Deja de llamarme así

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Bajo a la cocina, y después de servirme un vaso de agua, me siento en la barra y dejo el vaso en la encimera.

—Lo siento no quería decir eso, solo que a veces olvido lo de tu hermana.—Oigo la voz de Shelly detrás de mi. Suspiro antes de darme la vuelta.

—Sé que no querías decirlo, yo tampoco quería decir nada de lo que te he dicho. — Me disculpo también.

Se acerca a mí, doy un salto al suelo y nos abrazamos.
Mi amistad con Shelly es tan importante que es imposible que pasemos más de cinco minutos enfadadas la una con la otra.

—Oh...— Oímos a Nathan soltar con burla mientras alarga mucho la vocal. Le dedicamos una mirada asesina antes de acabar riéndonos.

—¿Qué es tan gracioso, chicos? —Pregunta mi madre entrando en la cocina y empezando a servir la sopa que le ha preparado a Nathan.

—Nada. — Respondo sonriendo, ella me mira y se encoje de hombros sin darle mucha importancia.

—¿Queréis también? —Pregunta mi madre mientras señala la sopa y nos mira a Shelly y a mí. Le pasa el plato a Nathan mie tras las dos negamos con las cabeza y miramos a mi mejor amigo que se encuentra mirando la sopa, sin poder tragarse bocado, no creo que tenga mucha hambre. —Espero que te mejores, Nathan. — Dice mi madre sonriéndole y después sale de la cocina. Nathan empuja el plato de sopa hacia mí.

—Come tú, yo no tengo hambre y encima estoy metido en este lío por tu culpa. —Se queja, yo me río y niego con la cabeza.

—Mi madre ha dicho que la sopa es para ti, no para mí.

—¿Vas a decirnos por qué le has tenido que decir a tu madre que Nathan estaba malo? —Se queja Shelly. Le dedico una sonrisa inocente. —Seguro que estaba con el chico misterioso y claro habrá pasado algo que le tuvo que decir a su madre que eras tú... —Dice moviendo las cejas. Me pongo tensa porque ha acertado el noventa por ciento, pero no lo demuestro, solo le dedico una sonrisita.

—Cierto, toda la razón. —Asiento riendo, quitándole hierro al asunto.

—¿Qué hago con esta sopa que no quiero tomar? —Espeta Nathan mirando el plato con ceño fruncido, como si pudiese hacer desaparecer la comida que hay dentro.

Me encojo de hombros.

—Tendrás que comértela. —Sonrío inocentemente.

Nathan la sigue mirando con cierto horror y sé que no quiere hacerlo.

Venga ya, es solo una sopa. Ni que mi madre cocinara mal.

—¿Qué pasa Nathan, mi madre cocina mal? — Cuestiono nada más que para molestarle.

—No es eso, es que de camino aquí se ha tragado un helado y una tableta entera de chocolate.— Dice Shelly resentida. —Y no se ha dignado ha darme ni un trocito. —Suelto una carcajada por el tono de su queja.

—¿Pero cómo es posible?— Pregunto boquiabierta.

—Ya ves, vaya amigo.— Responde ella pensando que me sorprende que no haya compartido con ella su dulces.

—No hablo de eso. Él vive en mi misma calle, ¿cómo le ha dado tiempo a comérselo todo antes de llegar?— Arqueo las cejas y los miro a los dos. Nathan me dedica una sonrisa y Shelly se encoje de hombros.

—Tengo dos manos. — Responde él, me río. — ¿Al final no vamos donde la frontera? — Shelly y yo nos dedicamos una mirada y negamos con la cabeza.

Nathan se encoge de hombros.

—¿Qué queréis hacer? —Cuestiona mientras remueve la sopa con la cuchara sin probar bocado.

—Podríamos ir a comprar los vestidos para el baile. —Propone mi mejor amiga mientras juguetea con el cierre de su pulsera.

—Shelly, aún faltan unos cuatro meses y medio para ese baile. —Comento riendo. Ella se encoge de hombros con una sonrisa.

—Ay, soy la única que aporta ideas y vosotros solo os dedicáis a destrozarlas. —Hace un mohín y nos reímos.

—Podríamos ver una película. —Comenta Nathan, tirando la sopa por el desagüe.

—Como te vea mi madre.... —Comento riendo, él pone su dedo índice delante de su boca indicando silencio, niego con la cabeza y salto fuera del taburete.

—¿Qué película queréis ver?— Termino por rendirme y caminar hacía la sala, sabiendo que la discusión que habrá sobre que película ver será más extensa e intensa que la de hace un momento para decidir que hacer.

                            *******

—¡Te pillé! —Grito cogiendo a Ally del brazo.

—No vale, Nicholas se ha chivado. —Se queja mi hermana señalando al chico sentado cerca de un árbol mostrándole una sonrisa.

Hoy me he despertado con ganas de estar con Alison y he venido directo al bosque, llevo como una hora jugando al escondite con ella y otros chicos que viven en la fábrica.

—No lo ha hecho, he visto tu vestido, no deberías ir vestida de amarillo si quieres pasar desapercibida. —Le digo riéndome. Ella me pega en el brazo y yo la cojo de la cintura y me pongo a hacerle cosquillas.

—¡PARA! ¡¡Noah!! ¡¡Para! — Se pone a chillar mientras se ríe. Nos caemos al suelo y sigo haciéndole cosquillas.

—Noah, déjala ya. —Dice Juli, suelto a Ally y ella intenta recuperar el aliento, con una sonrisa.

Cuando levanto la vista veo a Juli y a Gabrielle mirándonos con afecto.

—Mira como te has puesto de barro, tu madre no va a pasarlo desapercibido. — Comenta con desaprobación tía Juliette.

—Le diré que me he caído de camino a casa con estos zapatos que me obliga a ponerme. —Digo sonriendo.

Mi madre es del tipo de persona que le importan mucho las apariencias, todo lo que la gente pueda pensar de mi familia o de mí, es muy importante para ella, así que la mayoría de tiempo es ella la que me escoge la ropa.

Claro que hay veces que llego a salvarme y puedo ir con Shelly a comprar lo que quiero.

La última adquisición de parte de mi madre han sido unos zapatos de unos seis centímetros de alto, sin exagerar. Lo que ella no sabe es que siempre llevo mis zapatillas y me los cambio justo al salir de casa.

—No se lo creerá. —Comenta Gabrielle.

—Si que lo hará. Además, si cree que los zapatos que me ha comprado han hecho que vaya así de embarrada por la ciudad, no hará falta que me deshaga de ellos, lo hará ella misma.

Las tres se ríen.

Me levanto del suelo y ayudo a Alison a levantarse también, nos encaminamos a la fábrica.

—¿Qué quieres hacer? — Le cuestiono a Ally que va detrás de mí. Me doy la vuelta y sigo caminando de espaldas mientras espero su respuesta.

Se encoje de hombros.

—Me da igual. — Responde sonriendo.

Asiento devolviéndole la sonrisa mientras me estoy dando la vuelta y me choco con alguien, casi me caigo si unos brazos no me llegan a sujetar por la cintura.
Un olor a tabaco, menta y bosque inunda mis fosas nasales.

Levanto la vista y veo a unos ojos azules mirándome con picardía.

—¿Qué pasa Julieta? ¿Te gusta estar en los brazos de tu Romeo?— Evan me dedica una sonrisa que hechicería a cualquier chica.

—Ni lo sueñes, nunca serías mi Romeo... —Comento mientras me aparto de él.

—Prefieres a alguien del otro lado, ¿verdad?—Me dedica un puchero burlandose de mí.— Pero eso ya no sería un amor prohibido — Me guiña el ojo antes de encogerse de hombros.

—Vete a la mierda. —Lo empujo lejos de mí.

—Que mal hablada eres, princesita.

—Deja de llamarme así. —Espeto harta de este tío y eso que es la segunda vez que conocido con él.

Es del tipo que va de duro burlándose de todos los que se pongan a su alcance y creyendo que le va a caer simpático a todo el mundo.

—¿No te gusta? — Cuestiona mordiéndose el labio y mirándome de arriba a bajo.

—Eres un idiota.— Lo sé, poco original, pero es lo único que se me ha ocurrido rebatirle.

—Me lo dicen mucho. —Se encoge de hombros como si no le molestara lo más mínimo mi insulto.

—No me extraña. — Murmuro y él se ríe. —Idiota. — Vuelvo a espetar cuando oigo de nuevo su risa. ¿Qué le hace tanta gracia?

—Nena, te estas repitiendo. —Dice con fingida reprobación.

—¿Es que acaso te cuesta llamarme por mi nombre? Me llamo Noah.

—Noelia.— Vale, ¿quién le ha dicho a este idiota mi nombre completo?

—Noah, es Noah.— Replico de mal humor.

—¿Por qué? Noah viene de Noelia, ¿no?—Alguien se ha chivado de mi nombre completo. No es tan obvio llegar a esa conclusión.

—Sí.— Me limito a contestar.

—Pues eso Noelia. — Suspiro frustrada.

—¿Sabes? No sé ni porque hablo contigo. —Lo empujo fuera de mi camino y bajo a la parte subterránea de la fábrica.

Oigo su risa detrás de mí, me pregunto si este chico sabe hacer algo más que reírse.

Me siento en el colchón y Ally se sienta a mi lado mientras que tía Juliette y Gabrielle se quedan hablando con George, el marido de Gabrielle.

—¿Cuándo te vas?— Pregunta Ally poniendo su cabeza en mi regazo.

—¿Que me estás echando, tontita? — Le acaricio el pelo, ella sacude la cabeza. —No te preocupes, le he dicho a mamá que llegaré tarde y que no me espere, cree que estoy en casa de Shelly y siempre que estoy en su casa llego tarde a casa. —Le sonrío, ella me devuelve la sonrisa, pero es una sonrisa triste. —¿Que sucede pequeña?—Cuestiono mientras sigo moviendo mi mano por su pelo.

—Nada. —Me sonríe para que no me preocupe. Como si me lo fuera a creer. La conozco demasiado bien.

—No me mientas.— Le paso la mano por el pelo.

No puedo adorar más a mi hermana.

Cuando mi madre me dijo que iba a tener una hermana, me emocioné mucho. Pensaba que tendría a alguien a quien cuidar, a quien ayudar a hacer los deberes. No se me pasó ni por asomo que ella pudiera no llevar el Oasis y menos que mis padres la pudieran abandonar fuera de la ciudad.

Solo hay un treinta por ciento de probabilidades de que dos personas con el Oasis puedan engendrar un hijo sin. Normalmente, sus hijos siempre tienen un Oasis marcado en el cuerpo y en la ciudad se dan muy pocos casos que no tengan la marca y es cada cierto tiempo. En los últimos cinco años mi hermana es de las pocas en la que se ha dado el caso de no llevarla, creo que por eso mi madre se preocupa tanto por las apariencias.

En cambio, no hay ninguna posibilidad de que dos personas sin la marca puedan tener un hijo con ella. Aún no se ha dado ningún caso.

Y está prohibido que existían parejas de diferentes bandos por lo que no hay que preocuparse sobre su descendencia.

—No te miento.— Ally hace un mohín. Y sé que me quiere preguntar algo.

—Venga suéltalo ya.— Le digo con una sonrisa.

—¿Cómo es mamá?

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