Capitulo 17: Piezas sueltas.

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 Capítulo 17: Piezas sueltas.

Una vez, vi en un libro una escultura de mármol blanco, el autor resaltó varías imágenes en distintos ángulos para que el espectador apreciase cada detalle. Era fascinante. Podía imaginarme al artista coger un martillo y un cincel para empezar a romper el mármol y así sacar algo hermoso. Me parecía increíble que de una piedra se formase semejante belleza. Un golpe tras otro hasta obtener la forma deseada; horas de mucha paciencia, dedicación, amor y mucha determinación.

Supongo que eso pasa con muchas personas; es decir, cincelar la personalidad de una persona, esculpir su crecimiento hasta querer volverlo "perfecto". Imagino que eso quisieron hacer mis padres conmigo; cincelarme hasta obtener una perfecta escultura que adornase el centro de su sala. No es algo malo, creo que todos tratamos de cincelar a las personar que están a nuestro alrededor, tratando de moldear su personalidad a nuestra conveniencia.

No es algo malo porque, a veces, eso se hace con las mejores intenciones del mundo.

Sin embargo, con una persona jamás conseguiremos llegar a la forma perfecta. Incluso, muchos de nosotros llegamos a rompernos antes de que nuestro escultor llegue a completar la obra. De repente, el cincel da en el lugar equivocado y se forma una grieta, aun así el escultor hace caso omiso y continúa con su labor, esperando tener la escultura que en su mente se moldea. Pero la grieta se abre más y más a medida que el cincel sigue golpeando.

La grieta debería ser el aviso para el escultor de que no debe seguir cincelado.

Hay algunas personas que lo notan y se detienen antes de que todo lo que ha construido se desmorone. Pero otras son tercas, porfiadas en su propósito, convencidas de que no ha cometido ningún error y por tanto, la grieta soportara el peso.

Pero no lo hace y al final acabas con una escultura tan rota que lamentas haber invertido tanto tiempo.

—Llevas mucho rato callado.

—Siempre he sido callado.

—Pero hoy lo estás mucho más...

Guardé silencio, pensando en las esculturas rotas, las que van a la basura porque ya no son perfectas.

—Pensaba que ya vamos a llegar a la ciudad en que nací y crecí.

Llevábamos casi nueve horas de viaje, me dolía el trasero de tanto estar sentado. Suponía que a él también. Y me sentía algo devastado, cansado, melancólico... y quizás a eso se debía mi silencio.

Solté un suspiro.

—Pensaba también que mis padres hoy estarán pensando en mí y quizá se pregunten dónde y cómo estaré.

— También se preguntaran si todavía ejerces la medicina.

—Sí, creo que eso es lo que más se preguntan.

Mi familia era muy pequeña, conformada por mis padres y por mí. Mi madre quería tener más niños, pero le resultaba muy difícil quedar embarazada, de hecho había experimentado muchos abortos espontáneos antes de mi nacimiento. Por esa razón, fui hijo único, siendo más consentido por ella debido a sus abortos; era el bebé de la casa, el niño favorito de mamá. Era un hijo único demasiado sobreprotegido.

A veces eso resultaba muy asfixiante; es decir, era la única persona en la que tenían puesta sus expectativas. Unas expectativas muy altas, de hecho. Así que desde temprana edad, fui sometido a una educación muy estricta. Si bien era consentido por mi madre, ella también tenía su carácter y muchas veces me pegaba con rosita para disciplinarme.

La miserable compañía del amor.Onde as histórias ganham vida. Descobre agora