capítulo 15: Seguimos siendo mortales.

¿Qué es el éxito? Supongo que es la capacidad de levantarse cada vez que uno se cae. Me hubiese gustado ponerlo en práctica, me hubiese gustado levantar la cabeza cada vez que algo me avergonzaba. Me hubiese gustado alzar la vista y mirar a aquellos que dejé atrás y decirles «Lo siento»

Seguramente en el mundo habrá personas fuertes, capaces de reponerse cada vez que el viento los golpea. Caminantes en un desierto de preguntas dispuestos a encontrar un oasis de respuestas. Me preguntaba, si llegasen a caer, si se llegasen a lastimar tanto con la caída que ya no pudieran levantarse por si solos, ¿Recibirían ayuda?

Quizás sí. Quizás no. A veces esto depende del orgullo, de la dignidad y de la resignación de una persona. Difícilmente se puede ayudar a aquel que no quiere ser ayudado.

—Franco, no te olvides que mataste a un paciente en una operación —me recordó Luzbel antes de irme a trabajar.

—No, no se me olvida.

Con el tiempo, había aprendido a convivir con ese chico tan extraño y fascinante. Y con el tiempo, esa verdad que me recordaba dejó de ser tan pesada, volviéndose un poco liviana y hasta aceptaba sus palabras como el buenos días de todos los días.

Las heridas de su espalda estaban bastante curadas, ya había retirado los puntos y se movía con más facilidad, aun así procuraba estar atento a él y a sus movimientos en la noche. Porque sí, todavía dormíamos en la misma cama, con la misma sabana, pero con almohadas diferentes. Y sí, lo esperaba como todas las noches cuando él se iba a trabajar. Después de todo, sus pasos seguían siendo diferentes al de los demás y la hora de su llegada, tres de la mañana, era como un ritual.

Estaba completamente domesticado por una rosa con espinas afiladas.

¿Y saben una cosa? Estaba dispuesto a dejar que sus espinas me hirieran. Eso estaba bien, lo estaba para mí. ¿O acaso nunca han escuchado que si quieres oler una rosa primero debes pasar por el dolor de sus espinas?

Y no sólo eran las espinas de Luzbel. También estaban las mías. Quizás no era lo más adecuado compararnos con rosas, quizás lo más adecuado era compararnos con erizos, de esos que se lastiman mutuamente para poder estar cerca. O al menos yo quería estar cerca de él aunque mis barreras le hirieran, ¿Egoísmo, posiblemente?

—¿En qué piensas tanto, Franco? —me preguntó Luzbel con una voz tranquila.

—Me preguntaba para qué sirven las espinas —respondí. En ese momento tomaba la maceta con las semillas para ponerlo a llevar el sol de la primera hora de la mañana—. Me preguntaba si el aviador tendría razón al decir que las espinas son pura maldad de las rosas.

—Esas son preguntas tontas —dijo, sin mucho tacto—. ¿Por qué te cuestionas si nacen con espinas las rosas? Las espinas son espinas, son parte de su cuerpo, ¿O es que acaso tú te preguntas por qué naciste con brazos?

—Creo que debe ser algo más profundo que eso.

—Sí, supongo que sí —rió levemente sin ofenderse.

Las rosas no deberían nacer con espinas aunque... si no lo hicieran, cualquiera podría cogerlas. Supongo que su razón de ser está en limitar a las personas que pueden obtenerlas. Y solo podrían hacerlo aquellas personas fuertes y resistente, capaces de seguir tomándolas con amor aun cuando sus espinas lastimaran tanto hasta el punto de hacerte sangrar.

—Si sigues pensando en puras boberías llegarás tarde —expresó calmado y yo me apuré en poner la maceta al sol.

—No lo vayas a dejar mucho tiempo fuera. Máximo una hora.

La miserable compañía del amor.Where stories live. Discover now