Arrastrada

164 24 5
                                    

Si quieren que siga publicando, favor opinar y votar, gracias. 

16

No había terminado de bañarse para cuando Estefanía fue testigo de la manera brusca y agresiva, usada por Pascual, para agarrar a su hermana por el brazo. La sacó del área de los baños en medio de sus gritos y pataleos, los cuales se mezclaron con los insultos proferidos por el capataz. Ante semejante espectáculo, solo se le ocurrió soltar el balde y correr detrás de ellos, dejando atrás su taparrabos. Una vez afuera, el sol terminándose de esconder tras las montañas, sintió como si el dolor de su hermana fuera propio al ver como esta caía al piso, producto de una patada recibida en su pantorrilla por parte del salvaje capataz. Una vez la vio en el suelo, Pascual le amarró las muñecas con una cuerda sustraída de uno de sus bolsillos y la empezó a halar por todo el patio sin darle la oportunidad de ponerse de pie. Los gritos de la linda niña no se hicieron esperar, intercalados con sus preguntas acerca de la razón por la cual estaba siendo sometida a esa clase de tratamiento.

Estefanía, sorprendida pero al mismo tiempo sin extrañarse demasiado por el comportamiento salvaje de Pascual, miró a su alrededor en busca de Charlotte, de quien sospechaba ser la autora de aquel horrible acontecimiento. Pero la muchacha de los ojos verdes no parecía estar entre el grupo de más de veinte esclavas, algunas aterradas y otras divertidas, las cuales apreciaban el tormento sin tratar de perderse detalle alguno. Volvió a mirar a su hermana mientras era arrastrada por el piso, Pascual riendo e insultándola.

–¿Pensaste que te ibas a salir con la tuya? Esto es solo la primera parte de tu castigo, a ver si por fin aprendes a seguir las reglas.

Estefanía no podía imaginar cual podría ser la disculpa usada por Pascual para proceder de aquella manera y tampoco se le ocurrían las palabras, muy seguramente usadas por Charlotte, para convencerlo de ejercer toda su crueldad sobre su pobre hermana.

–Espero que tu espalda esté lista para recibir doscientos azotes –dijo Pascual en medo de los gritos y el llanto de Valentina.

–¡Pascual! –Gritó Estefanía, tratando de acercarse al capataz–, ¿por qué le estás haciendo esto? –pero lo recibido por Estefanía fue una fuerte bofetada en lugar de la respuesta esperada.

–Ten piedad –volvió a gritar Estefanía, esta vez alejándose lo suficiente del cruel capataz–, por favor no la arrastres así.

Pascual hizo una señal a un joven capataz, quien se encontraba en la puerta de los baños. El hombre se acercó, y siguiendo las órdenes de su compañero, avanzó unos pasos y sujetó a Estefanía fuertemente por los brazos.

–¿Por qué le obedeces, Ciro? ¿No ves que se está cometiendo una injusticia? Mi hermana no ha hecho nada malo –le dijo Estefanía al joven capataz.

–Ya, cállate si no quieres recibir el mismo castigo de tu hermana –gritó Pascual mientras continuaba arrastrando en círculos a la pobre muchacha sobre el duro empedrado del patio.

Estefanía rompió a llorar sabiendo como las cosas se podrían complicar aún más en caso de seguir haciendo preguntas. Se quedó inmóvil observando como las rodillas y los codos de su hermana empezaban a sangrar, como trataba de mantener su rostro alejado de las piedras y como otras partes de su cuerpo como los senos, los muslos y los empeines empezaban a mostrar algunas raspaduras. Era obligatorio hacer algo para ayudarla y de no haber sido por la manera como Ciro la sujetaba, no hubiese dudado en saltar sobre Pascual y descargar toda su furia. Fue el momento en el cual se le ocurrió tratar de doblegar al joven capataz. Levantó su pierna derecha hacia atrás, y haciendo uso de toda su fuerza, propinó un fuerte golpe con su talón en los testículos del capataz. Este la soltó mientras se retorcía del dolor, dándole la oportunidad a Estefanía de propinarle una nueva patada, esta vez en el estómago, y de mandarlo al piso con un par de puños en la cara. Pero todo no paró ahí: la bella muchacha, sin detenerse a pensarlo, le propinó dos patadas más en la cara, sabiendo de la poca efectividad de estos, gracias a sus pies descalzos, para enseguida arrodillarse junto al adolorido ser, arrebatarle el látigo y correr en dirección al otro lado del patio, sitio donde se encontraba un asombrado Pascual, quien había parado de arrastrar a Valentina pero la mantenía acostada sobre el empedrado.

CAUTIVASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora