—Si no me van a hablar, llévenme con él —afirmé, tratando de mantenerme serena mientras una lágrima se derramaba por mi mejilla. Solo obtuve la mirada triste de papá, por lo cual insistí—. Por favor, quiero verlo.

Papá asintió con la cabeza y miró a Brennan, haciéndole una seña para que lo ayudara. Ambos me levantaron del suelo, sin soltarme al darse cuenta de que lo mucho que tambaleaban mis piernas.

—Estás débil porque él lo está —respondió Luigi a mi pregunta no formulada—. Y no te asustes, él está bien, solo descansa, su cuerpo parece haber recibido heridas en la batalla, pero Haliee no encuentra nada y no tiene explicaciones a ello. Lo está revisando.

—¿Dónde está? —giré mi rostro, buscando a un gran dragón a mi lado, pero no lo hallaba.

—Cerca del mar, Haliee necesitaba agua para él, y antes de dormirse nos colaboró un poco y se movió con ella. No quisimos despertarte y no creímos prudente que él te cargara en ese estado —respondió Haru—. Castiel y Piwi están con ellos.

—Sigo sin entender que pasó —confesé, soltando un suspiro al notar cómo mis peores miedos resultaban infundados, pero con el pecho apretado ante la incertidumbre de toda la situación—. ¿Castiel y Piwi están bien?

—Sí, en realidad creo que tuvimos bastante suerte —me tranquilizó Brennan—. Vamos, te llevo —se ofreció, y antes de que pudiera reaccionar, mi cuerpo fue levantado en sus brazos. Me recosté en su cuello, era cálido y reconfortante.

—Gracias...

—De nada, saltamontes... Es gracias a ti, Haliee y tu dragón que seguimos vivos, no lo olvides —respondió con una sonrisa. A mi alrededor, pude ver como los demás se nos unían en la caminata.

Caminamos solo unos metros, pero pude notar como el cansancio me embargaba apenas estuve cómoda en los brazos de Brennan. Mis parpados pesaban, y no podía evitar pensar que necesitaba una siesta con urgencia. Ningún doble o triple turno en el hospital me había preparado para el cansancio que me daría Umbrarum, y yo solía pensar que setenta y dos horas sin dormir, a punta de café, eran demasiado...

Una vez que Brennan se detuvo, me apresuré a voltear la vista, en busca de mi protector, solo para encontrarme con la imagen de Alhaster a la orilla del mar, como un peso muerto. Me sacudí, casi salté de los brazos de Brennan, y corrí tambaleándome hasta llegar a mi dragón. Las lágrimas que había estado conteniendo comenzaron a nublar mi visión, mientras mi respiración empezaba a tornarse agitada.

—¡Alhaster! —grité, acariciando su hocico. Estaba vivo, podía sentirlo, su nariz emanaba aire caliente, pero más que eso, no sentía nada. Tampoco hubo ninguna reacción.

Comencé a llorar, sin importarme que el resto me viera. Yo no era tan fuerte como ellos, ¿y qué? Eso tampoco me hacía más débil.

—Alhaster, por favor... despierta, ¿sí? Di algo, lo que sea. Hasta si es arrogante te lo perdono. Tú eres así, lo sé... —pero por más que hablé, nada ocurrió, y comencé a entrar en pánico— Por favor, ¡No es normal que estés callado, Alhaster! ¡Háblame! —recosté mi frente sobre la suya, observando sus ojos cerrados mientras sentía como mis lágrimas caían sobre sus escamas—. ¿Y si insultas a Brennan? Maldice a todos, regáñame por pensar que Castiel y el lobo son sexys, di que me quieres, pero por favor, dime algo.

—No me hagas esto —comuniqué solo para él, tal como me había enseñado, pensando que quizás así me escucharía. Pero no ocurrió.

Toda mi previa tranquilidad, proveniente de escuchar a Luigi decir que estaba descansando, se desvaneció. Nada estaba bien, no podía sentirlo, no me escuchaba, no reaccionaba a nada de lo que hacía... ¿Iba a perderlo? ¿Así iba a terminar nuestra historia? No después de que yo...

CDU 2 - El legado de Faedra [GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora