Romeo y Julieta

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—¿Diga? — pregunto con el corazón queriendo salirse de mi pecho.

No entiendo el motivo de haberme puesto tan nerviosa, puede que se deba a que es la primera vez que mi madre me llama estando yo fuera de la ciudad.

A pesar de que es imposible que sepa donde estoy, no logro controlar los desbocados latiodos de mi corazón contra mi caja torácica.

Noelia, ¿sigues en lo de Nathan? — Pregunta la voz de mi madre, respiro hondo antes de darle una contestación, esperando que nada me delate en mi tono.

—Sí, mamá.

Bien, ¿podrías...? —Se queda callada unos segundos antes de decir: — ¿Qué son esos gritos? — me muerdo el labio, esperaba no oyera el escándalo que hay montado aún.

—¿Gritos? —Me hago la tonta unos segundos mientras busco una buena excusa. —Oh, claro. Es que Nathan tiene puesto el partido y ya sabes cómo se emociona. —Juliette y Ally me miran con preocupación. Siento como alguien se acerca a mí, pero no tengo tiempo de darme la vuelta antes de oir su voz por encima de los gritos.

—Sabía que eras uno de ellos. — Me muerdo el labio con fuerza mientras cierro los ojos frustrada, seguro que mi madre lo ha oído. Me doy la vuelta y me encuentro con el chico misterioso mirándome.

¿Quién es ese? —Pregunta mi madre desde el otro lado de la línea.

—Es Nathan, mamá. — Sin pretenderlo levanto la mano y la pongo encima de los labios del chico cuando veo abre la boca para añadir algo más. Me mira frunciendo el ceño.

—¿Nathan? ¿Estás segura? ¿Esa es su voz? —Pregunta mi madre con tono desconfiado.

—Pues claro mamá. Es él. Ya sabes la pubertad, la adolescencia y el cambio de voz. — Ally aguanta una risa y yo sonrío guiñándole el ojo.

Bueno... — Alarga mi madre sin tenérselas todas consigo misma.

—¿En serio mamá? ¿Dónde crees qué estoy? ¿Crees que me he fugado con mi novio secreto, a vivir una historia digna de Romeo y Julieta? —Mi madre se ríe al otro lado de la línea.

Bueno, bueno, sin exagerar solo que no me ha parecido que sea él. —Dice, y supongo que ahora me cree. Suspiro, estando ahora más calmada.

—Es que está resfriado. — Replico como pretexto.

Bueno dile que se mejore. —Asiento, pero me doy cuenta de que no puede verme.

—Claro, mama yo se lo digo. —Acepto queriendo terminar la conversación cuanto antes mejor.

Te llamaba para decirte que compraras pan de vuelta a casa es que no queda y juraría que esta mañana había de sobra... —Suspira. —Bueno no importa, ¿traerás contigo? —Me muerdo el labio, claro que había pan, antes de que yo lo cogiera, pero obviamente no se lo digo.

—Claro, mama yo traigo.

No llegues tarde y dile a Nathan que se pase si quiere que le haga una sopa. —Se ofrece.

—No, no hace falta. Adiós. —Antes de que añada nada más cuelgo y suspiro.

Miro a mi alrededor y es entonces cuando me doy cuenta de que aún tengo mi mano encima de la boca del chico misterioso y él me mira con las cejas arqueadas, avergonzada bajo la mano y él se ríe.

Me pasa el brazo por los hombros.

—Bueno no creo que esto sea un sito donde fugarse. —Dice señalando a nuestro alrededor. —Pero sí, nuestra historia sería digna de Romeo y Julieta. —Me dice guiñándome el ojo. Frunzo el ceño mientras le miro, con un rápido movimiento me zafo de su agarre y me aparto de él.

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