Confesión

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–¡¿A ti qué te pasa?! ¡¿Por qué diablos hiciste eso?! –Estefanía, salida de la ropa, en este caso salida de su diminuto taparrabos, enfrentó a su gemela en el jardín de flores mientras caminaban a la espera de su turno en los baños. Valentina, sabiendo de la rabia acumulada por su hermana durante las horas del día, gracias al cruel castigo recibido por Charlotte, prefirió callar antes de contestar cualquier cosa.

–¿Es que no me vas a decir nada? –después de haber soportado la lluvia durante varias horas, minutos antes de las cinco de la tarde los rayos del sol habían penetrado las nubes, dándole a las esclavas la oportunidad de caminar sobre los embarrados caminos del jardín sin preocupación alguna de seguir mojando sus embarrados cuerpos.

–Charlotte te estaba hablando, eso no se puede negar... –la voz de Valentina tenía la fuerza de un delgado hilo.

–Pues claro que me estaba hablando –Estefanía bajó su tono de voz antes de continuar–, pero porque estamos planeando la manera de escapar, pero mira lo que has hecho... –la joven esclava señaló con un movimiento de su cabeza el cepo, a menos de cincuenta metros, en donde Charlotte permanecía inmovilizada, su cuello y muñecas aprisionadas entre los gruesos maderos, obligando a sus pies a permanecer totalmente empinados.

–Nadie le ordenó que hablara durante el desayuno, pudo haberse esperado hasta el final de la jornada.

–Lo sé, pero seguramente quiso ganar algo de tiempo –alegó Estefanía–, entre más rápido podamos planear esto, más rápido estaremos de regreso en casa.

–¿Y tenemos que escapar con ella?

–Ya te dije que es la única que nos puede ayudar a conseguir algo con que cortar estas malditas cadenas –el tono de Estefanía continuaba siendo agresivo.

–¿Y eso qué tiene que ver con la forma como la acaricias y la besas? –Valentina la miró directo a los ojos, su inquisitivo tono algo más fuerte.

–Vale, ¿qué tiene de malo que me sienta atraída hacia ella?

–¿Me vas a dejar por ella? –preguntó Valentina bajando la mirada.

–¿De qué carajos estás hablando? Tú eres mi hermana... Y bien sabes que nunca te voy a abandonar, por lo menos mientras estemos en este infierno.

–Pero nunca me vas a ver como tú la miras a ella... –las palabras de Valentina las llevaron a detenerse.

–¿A qué te refieres? –la expresión de incomprensión en el rostro de Estefanía no dejaba duda alguna.

–Nena, sé que ahora la prefieres a ella.

–Es diferente, tú eres mi hermanita linda, la que me da la fuerza necesaria para sobrevivir, para seguir luchando, en cambio ella es como mí... novia...

Ante el silencio de Valentina, Estefanía continuó hablando.

–¿O es que no te parece bien que a mí me gusten las mujeres?

–No..., eso no importa, creo que a mí también me gustan –pero Valentina estaba muy segura de algo: no le gustaba cualquier mujer, no le llamaba la atención la sobresaliente belleza de Juliana, mucho menos la de Charlotte, solo le apasionaba la exuberante belleza de su hermana.

Estefanía esbozó una pequeña sonrisa antes de hablar.

–Bueno, supongo que es natural el que a las dos nos gusten, en un sitio como este sería imposible que un hombre nos llamara la atención.

Valentina no se atrevió a confesar sus sentimientos. No era el mejor día, tampoco el mejor momento cuando a la distancia podían escucharse los sollozos y las exclamaciones de dolor pronunciadas por Charlotte, quien completaba más de diez horas de tormento y quien seguramente no se vería libre hasta algunas horas después del atardecer.

–Nena, no me vayas a dejar por otra, siempre hemos sido las dos...

–Ya te dije que eso jamás lo haría, y vamos a escapar las tres de aquí y regresaremos a casa para volver a ser felices.

Pero Valentina podía imaginar los inconvenientes en caso de llegar a huir en compañía de la muchacha de los ojos verdes. No quería pasar a un segundo plano en la lista de prioridades de su hermana, lo cual indudablemente se presentaría si de escapar con Charlotte se trataba. También era consciente de haberse ganado una enemiga, concepto poco conocido a sus dieciocho años si no contaba a los capataces, quienes la maltrataban a diario, pero los cuales no podría considerar como sus enemigos sino como una caterva de salvajes cumpliendo con su trabajo. Sabía de los intentos de venganza a realizar por Charlotte en cuanto estuviese libre del cepo, lo cual la haría pasar bastantes malos ratos y peor aún si aquella muchacha decidiera llegar a utilizar a Pascual en su contra.

–Nena, yo creo que Charlotte debe estar furiosa conmigo...

–Motivos no le faltan –dijo Estefanía volteando a mirar en la dirección del cepo.

–Pero me gustaría que hablaras con ella apenas la suelten...

–¿Para qué? ¿Acaso quieres que le mande tus saludos, tus besos y tus abrazos? –la pregunta de Estefanía iba cargada de sarcasmo.

–Sé que ella va a tratar de vengarse... y si se vale de Pascual para hacerlo va a ser peor para mí...

–Quién te manda a hacer lo que hiciste... –Estefanía encogió los hombros.

–¿Estás dispuesta a ver a tu hermana menor colgando de la cruz por culpa de tu noviecita?

–Menor por cinco minutos –Estefanía arrugó la boca, sus manos ocupadas soltando un pedazo de barro pegado en su muslo izquierdo–, además, creo que te lo mereces.

–Nena, si algo me llega a pasar, así sea recibir un solo azote por culpa de Charlotte, te juro que voy donde Parcer y le cuento lo que ustedes están planeando –odiaba amenazar de esa forma a su hermana y bien sabía no verse capaz de hacer algo de esa naturaleza, pero así mismo era consciente de la importancia de tomar algunas precauciones.

–¡¿Tú estás perdiendo la razón?! ¡No puedo creer que sea mi propia hermana, mi hermana gemela, la que me esté diciendo eso! –Valentina nunca había visto aquellas expresiones de sorpresa, rabia y tristeza mezcladas en el rostro de su hermana.

–No quiero ser castigada, ya he tenido bastante con la crueldad de Pascual, y lo último que queremos es entrar en una guerra en la que solo nosotras seríamos las perdedoras.

–Si le cuentas nuestros planes a alguno de los capataces, no solamente vamos a recibir los peores castigos, también vamos a perder para siempre la oportunidad de regresar a esa vida feliz que tuvimos alguna vez, ¿es que no te importa eso?

–Prefiero vivir en este lugar por el resto de mi vida antes de verte besándote y acariciándote con esa muchacha, y mucho menos allá en nuestro hogar.

–¡¿Pero qué te sucede?! ¿Es que no tengo derecho a ser feliz?

–¿Y yo dónde quedo? Es que solo estás pensando en ti misma –Valentina dejó rodar un par de lágrimas por sus mejillas. Sabía de la injusticia para con su hermana, pero también era cada vez más consciente de su imposibilidad de llevar una existencia sin tenerla a su lado, era algo totalmente por fuera de cualquier consideración.

–Tú puedes llegar a tener a alguien, no sé, hay muchas niñas lindas en nuestra nación...

–Yo no quiero a ninguna niña linda, solo te quiero a ti, ¿es que no puedes entenderlo?

Estefanía se quedó mirando a su hermana con una clara expresión de estupefacción en su bello rostro.    

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