1. En 1943

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Harry sentía como si algo lo estuviese apretando en todas direcciones, forzando su cuerpo a comprimirse, era peor que el sentimiento de la aparición. Todo a su alrededor se había sumido en una completa oscuridad, no sabía cuánto tiempo había pasado pero por mucho que intentaba liberarse, seguía sin poder moverse. 

No tenía ni idea de que había hecho Voldemort. Por un momento pensó que se había quedado ciego, pero había rechazado pronto la idea, el murmullo constante de Voldemort había desaparecido, siendo sustituido por un zumbido constante, y esa sensación asfixiante a pesar de todo había hecho que no entrase en pánico porque significaba que estuviese lo que estuviese pasando no estaba encerrado en ningún sitio. Aunque no sentía dolor, la fuerza invisible que parecía querer comprimirlo no era algo precisamente agradable. Aún no sabía si teniendo en cuenta quien era Voldemort, la ausencia de dolor era algo bueno o malo.

Cuando empezaba a preocuparse por la incomodidad cada vez mayor de esa fuerza que lo empujaba, el mundo se formó de nuevo a su alrededor y cayó de culo al suelo. Se tapó los ojos rápidamente con las manos pero rápidamente las bajó de nuevo, sintiéndose estúpido. Parpadeó extrañado, porque a pesar de haber pasado un tiempo en la oscuridad más absoluta no le molestaba la luz. Probablemente no había pasado tanto tiempo como  pensaba entonces. 

No obstante, no se detuvo mucho en pensarlo, la adrenalina que viajaba por su cuerpo le instaba a estar en guardia. Lo primero que hizo fue ver donde estaba y para su sorpresa estaba en un bosque, y siendo precisos en el bosque prohibido, lo reconocía de las veces que se había adentrado en él. 

Harry apostaría lo que fuera a que había sido una aparición o un traslador pero probablemente de un tipo distinto, al fin y al cabo el sentimiento no había llegado a ser el mismo y a Harry el proceso le había parecido eterno aunque no tenía forma de saber exactamente cuanto ¿Pero por qué Voldemort lo mandaría ahí? Era algo que no dejaba de preguntarse.

Se puso de pie y miró a su alrededor, odiando el sentimiento de anticipación que recorría cada parte de su cuerpo.

-¡Voldemort Sal!-gritó-¡hazte ver!

Pero no lo hizo ni la primera, ni la segunda ni la tercera vez que lo llamó. Quizá tenía algo preparado dentro para que acabara con él, solo esperaba no tener que enfrentarse a otro dragón. Inmediatamente que ese pensamiento pasó por su mente, sacó su varita. Por suerte era de día y no tenía que iluminar el camino, los peores seres salían a exhibirse por la noche.

Siguió avanzando por el sendero con ayuda de su varita. No sabía exactamente donde había caído y por eso para orientarse había tenido que usar el encantamiento brújula, parecía que iba a serle de más utilidad de lo que pensó en su día. La verdad es que no había pensado en volverlo a utilizar desde la tercera prueba del torneo de los tres magos.

Toda esta situación le estaba poniendo los pelos de punta, ni siquiera veía a ningún mortífago. Quizá en la aparición algo había salido mal y habían aparecido cada uno en un sitio del bosque diferente o incluso en otros sitios más lejos. Pero Harry cada vez avanzaba más rápido, prácticamente estaba corriendo siguiendo el camino que le marcaba su varita. Las hojas crujían bajo sus pies, causando que cualquiera, fuese humano o no, pudiese saber donde estaba pero era incapaz de bajar el ritmo. Si conseguía llegar a Hogwarts antes de encontrarse con alguno de ellos le habría ganado a Voldemort la partida, contaría con el apoyo del cuerpo de profesores y de Dumbledore. En este momento incluso podría alegrarse de ver a Snape.

Cuanto más corría más sentía que en cualquier momento podría aparecérsele algo en cualquier parte del bosque, por eso, de vez en cuando miraba incluso al cielo por si algo caía desde ahí. 

Siguió corriendo todo lo rápido que pudo hasta que finalmente vislumbró el final del bosque a un par de metros y al castillo a lo lejos. Le dio un último empujón a sus pies y se propulsó fuera del bosque como si se tratase de un atleta que acababa de realizar la maratón. Nada más salir apoyó las manos en sus rodillas para recuperar el aliento, todavía con su varita en la mano. Estaba agotado y empapado de sudor a pesar de estar en pleno octubre ya. 

Perdido en el tiempoWhere stories live. Discover now